El modelo tradicional de la división de estereotipos de género dentro y fuera de los hogares presupone que los hombres se especializan en proveer y las mujeres en las labores domésticas y de cuidados. Algunas teorías, como las de Parsons y Becker, justifican dicho modelo. Sin embargo, la incorporación de las mujeres al mercado laboral no apoya del todo a las teorías anteriores, especialmente porque ellas siguen realizando el trabajo doméstico y los cuidados.

En una gran proporción de familias heterosexuales, los hombres han dejado de ser los únicos proveedores y el modelo de la pareja de doble ingreso se ha generalizado en las clases medias, donde se requiere un proceso redistribución de las tareas domésticas y de cuidados, considerando procesos de negociación y conflictos.

Aunque pareciera que la incorporación de las mujeres al mercado laboral supone cambios en los estereotipos de género, no es cierto que la ganancia monetaria se traduzca en poder económico dentro de los hogares y esté acompañada de un descenso paralelo de la desigualdad en la división del trabajo no remunerado.

La incorporación de las mujeres al mercado laboral ha provocado algunos cambios en la organización de las tareas de los hogares y de las familias, pero de manera lenta, de modo que, incluso en las sociedades más igualitarias, los cambios de los estereotipos de género se producen después de un proceso de negociación dentro del hogar que se extiende a lo largo de los años.

En este sentido, a pesar de una mayor contribución en las labores domésticas y de cuidados de los hombres, aún la igualdad está muy lejos de conseguirse.

LABORES DE CUIDADO EN LA PANDEMIA

De acuerdo con los resultados de la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo 2019, antes de la contingencia sanitaria los hombres dedicaban un promedio de 5.4 horas de cuidados directos y 12.9 horas incluyendo cuidados pasivos, mientras que las mexicanas reportaron 12.3 horas de cuidados directos y 28.8 horas con cuidados pasivos (INEGI, 2020). Es decir, las mujeres dedicaban ya dos veces más a los cuidados.

Durante la pandemia, los hombres también tuvieron que quedarse en la casa; muchos referían que no tenían muy claro los horarios de las actividades cotidianas como a qué hora se desayunaba, o se comía. Algunos, incluso han mencionado que no tenían idea de todas las tareas que se hacen en el hogar como la limpieza, las tareas escolares de niñas, niños y adolescentes, ni a qué hora se hacían las compras y se preparaban los alimentos.

Al estar en sus hogares, muchos hombres, redescubrieron el espacio familiar, en el que tuvieron que seguir teletrabajando, cumpliendo con sus horarios laborales, encontrándose con la vida cotidiana de su pareja y de sus hijas e hijos, llevando estas circunstancias a diversos resultados como separaciones temporales o definitivas, a reconfiguraciones familiares para la redistribución de las tareas domésticas y de cuidados y a dar valor a todas las acciones que se realizan para la sostenibilidad de la vida.

Así, una de las consecuencias de esta crisis sanitaria es que los hombres se están involucrando más en lo doméstico y en los cuidados, pero aún falta mucho por hacer para que se logre una redistribución de los trabajos remunerados y no remunerados en sociedades como la nuestra, pues se deben crear políticas de tiempo que generen corresponsabilidad entre el Estado, el Mercado, la Comunidad y las Familias.

Luz María Galindo

Actualmente, docente de la UNAM. Realizó su estancia postdoctoral en el CEDUA-COLMEX. Sus líneas de investigación son la perspectiva de género, políticas públicas, usos del tiempo, corresponsabilidad social, vida cotidiana y trabajo de cuidados, diversidad familiar y diversidad sexual, nuevas experiencias de ser hombres (masculinidades)

@Luzapelusita