-En una sociedad altamente capitalista y neoliberal como la nuestra, los bienes comunes representan un aliciente para encontrar formas otras de gestionar la vida-

Los bienes comunes, entendidos como recursos gestionados y compartidos por los integrantes de una comunidad, no sólo son la tierra o los recursos naturales que desafortunadamente han sido cooptados por un sistema económico basado en la acumulación por desposesión (Harvey, 2004), también son las prácticas y conocimientos desplegados para sostener el bienestar de la comunidad. Es por ello que el cuidado como una práctica afectiva y relacional debe ser considerado como un bien común, y como señala Johanna Hedva (2020) “como una de las protestas más anti-capitalistas que se puede hacer porque permite protegernos mutuamente, promulgar y practicar comunidad” oponiéndose de esta forma a los procesos de fragmentación e individualización que el capitalismo ha buscado instaurar en aras de seguir apropiándose y lucrando con la vida de las personas.

En un país como México, en dónde el Estado de bienestar es casi inexistente y con un paulatino desmantelamiento del sistema de salud, el cuidado como un bien común, ha sido el principal soporte de las personas que viven en situación de discapacidad o enfermedad, especialmente, en contextos sociales en donde existe poca o nula presencia del Estado, tal sería el caso de las comunidades indígenas.

Históricamente, los pueblos indígenas han desplegado distintas formas comunales de hacer el cuidado (Carla Zibecchi, 2014) en la lucha y defensa de los territorios indígenas, pero también, de las personas que los habitan. A su vez, el cuidado como un bien común, ha sido resguardado y desarrollado mayormente por las mujeres indígenas, quiénes además de contar con saberes sobre el cuidado-atención de la salud, han tejido redes que han permitido el sostenimiento de la tierra, los recursos naturales y la vida misma.

El cuidado comunitario de las infancias indígenas en situación de discapacidad 

La Antropología, disciplina desde la cual me enuncio, me permitió conocer los cuidados comunitarios que las mujeres nahuas del estado de San Luis Potosí (madres, abuelas, hermanas, tías, parteras, comadres y vecinas) llevan a cabo para sostener y cuidar a las infancias en situación de discapacidad que habitan sus comunidades, más allá de los vínculos consanguíneos.

El Censo de Población y Vivienda realizado por INEGI en 2020, registró a 1,498,141 personas indígenas que viven en situación de discapacidad en el país. La mayoría de esta población ha sido atravesada por distintos dispositivos racistas, económicos y políticos generadores de desigualdades vitales. En este sentido, es importante enfatizar que la discapacidad o la etnicidad per se no son causantes de la desigualdad. Es la estructura social, (neocolonial y neoliberal) en coordinación con el modelo económico imperante, lo que ha generado y potenciado las desigualdades sociales a las que se enfrentan día con día dicha población.

En el caso de las infancias en situación de discapacidad el cuidado como un bien común ha tenido la capacidad de transformar y mejorar su calidad de vida en aspectos sociales, educativos y de salud; inclusive, gracias a este cuidado comunitario se han salvado vidas. Este hecho nos permite pensar en la capacidad de agencia que tiene el cuidado sobre las personas y la comunidad. Sin embargo, no podemos deslindar al Estado de su obligación de proteger y brindar todos los recursos necesarios para que el cuidado se lleve a cabo en marcos de igualdad y dignidad contemplándose las necesidades particulares de las personas que lo requieren.

Si bien, el cuidado es un bien común, es la familia y no el Estado quién asume el cuidado de las personas, y, asimismo, comúnmente el cuidado es delegado a las mujeres, generándose de esta forma la feminización del trabajo de cuidados. Por tal motivo, hablar del cuidado como un bien común nos invita a reflexionar sobre “el cuidado y el bienestar como una prioridad política, social y económica asumida de forma colectiva” (Sandra Ezquerra, 2013) de la cual seamos partícipes tanto hombres como mujeres, poniendo en el centro los afectos y el bienestar colectivo, a fin de romper los esquemas individualistas y capacitistas de un sistema que busca obtener la mayor tasa de ganancia a costa de nuestras vidas.

Referencias bibliográficas

  • Ezquerra, Sandra. (2013). Hacia una reorganización de los cuidados: ¿entre lo público y lo común?”, en. Viento Sur, 130, 78-88.

  • Harvey, David. (2005). El “nuevo” imperialismo: acumulación por desposesión. Socialist Buenos Aires: CLACSO.

  • Hedva, Johanna. (2020). Teoría de la mujer enferma. Zineditorial (e-book).

  • Zibecchi, Carla. (2022). ¿Nuevas formas de sociabilidad y politicidad en torno a los cuidados? Los movimientos sociales desde la perspectiva de los cuidados. La ventana. Revista de estudios de género, 6(55) 370-400.

Andrea Cristina Moctezuma Balderas

Posdoctorante en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social Unidad Golfo. Integrante del Grupo de Trabajo Estudios Críticos en Discapacidad de CLACSO. Colaboradora del Laboratorio de Investigación: Género Interculturalidad y Derechos Humanos del Colegio de San Luis A.C.  Investigadora del Sistema Nacional de Investigadores CONACYT.