Desde los estudios de género se entiende al patriarcado como un sistema social, un orden establecido y reproducido por los integrantes de la misma que excluye a las mujeres por considerarlas con menor valía que los varones; esto se lleva a cabo mediante la designación de roles y estereotipos de género particulares, mismos que se incorporan en las personas desde la socialización temprana y que son difícilmente cuestionados.

Ideas generales como el que las mujeres están a cargo del espacio privado y por ende de las labores reproductivas dentro de los hogares debido a que son débiles, sensibles, características asociadas con una suerte de fragilidad que las conducen a buscar como objetivo en la vida encontrar a un varón que las rescate. Por otro lado, los varones son aptos por sus habilidades de fortaleza, asertividad y proactividad para desarrollarse en el ámbito público, el trabajo remunerado y los espacios de toma de decisiones, además de ser magníficos seductores.

El heteropatriarcado por su parte, es aquel sistema de relaciones sociales que privilegia a los varones por razón de género y a la heterosexualidad, es decir, también genera una discriminación por la orientación sexual. Así, el heteropatriarcado genera conductas de exclusión tanto a mujeres como a las personas de la comunidad LGBTI+.

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Cómo se sigue reproduciendo el heteropatriarcado

¿Cómo es posible que este sistema de organización social se siga reproduciendo en sociedades que apelan por la garantía de derechos humanos? La perpetuación de este orden social se genera a partir de la reproducción de los roles y estereotipos antes mencionados y que han llevado a la exclusión, la discriminación tanto de las mujeres como de la comunidad de la diversidad sexual. Por lo que la apuesta que se hace desde el feminismo y los estudios de género es repensar, cuestionar, deconstruir en todos los ámbitos sociales la estigmatización por razón de género u orientación sexual.

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¿El sentido del humor aunado a la libertad de expresión?

Recientemente en México se suscitó un debate en las redes sociales y distintos medios de comunicación cuestionando la pertinencia, la validez de que generadores de opinión o aquellos personajes denominados como influencers emitan juicios a personas con una vida pública visible con sesgos sexistas, racistas, machistas, homofóbos y/o clasistas. La controversia se amplió, ya que había quién defendía el sentido del humor como algo aunado a la libertad de expresión, lo cual no se podía limitar. Por otro lado se cuestionó la violencia que se puede generar por parte de estos personajes y sus discursos que gozan de cierta credibilidad por sus seguidores.

Sin duda es necesario poner en discusión qué discursos se reproducen en el medio social, redes sociales, medios de comunicación y repensar qué consideramos gracioso, divertido o con sentido del humor. Las bromas que llevan un tono machista, racista, homófobo es violencia y a través de los chistes se normaliza favoreciendo entornos de desigualad, y producción y reproducción de un discurso dominante que segrega.

Lo anterior ocasiona la involución de la vindicación de derechos, la deconstrucción de las ideas que tenemos acerca de roles y estereotipos de género, puesto que estas sátiras se llevan a otros espacios de la vida cotidiana como son las escuelas, las oficinas, las mesas familiares, en las reuniones con amistades, mismas que dan continuidad a la violencia y discriminación.

El seguir reproduciendo roles y estereotipos a hombres, mujeres, personas de la diversidad sexual, utilizando la mofa, indudablemente atiza la violencia de género existente en este país y que se ha venido visibilizando fuertemente por parte de colectivos feministas.

Friendly reminder. La violencia se normaliza haciéndola pasar por chiste, se minimiza haciéndola ver como un juego. No...

Publicado por Las brujas del mar en Sábado, 4 de abril de 2020

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Cuestionemos nuestro sentido del humor

Por lo que es necesario repensar, cuestionar nuestros diálogos, nuestras costumbres que como sociedad tenemos, qué lenguaje utilizamos y qué tanto propiciamos la reproducción de estructuras de desigualdad y discriminación.

El derrocamiento del patriarcalismo nos ha llevado a la demanda de políticas sociales y públicas, cambios en las legislaciones, exigencias a nivel de gobierno que favorezcan entornos más seguros para garantizar una vida libre de violencia para las mujeres. Por supuesto que este trabajo a nivel de las altas esferas sociales es valioso y sobresaliente, sin embargo, también estos cambios son necesarios en el plano de la vida cotidiana, que son espacios en dónde pareciera estar menos visibilizado de qué manera se produce y reproduce la violencia de género.

Las transformaciones sociales en favor de las mujeres y de la comunidad LGBTI+, no sólo se posibilitan a partir de las políticas públicas y acciones gubernamentales, nosotras, las personas en el día a día podemos favorecer al derrocamiento del patriarcado y el heteropatriarcado. Por ejemplo, somos capaces de sancionar a estos personajes influencers dejándoles de seguir, exigiendo un cambio en su discurso, de igual manera podemos cuestionar nuestro sentido del humor en la sociedad, en nuestros espacios cotidianos y así desnormalizar las bromas que generan violencia ¿No creen?

Tania Lizbeth Meléndez Elizalde 

Twitter: @MelendezTania20

Socióloga, Maestra y Candidata a Doctora en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM. Docente en la carrera de Sociología en la FES Aragón UNAM. Líneas de investigación: Sociología de la Familia, Sociología de la Religión, Perspectiva de Género, Cambio social y cultura.