¿Dejar o no dejar que las infancias exploren el entorno?, ¿debería dejarle ir a aquella excursión?, ¿debería privarle de esta situación para que no se frustre?; todas estas son preguntas frecuentes que nos atraviesan y que nos hacen mirar desde una perspectiva adultocentrista a las infancias. Consideramos que ellas y ellos no son capaces de sobrellevar situaciones que les representan retos o bien, que no tienen la "inteligencia suficiente" para lidiar con emociones negativas. 

Al respecto, el artículo “La sobreprotección parental de los menores”, nos señala que el aprendizaje a través de experiencias directas permite a las niñas y niños identificar sus emociones, canalizarlas sanamente y actuar con base en lo que aprendió; ¿qué le molesta?, ¿qué acciones le hieren?, ¿cómo actuar en situaciones de posible riesgo?, ¿cómo reaccionar ante situaciones de estrés o miedo?

“Estos puntos se desarrollaran correctamente y siempre y cuanto se le proporcione al niño o niña un ambiente de seguridad, autonomía, autopercepción sana y estabilidad emocional”, indica el capítulo uno del libro ”Desarrollo socioafectivo”.

Sobre el adultocentrismo 

Las personas adultas necesitamos comprender este escenario donde las niñas y los niños son seres valiosos en la sociedad; sus opiniones, emociones y palabras son igual de importantes que las de cualquier adulto. Sin embargo, es necesario dejar en claro que aprender a respetar sus límites no es sinónimo de renunciar a la responsabilidad de cuidar, guiar y orientar; no mandar. 

El adulto juega un rol de guía y orientación en el aprendizaje y práctica de los derechos de las infancias, además de fomentar el aprendizaje de sus errores y aciertos para ganar la experiencia suficiente que les permita enfrentar los desafíos de su vida actual y futura, señala el documento Superando el Adultocentrismo

Cada una de las etapas del infante hacia la adolescencia necesita un apoyo diferente por parte del adulto, sin embargo, siempre se debe tener presente la necesidad de impulsarlos a la toma de decisiones y evitar una sobreprotección que los inhiba de las experiencias que necesitan vivir. 

La BBC indica que, las infancias son “pequeñas esponjas” que aprenden a reconocer el peligro indirectamente a través de expresiones faciales y el lenguaje corporal; un ejemplo claro de estos aprendizaje son las alturas. 

“Muchas veces, los bebés que están aprendiendo a gatear por primera vez, intentarán acercarse al borde de la cama (…) después de un tiempo, el niño aprende a prestar mayor atención a su visión periférica y en pocas semanas, mostrará signos de miedo o preocupación; al igual que sus padres”, (BBC)

Sin embargo, también es necesario recordar que los infantes menores de 10 años necesitan aún desarrollar la capacidad de integrar sus sentidos, por ejemplo, el oído con la vista. En estos casos, el artículo “How to teach kids to make great choices”, indica que el adulto como mentor, debe repetir comportamientos hasta que se vuelvan habituales, por ejemplo, rutinas para mirar al cruzar la calle.

Fomentar la autonomía con base en sus capacidades permite que el infante construya su autoestima, conozca de una manera responsable las posibles consecuencias de los actos y lo impulse en la toma de decisiones; autonomía de suma importancia para su etapa de la adolescencia. 

"Una de de las causas más destacables es la falta de responsabilidad que se les da a los niños bajo el argumento de que aún son muy pequeños. Como consecuencia, la autoestima del niño se puede ver dañada al creer éste que no es capaz de hacer nada, causando un sentimiento de dependencia hacia sus progenitores y afectando, por lo tanto, a su desarrollo”, indica el artículo académico "La sobreprotección parental en los menores".

Asimismo, el capítulo uno del libro ”Desarrollo socioafectivo”, recuerda que no se trata de soltar en su totalidad nuestra responsabilidad como padres y exponerlos a situaciones con la finalidad de que “aprendan”; “algunas consecuencias no siempre serán de su agrado, pero resulta de vital importancia que las experimente, darle las herramientas para poder enfrentarlas, primeramente, con el apoyo de sus padres y familia, para después saber cómo afrontarlo de manera autónoma.

Las adolescencias; ¿“rebeldes e irracionales”?

Perpetuado por los personajes de los medios masivos, cuando se piensa en la adolescencia es común que sea un concepto ligado directamente a la rebeldía y a la irracionalidad, sin embargo, de acuerdo a diversos estudios se ha identificado que en realidad, la mayoría de los adolescentes tiende a tomar acciones más cautelosas en situaciones de riesgo. 

