Para los funcionarios de los ministerios públicos es más fácil decirles a los familiares de las mujeres desaparecidas “de seguro se fue con el novio” antes de iniciar una investigación. Las autoridades suelen relacionar las desapariciones de las mujeres por problemas familiares, consumo de drogas o alcohol en lugar de entender la complejidad de la violencia que se vive en la Ciudad de México, comenta para La Cadera de Eva María de la Luz Estrada, coordinadora del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF).

Tania, Valeria y Lesvy: Casos de ejemplo 

Un caso fue el de Tania Karina, quien desapareció después de una visita al tianguis de El Chopo, los familiares decidieron esperar un día para denunciar. Después de 15 días de la desaparición en la carpeta de investigación solo estaba la información que los familiares habían dado, lamentaron el hecho de haber confesado que la joven consumía drogas en la adolescencia porque fue usada como pretexto para no buscarla.

Otro caso -que aunque no inició como una desaparición- fue el de Lesvy Berlín quien fue asesinada en junio de 2017; el feminicidio fue catalogado inicialmente como suicidio y el consumo de sustancias y alcohol sirvieron como justificante para intentar cerrar el caso.

De igual forma, en 2017, la desaparición de Valeria, una niña de 12 años terminó en feminicidio. Cuando la menor desapareció tras abordar una combi en el municipio de Nezahualcóyotl y sus padres decidieron denunciar su desaparición, las autoridades mexiquenses “tranquilizaron” a los padres y afirmaron que seguramente su hija “estaba con el novio” y regresaría pronto… pero no fue así, pues 20 horas después su cadáver fue hallado en una combi.

No hay protocolos de búsqueda

En entrevista con María de la Luz Estrada, coordinadora del Observatorio Ciudadano Nacional de Feminicidio (OCDF),  señala que en el tema de desapariciones de mujeres mayores de edad no hay protocolos de investigación, como es el caso de la Alerta Amber que sólo se activa cuando son jóvenes menores de 18 años. Aunque esta alerta tampoco es eficiente “lo único que hacen es mandar oficios, revisar si están en hospitales o en alguna instancia gubernamental, nada más, pero no investigan”, señala Estrada.

Los familiares de las víctimas desaparecidas no denuncian de inmediato, comenta la coordinara del Observatorio, primero utilizan sus propios recursos para buscarlas. “Ellos son quienes dudan del novio o intuyen si estaban con otras personas, utilizan como último recurso denunciar”. Las autoridades recomiendan a los familiares no involucrar a las organizaciones civiles para no “entorpecer” el proceso, nos comenta Estrada.

Uno de los casos fue la desaparición de Evelin Fabiola, una menor de nueve años salió de su casa en el municipio de Tezoyuca en el Estado de México el 29 de mayo del 2014 para comprar tortillas; sin embargo, no regresó y desde entonces no se sabe nada de ella. A su madre, quien murió después de la aflicción de la desaparición de su hija le recomendaron no meter al Observatorio porque entorpecería la investigación. Sin embargo, la madre de Evelin decidió pedir su apoyo y fue cuando el grupo de abogadas identificó que la carpeta de investigación estaba “muy débil”, en cualquier momento podrían liberar a único culpable que tenían encarcelado.

Red de trata de mujeres

Las primeras horas para buscar a las desaparecidas son esenciales porque las redes de tratas se están moviendo rápido, comenta Estrada, “hay algo que las autoridades no quieren aceptar, es que las mujeres están siendo llevadas al norte de país para comercializarlas “.

“Me preocupa que fuera primera plana los datos del Banavin (Banco Nacional de Datos e Información sobre Casos de Violencia contra las Mujeres)” señala Estrada, donde se estipula que los principales tipos de violencia del 2019 fue la sicológica, 44 por ciento; física, 26 por ciento, y económica, 16 por ciento “cuando lo que está operando ahora son redes de tratas que están compuestas por familias enteras, no solo están presenten en el norte del país o Tlaxcala, ya están en la Ciudad de México”.

Según datos de Banavim y la Secretaría de Gobernación (SG), el promedio de edad de las mujeres víctimas es de 33 años, y de 36 años el de los agresores, quienes en su mayoría tienen estudios de secundaria. Al respecto, Estrada identifica que la edad de las mujeres que desaparecen cada vez es menor y las víctimas pertenecen a un entorno precarizado que las convierte más vulnerables.

Las autoridades no quieren aceptar que la violencia hacia las mujeres es un tema más complejo, que rebasa los problemas familiares, de pareja, drogas y alcoholismo. Se justifican al no querer arriesgar a su equipo de trabajo, están coludidos o no quieren aceptar la realidad, asevera la coordinadora del observatorio de feminicidios.