Una pregunta recurrente que les hacen a Alejandra del Castillo y Moisés Castillo, autores del libro Siempre estuve en riesgo (2021) es si hay un perfil de agresores. “No hay un patrón de abusadores, es bien difícil identificar a los agresores porque no son blanco y negro, son muy hábiles en la comunicación. Te pueden estar violentando y no te das cuenta o no crees que lo esté haciendo, parece normal. Salen estas cosas paternalistas donde hacen creer a las víctimas que las están cuidado, les dicen ‘si pasa esto es por tu culpa’, ‘ya sabías como era yo’, ‘te castigan con el silencio’ o te dicen ‘ay, era una broma’. En México, muchas cosas que te ofenden y lastiman parece que dan risa, pero eso es muy complicado”, dice en entrevista para La Cadera de Eva, Alejandra del Castillo.

Esta respuesta la da sustentándose en la experiencia que tuvo al coordinar el libro A mí no me va a pasar (2015), relacionado con el tema de trata. En una ocasión tuvo que entrar a la policía cibernética, y en una pared -relata- estaban las fotografías de los agresores que habían capturado, “como si fuera el cuadro de honor”. “Los veías y te dabas cuenta que no había ni un patrón, todos son diferentes, no puedes decir este tiene perfil de acosador o abusador, incluso algunos parecen buenas personas”, explica.

Sin embargo, recuerda que para llevar a cabo otro de sus libros Amar a madrazos (2010), el cual fue un punto de partida para asistir a las escuelas y hablar sobre violencia en el noviazgo, antes de la pandemia, sí tuvo que entrevistar a varios agresores, “algo que te puedo decir, es que todos explica encantadores. No puedo creer que con una mano te ame y con la otra te violente”, agrega.

Asimilar que vives violencia es un proceso: autora de “Siempre estuve en riesgo”

El libro

Siempre estuve en riesgo

, Alejandra del Castillo junto con Moisés del Castillo buscan “darle rostro” a las cifras de violencia contra las Mujeres, y en cada una de las historias quieren visibilizar los llamados micromachismos, término acuñado de Luis Bonino, que viven las mujeres.

“Queremos que el libro sea una especie de acompañamiento. Cuando tienes un problema es más fácil que vayas con una amiga, si esta amiga ha leído el libro, lo puede recomendar. Eso nos pasó con el Amar a madrazos, los padres no podían hablar sobre la situación con los hijos pero les daban el libro, y así ellos se podían dar cuenta de la situación”, cuenta Alejandra.

El título de Siempre estuve en riesgo fue dado por la historia de una adolescente que era acosada por su padrastro, su madre no le creía. “No puedo creer lo que es, ni siquiera poder vivir en tu propia casa”, dice Alejandra, quien cuenta que para llegar a las historias fue muy complicado. Al final de la historia el padrastro abusa de la hermana de su pareja, quien era una persona con discapacidad, es así como el señor sale de la casa. “Todo lo que tuvo que pasar para que la madre se diera cuenta, no la juzgo, creo que ella también era víctima de violencia”, dice.

En este sentido, el libro Siempre estuve en riesgo, además de retomar las historias de las mujeres, también está acompañado de una investigación e instituciones donde se puede pedir ayuda, si bien el violentómentro plantea focos rojos para evitar llegar al feminicido, a veces esos focos, las mujeres no los alcanzan a percibir por la normalización de la violencia, “es aquí donde se le debe hacer caso a la intuición y al cuerpo”, cuenta Alejandra.

Por otra parte, la encuesta de Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares  (ENDIREH) dice que seis de cada 10 mujeres han sido víctima de violencia. “Me preguntó, dónde quedan las otras cuatro. Yo creo que aún lo han identificado. En algunas entrevistas me han dicho, ‘ay tiene mal humor pero no me pega’, y es así como, pero sí ¿y el maltrato verbal?”

“El descubrimiento de que seas víctima toma un ratito y decir sí, estoy en esta situación, aceptar que eres víctima puede tener tu tiempo. Decir sí, está pasando, te da un perspectiva dónde estás y qué voy hacer”, dice.

Cómo contar una historia 

“He tratado que las historias reflejen los gritos de las mujeres, que reflejen lo que me dicen en entrevista: ‘esto no puede seguir pasado’. En casos de violación, ellas se describen como si en ese momento dejan de ser personas, como si dejarán de estar”.

Alejandara comparte que para narrar los testimonios ha aplicado el periodismo de Ryszard Kapuscinski: “tienes que cuidar a tu fuente, la tienes que cuidar como si fuera un amigo y tienes que contar la historia como si fuera tuya. Hay que respetar la confianza con la que te dicen las cosas, tratarlo con pinzas, hay muchos detalles que no entran en la historia porque son innecesarios, estás poniendo a una persona en este caso una mujer. Hay que tratar la historia como si escribirás sobre ti y reconocer que muchas veces, es la primera vez que cuentan su historia”.