“Contrariamente a la expectativa de que los adolescentes se sienten atraídos por el riesgo, se demuestra a que en realidad, tienden a elegir opciones más seguras a comparación de las infancias”, señala la profesora del desarrollo infantil y educación Ivy Defoe en su artículo “¿Mayor toma de riesgos por parte de los adolescentes? Perspectivas de los estudios de laboratorio sobre las diferencias de edad en la toma de decisiones”.

La antropóloga Margaret Mead señala que estos conceptos ligados a los riesgos y a la irracionalidad son meros constructos sociales e históricos de occidente, pues en otras sociedades este proceso es visto como un desenvolvimiento armónico en el camino a la maduración; el caos, la crisis y la preparación “funcional” para la vida adulta son conceptos propios del pensamiento social.

“Ser un adulto es el ideal de una persona; no las infancias ni las adolescencias, pues como aún no están preparados, no tienen valor. El adulto es el modelo al que se aspira para el cumplimiento de la productividad y las tareas sociales (…) una sociedad adultocéntrica opera así para proyectar y reproducir el mismo orden social”, indica Krauskopf.

Asimismo, Krauskopf señala que este fenómeno se produce porque los adultos no cuentan con las herramientas suficientes en su propia vida para orientar y enfrentar a los adolescentes; “esta carencia no les permite escuchar a los adolescentes, quieren seguir manteniendo el control, insistiendo en que lo que funcionó ayer puede servir hoy para guiarlos”.

Afrontando riesgos desde la infancia

El documento “Superando el Adultocentrismo”, apunta a una necesidad de cambiar la manera tradicional de lo que implica ser adulto. 

“Los acelerados cambios sociales, culturales y tecnológicos de nuestra época han dejado a los adultos sin referentes estables para ejercer su rol. La forma tradicional de ser adulto ya no se ajusta a la nuevas expectativas de respeto y de la dignidad y valor de la condición de persona de los niñas, niños y adolescentes

Adriana Becerril, neuropsicóloga y docente en la Universidad Anáhuac, señala que una de las respuestas para que el infante pueda identificar situaciones de peligro es una crianza de amor y autocuidado.

“Inculcando amor, amor por su entorno; por el mismo. Con ello, esta educación permite a las niñas y niños discernir qué actos y situaciones pueden dañar su cuerpo, sus emociones y la manera en que se relaciona con los demás. Es trabajar en su autoestima, que se sepan valiosos y autónomos para que reconozcan que existen riesgos en su entorno y cuál es la mejor manera para afrontarlos.”

A la par, Adriana también reafirma que un punto fundamental en este aprendizaje es la sobreprotección pues inhibe a las infancias y adolescencias de adquirir aprendizajes.

“Cuando sobreprotegemos, no dejamos experimenta y que hagan este ensayo de prueba y error; que se equivoquen. Estas acciones ejercidas sobre el infante los inhibe de sus aprendizajes, lo definiría como un tipo de violencia encubierta y socialmente aceptada”, señala la psicóloga clínica Adriana Becerril. 

Por otra parte, el psicólogo Guadalupe Morado de la Universidad HumanI Mundial, también indica que la sobreprotección origina un apego inseguro en las infancias, daña su autoestima y les prohibe reconocer su entorno. 

“No porque te puedes enfermar”, “te vas a caer”, “algo te puede pasar”, son expresiones que como padres se repite con frecuencia y se inculca el miedo de algo que aún no ocurre en lugar de explicar, acompañar y orientar; “se desarrollan con un miedo irracional a ciertas experiencias nuevas, asimismo, también cuando el padre prohibe desarrollar  ciertas emociones a través de señalamientos sobre no llorar o no molestarse, afecta el desarrollo afectivo del infante”, indica Morado. 

El especialista también señala que en una crianza respetuosa es fundamental no dañar la autoestima del infante a través de actos que los excluyan, ridiculicen o pongan en duda sus capacidades y habilidades: “¿no entiendes?, ya te dije que tú no sabes hacer esto”, son acciones que dañan directamente su autonomía y autopercepción

Finalmente, Morado señala que es fundamental que a las niñasniños se les debe permitir que fluir con sus emociones; no olvidemos que las infancias son eso, niños. Se les debe permitir vivirse como lo que son, incentivar su creatividad, a explorar, a reír, a llorar y vivir sus experiencias de manera acompañada y darles herramientas para que puedan afrontar las situaciones en sus siguientes etapas.