¿Qué hubiera pasado si William Shakespeare tuviera una hermana? ¿Ella pudo haber escrito obras literarias como las de este escritor inglés? La respuesta es un rotundo “no”. Al menos eso nos pone a pensar Virginia Woolf en su libro “Una habitación propia”. 

A lo largo del libro, Woolf nos lleva por un recorrido histórico sobre las mujeres y la escritura, buscando en los estantes de una biblioteca respuestas y certezas para hablar sobre las mujeres y la novela. La única certeza que la escritora logra encontrar es que, para escribir novelas, hace falta que las mujeres tengan dinero y una habitación propia. 

En concreto, Virginia Woolf (quien ahora es un ícono del feminismo) alienta a las mujeres de su época a ganar quinientas libras anuales y tener un espacio propio para escribir. “Quinientas libras al año significa el poder de la introspección, y una cerradura en la puerta, el poder de pensar por una misma”, asegura Woolf. 

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¿La estatua de Virginia Woolf junto al río incita al suicidio?

No es que una mujer en aquella época o en la nuestra no pudiera escribir, pero “Una habitación propia” nos interpela sobre las desigualdades existentes entre hombres y mujeres para poder desarrollarse de forma óptima en la escritura. Si Shakespeare hubiera tenido una hermana, esta no habría podido escribir textos como “Hamlet” o “Romeo y Julieta”, porque, de acuerdo a lo que señala Woolf, naciendo mujer la sociedad la habría empujado a otros caminos: los de el trabajo de cuidados, el analfabetismo y la reclusión en el espacio privado. 

Escribir novelas para las mujeres del pasado era prácticamente imposible, incluso vergonzoso. Para ser publicadas o compartir lo que unas cuantas autoras rebeldes escribían, tuvieron que usar pseudónimos, hacerse pasar por varones o, simplemente, autoinvisibilizarse en el anonimato. No por nada la autora señala que “en gran parte de la historia, ‘anónimo’ era una mujer”. 

Virginia Woolf, imagen tomada de internet.

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Aunque hoy en día cada vez más mujeres se reconocen a sí mismas como escritoras y cultivan sus habilidades literarias, las desigualdades persisten. Las mujeres trabajan dobles jornadas laborales (el trabajo remunerado y el trabajo del hogar), haciendo imposible acceder a tiempo libre para dedicarle al arte de la escritura. 

Además, la invisibilización de los textos escritos por mujeres sigue siendo una realidad, y basta con preguntarse, “¿cuántas autoras te pusieron a leer en la escuela?” o “¿cuántas autoras hay en tu librero?”, para percatarse de la terrible realidad. 

Pese al panorama desolador, Virginia Woolf no se limita a señalar las desigualdades. En  su último capítulo, se dedica a alentar a las mujeres a escribir:

“Por las buenas o por las malas, espero que ustedes adquieran bastante dinero para haraganear y viajar, para considerar el porvenir o el pasado del mundo, para soñar sobre los libros y demorarse en las esquinas y dejar que la línea del pensamiento se sumerge hondo en el río. Porque no quiero que se limiten a la novela. Si quieren complacerme (y hay miles como yo), escribirán libros de viaje y aventura, de investigación y de erudición, de historia y biografía y crítica y filosofía y ciencia. Con todo eso adelantarán el arte de la novela”

Sin duda, “Una habitación propia” es un texto obligado para las mujeres amantes de la literatura, para las mujeres escritoras y para toda aquella mujer que desee motivarse con las palabras de Virginia Woolf. 

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Las mejores frases de Virginia Woolf en este libro:

“No hay necesidad de brillar. No hay necesidad de ser nadie más que uno mismo”

“Porque las obras maestras no nacen aisladas y solitarias: son el producto de muchos años de pensar en común, de pensar en montón, detrás de la voz única, de modo que ésta es la experiencia de la masa”

“Cierren sus bibliotecas si quieren; pero no hay puertas, ni cerraduras, ni cerrojo que cierre la libertad de mi espíritu”

“Escribir lo que uno quiere escribir es lo único que importa, y que eso importe por siglos o por horas es lo de menos. Pero sacrificar un pelo de la cabeza de tu visión, un matiz de su color para complacer a algún director con una copa de plata en la mano o a un profesor con una vara de medir en la manga, es la más abyecta traición”

“Si nos adiestramos en la libertad y el coraje de escribir exactamente lo que pensamos; si nos escapamos un poco de la sala común y vemos a los seres humanos, no ya en su relación recíproca, sino en su relación a la realidad; si miramos los árboles y el cielo tal como son; si miramos más allá del cuco de Milton, porque no hay ser humano que deba taparnos la vista; si encaramos el hecho (porque es un hecho) de que no hay brazo en que apoyarnos y de que andamos solas y de que estámos en el mundo de la realidad y no sólo en el mundo de los hombres y las mujeres, entonces la oportunidad surgirá y el poeta muerto que fue la hermana de Shakespeare se pondrá el cuerpo que tantas veces ha depuesto”