Por medio de Twitter, un hombre se quejó de la “pésima organización” de la exposición llamada “Sueño Inmersivo de Van Gogh”, en la ciudad de Caracas, Venezuela. ¿Su queja? Que en la exposición estaba permitida la entrada de niñas y niños, acción que para él es desagradable debido a todo el ruido que provocaron.

Tal como se puede leer en la página de la organización, esta actividad se basa en mostrar parte de las obras de Van Gogh “gracias a una tecnología avanzada denominada imagen total”, las cuales “se proyectan las imágenes en las paredes y el piso de una sala inmersiva. Al estar rodeado por un entorno audiovisual se revoluciona el encuentro con la obra y la misma se vive de manera única e inolvidable”.

De acuerdo con el tweet, al estar en compañía de las infancias, el asistente “no pudo escuchar nada”, por lo que piensa que fue un “desperdicio de dinero” asistir a la exposición. Poco tiempo después de estas declaraciones, la publicación se llenó de comentarios que defendían el derecho de las infancias a existir y asistir a eventos de este tipo, pero lejos de reflexionar, el hombre afirmó que era un “fastidio tener que querer a los niños para ser moralmente aceptado”.

El adultocentrismo

El adultocentrismo es la corriente hegemónica en la que se mueve una sociedad centrada en las necesidades e intereses de las personas adultas; de esta manera, se subordina a las personas que no encajan en el modelo, como son la infancia, la adolescencia e incluso la tercera edad, afirma la maestra Patricia Collado Vicente.

Las niñas y niños son una parte de la sociedad que ha sido invisibilizado e ignorado ya que, hasta hace muy poco, las infancias eran tratadas de manera violenta quitándoles el valor de ser personas y pensando que cualquiera podía pasar por encima de ellas sólo porque son más pequeñas. A pesar de que legalmente se busca la protección de los derechos de las infancias, casi siempre se habla de que son “el futuro del país”, negándoles el presente y valorándolos sólo por lo que pueden llegar a ser y no por lo que son en el presente.

Actualmente se reconoce que las infancias tienen derechos, pero no se reconoce que sus visiones y opiniones son igual de válidas que las de una persona adulta. 

El adultocentrismo nos empuja a considerar la perspectiva adulta como superior a la de una persona de poca edad. Éste está presente en nuestra sociedad junto al androcentrismo (la consideración de que el hombre es el ser humano por excelencia), el antropocentrismo (el cual sitúa a nuestra especie en el centro, relegando el resto de seres y la naturaleza en su conjunto a un segundo plano) y el eurocentrismo (la consideración del conocimiento o cultura europea como superior). Todos ellos nos influencian en mayor o menor medida y condicionan las relaciones sociales, teniendo más consecuencias negativas para ciertos grupos que para otros, afirma el portal Educo.

El adultocentrismo tiene consecuencias

El adultocentrismo puede llegar a favorecer que los adultos que tengan esta visión desempeñen un estilo autoritario en cuanto a la educación de las niñas y niños, de manera que los padres dictan la manera en qué se deben hacer las cosas, pero desde una postura rígida e inflexible, por lo que los hijos deben acatarlas sin poder expresar su opinión.

De acuerdo con los estudios realizados sobre los estilos educativos, se ha encontrado que las niñas y niños que reciben un estilo educativo autoritario suelen tener unos niveles bajos de autoestima, inmadurez, incapacidad para tomar sus propias decisiones, poca capacidad de autocontrol, altos niveles de impulsividad y poca tenacidad o persistencia a la hora de cumplir sus objetivos.

Las infancias son personas que están comenzando a descubrirse y descubrir el mundo que les rodea, por lo que también son sujetos de derechos y esto incluye el acceso a actividades distintas en donde puedan desarrollarse. Parece ilógico que se odie lo que alguna vez fuiste, por lo que no es negociable el respeto hacia las niñas y niños, así como la validación de sus emociones, vivencias y conocimientos.