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Robert Kennedy, el magnicidio más público de EU

A 50 años del asesinato del senador Robert Kennedy, uno de los fotógrafos que estuvo presente esa noche habla sobre su vivencia.

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Existieron tres grandes magnicidios en Estados Unidos en la década de los 60: El de John F. Kennedy y el de Martin Luther King, los cuales fueron vistos por unos cuantos, y el de Robert Kennedy, que tuvo cientos de testigos, decenas de fotógrafos y fue transmitido en directo.

Boris Yaro fue uno de los fotógrafos que estuvo presente ese día y uno de las tres personas que estuvo cerca de Kennedy en el momento de su muerte. Él es el autor de la histórica fotografía del asesinato del senador el 5 de junio de 1968.

En una entrevista para El País, en su casa localizada en el norte de Los Ángeles, Yaro, quien tiene 80 años y aún vive con secuelas de ictus, comentó que no le gusta mucho de hablar de esa noche, en la que no tenía que haber estado.

Un día antes del magnicidio se celebraron las primarias demócratas de California, las que Kennedy tenía que ganar para poder ser nominado a presidente. Para este momento, el senador ya había consolidado una campaña que le hablaba a pobres, minorías y jóvenes que estaban contra Vietnam. Para el momento de su victoria sus seguidores le preparaban una fiesta en el hotel Ambassador.

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Esa noche, Yaro hizo una llamada a la redacción de Los Angeles Times y recibió la noticia de que podía irse a su casa, pues no había más trabajo que hacer. Sin embargo, no lo hizo. Decidió acercarse a la fiesta de Kennedy, ya que vivía cerca, con el objetivo de tomar fotos que le servirían, por lo menos, de recuerdo del discurso.

Cuando se le notificó a Kennedy del resultado de las primarias, caminó al salón donde sus seguidores esperaban. “Boris te lo has perdido”, le dijo su amigo Richard Drew, del Pasadena Star News, pues Yaro estaba distraído con su cámara, cuando el senador había pasado. Boris había perdido su momento.

Después de su discurso, Kennedy era esperado en Chicago para voltear la convención democrática. Bajó del podio y volvió a la cocina por donde había llegado. Boris fue detrás de él y llegó a tiempo para ver el momento en que el senador saludó a trabajadores, al entrar en la despensa.

Boris cuenta que había muchas personas que lo rodeaban y de pronto escuchó lo que pensaba que eran juegos pirotécnicos. “¿Pero qué es esto? ¿Petardos?”

El fotógrafo se dio cuenta que le disparaban a Kennedy hasta el momento en que pudo ver su arma. La gente, que espantada se hizo a un lado, sin darse cuenta dejó un pasillo donde quedaba expuesto el senador que sólo “levantó las manos para protegerse”.

Quien disparó fue un joven Sirhan Sirhan, de 24 años, quien disparó ocho tiros de los cuales cuatro impactaron en Kennedy. Otras cuatro personas fueron heridas. Después de una investigación se concluyó que Sirhan era un débil mental que estaba obsesionado con asesinar a Kennedy.

Actualmente Sirhan sigue cumpliendo con su cadena perpetua en una prisión de California.

Sirhan se iba acercando conforme disparaba, los primeros los realizó a tres metros de distancia y el último a menos de un metro. En ese momento Kennedy caía y se protegía la cabeza con sus manos.

En el momento de su último disparo, todo mundo se abalanzó sobre el atacante. La pistola cayó al suelo y Boris asegura que la levantó. “El mango estaba caliente, de haberla llevado en la mano mucho tiempo”.

El fotógrafo confiesa que, a pesar del caos desatado, él intentó concentrarse en tomar una foto. “La gente gritaba. Yo intenté abstraerme del ruido y concentrarme en la foto. Me acerqué con la cámara”.

Realizó tres fotos de Kennedy en el suelo, con un chico del hotel, uniformado. Ese chico de 17 años es Juan Romero, un inmigrante mexicano que trabajaba como “chico de recados” en el hotel. Romero contó, a Los Angeles Times, que inmediatamente tomó la cabeza e intentó colocarle un rosario en la mano. “¿Están todos bien?”, fue lo último que dijo Kennedy antes de perder el conocimiento.

Yaro se encontraba cercano a esta escena cuando una señora comenzó a reclamarle para que no hiciera fotografías. “Maldita sea, señora, esto es historia”, le contestó molesto.

Boris salió a buscar un teléfono para comunicar lo sucedido. Bill Thomas, jefe local quien contestó la llamada le pidió que llegara inmediatamente. “No recuerdo haber parado en ningún semáforo”.

Entregó el rollo a otro fotógrafo para que revelara las imágenes mientras que él hablaba con un reportero para contarle lo que vivió. Boris confiesa que después entró al cuarto oscuro a llorar. Ese día salió de la sede del periódico a las tres y media de la mañana.

Desde entonces ha querido evitar encontrarse con testigos o supervivientes de esa noche. Le incomoda pensar que de esas elecciones había sido elegido presidente Richard Nixon.

Juan Romero cuenta que esa noche, luego de dar su testimonio a la policía, a las 6:30 de la mañana del día siguiente, volvió a su casa con las manos todavía manchadas de sangre que le brotaba a Kennedy por el oído derecho, lo cual es visible en la fotografía. Una señora lo reconoció en la calle y le mostró la fotografía, “Esa es la primera vez que vi la foto. Y nunca quise volver a verla”.

(Con información de El País)

CMO

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