“Te presento a la chica más valiente del universo”, dice La chica del espejo, canción que La Oreja de Van Gogh dedicó a las mujeres que padecen cáncer de mama. Sin duda, enfrentar un diagnóstico así transforma por completo la autopercepción, la manera de concebir la vida y la dinámica cotidiana tanto de la paciente como de su círculo significativo.

Es una enfermedad que, como tantas otras que confrontan a la persona con su finitud, requiere de una enorme fuerza de voluntad para seguir los tratamientos y una red de apoyo presente para sobrellevar el agotamiento emocional y mental que conlleva.

Dos datos para dimensionar el impacto de esta enfermedad entre las mujeres: la Organización Mundial de la Salud lo ubica como la principal causa de muerte en el mundo y una de cada 12 lo padecerá. Esto quiere decir que las probabilidades de conocer a alguien que lo tiene son altas y es común que no sepamos cómo ayudar.

Aquí es donde uno de mis conceptos favoritos de la mirada feminista adquiere un valor especial, más allá de la unión frente a condiciones de discriminación o violencia con las que comúnmente se le relaciona. Hablo de la sororidad, nuestra capacidad de acompañarnos unas a otras empáticamente. Te comparto algunas ideas para practicarla.

Desde el momento en que hay una sospecha de tumor, acompaña a tu familiar o amiga a sus visitas médicas. Esto no solo le hará sentir respaldada, sino que tú puedes ayudar a hacer todas las preguntas necesarias al médico y escuchar a detalle las recomendaciones ya que, ante el shock, quizá la paciente no pueda procesar todo lo que escuche.

Apoyarla en sus decisiones de tratamiento le dará mayor seguridad para avanzar en los pasos siguientes. Cuando se manifiesten efectos secundarios en su apariencia, será fundamental que le recuerdes su valor como persona más allá de cómo se ve. La pérdida de cabello, por ejemplo, suele ser uno de los momentos más difíciles porque la confrontan con el mandato de belleza impuesto desde un estereotipo que invalida a quienes no cumplen con él.

Enfrentar el cáncer provoca reacciones emocionales como miedo, rabia, incertidumbre y tristeza. Nunca le pidas a quien lo siente, sentirse de otra manera —como no te sientas, triste o no tiene caso enojarse—. Una buena forma de acompañar es indagar, invitar a hablar más sobre lo que habita su mente y corazón, sin juzgar e incluso aunque no lo puedas entender.

Carl Rogers, padre del Desarrollo Humano, destaca tres claves para ser persona con otras y otros: empatía, escucha activa y aceptación positiva incondicional. Sus palabras son guía, también, para la sororidad frente al cáncer de mama.

Este Mes Rosa y siempre: escuchemos nuestro cuerpo, atendamos sus señales y tomemos tiempo para hacernos todas las pruebas que pueden detectar el cáncer de mama desde sus etapas más tempranas. La prevención y la sororidad salvan vidas.

La autora es Maestra en Desarrollo Humano por la Ibero, egresada del Programa de Liderazgo de Mujeres en la Universidad de Oxford y fundadora de Ola Violeta A.C., desde donde trabaja por el derecho a la conciencia corporal de niñas y mujeres. Su buzón de twitter está disponible en @MaElenaEsparza