Histórica y culturalmente el concepto social de juventud nos ha llevado a pensar en una etapa de inestabilidad, inconformidad, confusión, inquietud, fantasía, rebeldía, un sin rumbo, inmadurez, indolencia, omnipotencia y torpeza, todo esto desde lo peyorativo. Hemos aprendido que a la niñez hay que “resolverle” y a la juventud hay que “controlarla” es decir, seguimos mirando a estos sectores desde una perspectiva adultocentrista y castrante.

Por otro lado, en el discurso escuchamos, que el papel de la juventud es relevante en un país ya que son los agentes de cambio, el futuro del país, asignándoles así una responsabilidad muy grande y difícil de asumir de manera aislada, si consideramos que los cambios y/o transformaciones se dan con la participación de los diferentes sectores poblacionales y el Estado, correspondiéndole a este último crear las condiciones necesarias.

Las expresiones de su rebeldía e inquietud, que de manera aislada suenan peyorativas e irreverentes, en un marco social se convierten en una virtud, cuando se vincula a un sentido social, político y cultural el cual impacta en las garantías de los derechos humanos, jugando así un papel relevante en el tránsito de las sociedades. Durante la historia se han registrado diversos movimientos encabezados por este sector poblacional, los hippies, el movimiento estudiantil del 68, la lucha por los derechos civiles, la deshumanización del capitalismo, las manifestaciones ante el racismo, la liberación sexual, el uso de la píldora anticonceptiva, el no a la guerra en Vietnam, contextos en los cuales la rebeldía y la inquietud tienen un sentido político, de lucha de clases y el colectivo, encaminadas a crear nuevas alternativas socioculturales para la ciudadanía.

Los jóvenes en cifras

El INEGI en el 2020 registró a 31 millones de personas de 15 a 29 años, de las cuales 15.6 millones son hombres y 15.1 millones son mujeres, siendo así el 25% la población joven del país. Parte de las problemáticas estructurales que enfrentan se relacionan con temas globales: salud, educación, cambio climático, desempleo, pobreza, marginación, violencia y narcotráfico, entre otros, los cuales impactan en su día a día.

Sumado a lo anterior, el impacto que ha tenido la pandemia en las y los jóvenes, según el registro de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en los primeros meses del 2021, fue de 1,9 millones de niñas, niños y adolescentes contagiados a nivel mundial, si bien la sintomatología es menor en estos sectores, también hay casos severos que causan la muerte. En torno a la salud mental la Encuesta de las Naciones Unidas sobre Juventudes de América Latina y el Caribe registró ataques de pánico, estrés, ansiedad, incertidumbre de las y los jóvenes con VIH al no haber contado con antirretrovirales durante tres meses. En tanto, la Secretaria de Salud junto con la Population Council de México, el Instituto Mexicano de la Juventud y el Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva, registraron en México que siete de cada diez adolescentes y jóvenes presentaron síntomas depresivos, un 62% síntomas de ansiedad, principalmente mujeres y población binaria, un 14% aumentó el consumo de sustancias psicoactivas, así como el aumento en la violencia doméstica y una disminución en su percepción económica.

El cuadro de sintomatología desarrollada durante la pandemia registra irritabilidad, dolores de cabeza, depresión, trastornos del sueño, fatiga pandémica, sentimiento de culpa, apatía, baja motivación, aislamiento, incapacidad para disfrutar las cosas, preocupación, migraña, mareos, bruxismo, fracturas dentales, insomnio, irritabilidad, mal humor, tristeza, pensamientos negativos, adicción a las tecnologías, frustración e indefensión, entre otras.

Un futuro no muy alentador

Pues bien, el cuadro proyectado a futuro no es muy alentador en torno a este contexto de falta de políticas públicas, programas y acciones que aminoren los rezagos, y un impacto en su emocionalidad que llevará un tiempo atender para recuperarse. Hablar de participación política, revoluciones, construcción de nuevas estructuras sociales, seguirá pendiente en la agenda, ya que lo primordial será cubrir las necesidades básicas de sus derechos para accesar a la educación, a los servicios de salud, al ámbito laboral. Ser parte de la población joven es cosa seria, las utopías son muchas ante la incertidumbre de un futuro que no está respondiendo a sus necesidades y el cual les asusta enfrentarlo con tantas desventajas encima.

Norma G. Escamilla Barrientos es licenciada en pedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM y tiene maestría en psicoterapia psicoanalítica por el Centro Eleia, A.C.

@EscamillaBarr