Los senos femeninos forman parte de la anatomía biológica de las mujeres y sus formas son tan diversas como su tamaño. A través de la historia se han tenido diversas connotaciones en torno a ellos, desde la sexualización, el erotismo, el fetichismo, la maternidad, la fertilidad, la nutrición, el vínculo a través del amamantamiento, como accesorio y desde la ciencia, entre otros, lo cual va cambiando según la cultura de cada país, región y condición de las mujeres.

Desde el erotismo y el fetiche podemos decir que los senos no son lo más deseado en todas las culturas. Por ejemplo, en África lo atractivo son las nalgas. En China, los pies pequeños. En Tailandia, los cuellos largos con anillos. En Japón, la nuca. En Etiopía, los labios con platos. Claro, aquí entramos al tema de la cosificación del cuerpo de la mujer, pero también a visibilizar las estrategias que las mujeres han implementado para invisibilizar a su cuerpo, protegiéndose así para no ser agredidas.

Por ejemplo, en el caso de las mujeres etíopes dentro del grupo Mursi en la época de la exclavitud usaban los platos en los labios, para evitar llamar la atención y ser abusadas sexualmente. En la película chilena “La nana”, la empleada del hogar se introducía papas en la vagina para evitar ser violada en su trayecto a casa. En Camerún el planchado de senos de las niñas púberes es una práctica común que la madres promueven a sus hijas, para evitar que “llamen la atención” de los hombres, retrasando así su vida sexual y evitando el acoso sexual. Dicha práctica también registró casos en el Reino Unido en 2019 y fue documentado por el diario británico The Guardian y sancionado por Naciones Unidas como una forma de violencia hacia las mujeres.

PRÁCTICAS QUE DAÑAN A LAS MUJERES

Dichas prácticas tienen un impacto en su salud física, corporal y psicológica, la cual las lleva a sentirse de alguna manera mutiladas e incómodas con esa parte del cuerpo que “no deberían” tener, para no ser violentadas, impactando además en el ejercicio de su sexualidad, identificando un dolor no solo físico, sino emocional al tener que “cargar” con una historia de violencia hacia su cuerpo a través de sus senos.

DESDE EL PSICOANÁLISIS

Ahora bien, desde la clínica psicoanalítica, Melanie Klein en su teoría de las relaciones de objeto, no se refiere a los senos de la madre de manera física, sino al vínculo que establece el bebé con la madre a través del pecho en los primeros meses. En esta etapa, el bebé no la puede ver como objeto total, solo como ese objeto el pecho del cual depende su vida y en donde proyecta sus ansiedades, corporales, hambre, sueño y frío, entre otros. Sintiendo así, al ser amamantado a un pecho bueno-gratificante y a un pecho malo-que frustra, estableciendo una relación de amor-odio. Lo interesante aquí, es identificar qué vínculo predomina, el pecho bueno, dador, que alimenta, acompaña, o el pecho malo que persigue, que frustra, que lastima, que mata, este último por ejemplo, está muy presente cuando hablamos de trastornos alimenticios.

CÁNCER DE MAMA

Y qué pasa en los senos cuando hablamos del cáncer de mama, se dice que en algunos casos el “error” genético puede surgir de una anomalía hereditaria y/o bien, en el mayor de los casos anomalías genéticas por envejecimiento. Más allá de la bioquímica de nuestro organismo, qué esta puesto inconscientemente en ese síntoma, más allá de la herencia familiar y/o de la “predisposición” del organismo. Será que el pecho malo como diría Melanie Klein se apersona, se come al pecho bueno y me traga vorazmente cuando no logro procesarlo. Qué es aquello que no me permite defenderme de dicha invasión, mi enojo guardado, mi envidia, mi necesidad de lastimarme, que no me permite dar esa batalla entre mis demonios, miedos, enojos, tristezas, dándole paso a esas células que se reproducen en ocasiones tan rápido.

Finalmente, más allá de ser deseados o no, para nosotras las mujeres ¿qué nos representan nuestros senos? Una fuente de placer, un fetiche, una arte de nuestro cuerpo con cierta funcionalidad, algo que estorba, algo que nos gusta que sobresalga, algo que no define mi feminidad. ¿Qué me representan? un símbolo de libertad al no presionarlos con un brasier, como lo apunto atinadamente el feminismo en los años 60 desde una perspectiva política, o son, ese espacio de vida que siente y se visualiza como un collar permanente en mi cuerpo, dándole un toque especial. Los miramos, los tocamos, más allá de la auscultación mamaria, ¿cuál es mi relación con ellas? de aceptación o rechazo, y si no las tengo, debido a una mastectomía, qué lugar les asigno desde lo simbólico, ¿qué se queda en ese espacio? dolor, tristeza o la fuerza como un escudo que lucho para no dejarse invadir al resto del cuerpo. La falta física no determina mi ser mujer, mi sentir y tampoco mi placer por vivir.

Norma G. Escamilla Barrientos es licenciada en pedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM y tiene maestría en psicoterapia psicoanalítica por el Centro Eleia, A.C.