En México son asesinadas 11 mujeres diariamente. De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, el Estado de México ha sido catalogado como la entidad federativa más peligrosa para las mujeres. En 2022, ocupó el primer lugar a nivel federal en feminicidios. Cada 24 horas es asesinada una mujer en esta entidad federativa.

Casos atroces que se han dado a conocer como: “El monstruo de Atizapán”, “El monstruo de Ecatepec”, "El caníbal de la Guerrero" o "El Caníbal de Atizapán" se presentan como casos aislados, pero la realidad es que en México las mujeres son asesinadas no por “monstruos” sino por feminicidas; entonces, ¿por qué se les nombra de esa de esa forma?

“Llamar ‘monstruo’ a un hombre es mucho más fácil que aceptar, reconocer y nombrar la violencia feminicida que se vive en México. Es mucho más fácil nombrar a un individuo como enfermo que reconocer que la sociedad y la cultura en la que ha crecido es profundamente misógina, patriarcal y feminicida”, explicó la antropóloga y feminista Elvia Ramírez Olvera, en entrevista para La Cadera de Eva. 

De acuerdo con la antropóloga, la sociología ha hecho énfasis en la idea de “enfermar” a los criminales, quienes son mostrados como una anomalía social

“Algo parecido ocurre dentro del discurso público de los ‘monstruos’; se les ve como hombres que están enfermos y que toda la violencia que ejercieron es a partir de ser una anomia social. Es decir, que ellos no pertenecen a esta sociedad. No les reconocen en el discurso, pero les defienden en los actos”, agregó.

Elvia Ramírez Olvera agrega que nombrar a los feminicidas como “monstruos” tiene graves consecuencias sociales, como invisibilizar el sistema social que mata a las mujeres. Además, genera prejuicios hacia la gente de la periferia.

“Estos casos ocurrieron en las periferias; esto desemboca y permite generar más estereotipos y prejuicios sobre qué hombres asesinan mujeres. Son hombres enfermos, pobres y racializados. Dejando de lado que cualquier hombre, porque es desafortunadamente así, puede llegar a ser un feminicida”, señaló.

Por otra parte, de acuerdo con la antropóloga, nombrar a los feminicidas como “monstruos”, los deslinda de de la responsabilidad por el crimen que cometieron: “Nombrar a alguien como un monstruo es una forma muy fácil de absolver la responsabilidad que tiene. Aunque sea en el discurso, eso se queda, y culturalmente se sigue reproduciendo”.

“Señalar a un feminicida como monstruo es seguir defendiendo a un asesino dentro del patriarcado, es normalizar más la violencia y tomar estos casos como aislados, como únicos”, enfatizó la antropóloga feminista. “No es un asesino serial: es un victimario colectivo, porque todas y todos somos testigos de lo que está haciendo, y él sabe que tendrá ese apoyo, para que quede impune lo que hizo” agregó.

“Los feminicidas están entre nuestros conocidos”

Por su parte, Carlota Arroyo, socióloga y feminista egresada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, explicó en entrevista con La Cadera de Eva que el imaginario colectivo confunde el estereotipo de un feminicida con el de un asaltante; sin embargo, los feminicidas y agresores de mujeres están en todas partes:

“Solemos pensar que una violación es el ataque sorpresivo de un desconocido durante la noche, usualmente caracterizado como alguien de un estrato social bajo, deshumanizándolo y dejándolo como un monstruo o una bestia. Esta no es la realidad. Los feminicidas están entre nuestros conocidos, nuestras familias, nuestros compañeros de la escuela y el trabajo”.

De acuerdo con la socióloga, el feminicidio es un fenómeno multicausal, porque así como interfiere la condición psicológica del agresor, también tienen que ver las condiciones sociales que predisponen la reproducción de los prejuicios de género, mismos que colocan a la mujer en una posición de inferioridad respecto al hombre. 

A través de dicha desigualdad, se configuran muchos otros estereotipos sobre el rol de las mujeres, así como su valor por ser personas. Las deshumaniza y las convierte en objetos en vez de sujetos. Mientras tanto, el sujeto masculino, dueño del poder en esta relación, se considera propietario del cuerpo feminizado, permitiendo que este sea utilizado, castigado y asesinado. 

De acuerdo con Carlota Arroyo, la revictimización y la falta de justicia también crea las condiciones perfectas para reproducir la violencia feminicida, porque envía el mensaje a los potenciales feminicidas de que, al no haber sido sancionado anteriormente, existe una gran probabilidad de que, en un futuro, tampoco tenga represalias y sus delitos queden impunes.

“No son monstruos: son hijos sanos del patriarcado

“Tenemos que reconocer que los feminicidas no son sujetos fuera de la regla; al contrario, son el producto directo de una cultura misógina, cuyo eje principal es el discurso de odio hacia las mujeres. Sin embargo, hoy en día sigue siendo muy complejo desarmar las estructuras patriarcales que protegen y justifican la inocencia de los agresores”, enfatizó la socióloga. 

Sobre la frase feminista “no son monstruos: son hijos sanos del patriarcado”, la antropóloga señaló: 

“Pienso que es una frase acertada, pero sí hay que ver con cuidado a quiénes nos referimos con hijos del patriarcado, porque aunque duele reconocerlo, nosotras también somos parte de este sistema que nos mata. Pienso que, tal vez, la única forma en que sería válido aceptar llamarles "monstruos" es aceptar que el sistema patriarcal es el verdadero monstruo”.

“Los casos de feminicidios seguirán ocurriendo hasta que se deje de individualizar los casos, se vean excéntricamente e, incluso, se les deje de pensar como no ‘civilizados’ o ‘salvajes’, lo cual refleja mucho del colonialismo interiorizado que existe, incluso, para casos de violencia”, enfatizó.

Por otra parte, Carlota Arroyo mencionó la necesidad urgente de la actuación del Estado mexicano ante la situación de emergencia por violencia contra las mujeres que vive el país:

“Es muy importante, tanto la actuación urgente del Estado mexicano en correspondencia con sus obligaciones en materia de género a nivel nacional e internacional, como el involucramiento de los hombres para reconocer y romper el pacto patriarcal, además de eliminar las prácticas y discursos de origen misógino que reproducen en sus entornos. De igual manera, en la medida de las posibilidades y deseos de cada una de las víctimas, el terminar con el silencio. Que se siga nombrando que las violencias vividas no solo pasan en los bares clandestinos o en las calles oscuras sino en nuestras propias casas y espacios seguros, por quienes creíamos incapaces de hacer eso: nuestros familiares, amigos, compañeros y conocidos”.