DESBORDAMIENTO DEL RÍO

A un año de la inundación: Tula está en el olvido, con miedo y sin recuperarse

Familias de Tula viven endeudadas y con miedo de que se vuelva a desbordar el río con las aguas residuales del Valle de México

A un año, los damnificados de Tula continúan sin volver a la "normalidad".
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Escrito en HIDALGO el

TULA.- La noche del 6 septiembre de 2021 cambió la vida de habitantes como Valentín, María Guadalupe y Sofía, las descargas de agua del Valle de México en el río Tula se desbordaron en el centro del municipio, sus casas y comercios quedaron sumergidos en dos metros de lodo, murieron 17 personas, perdieron millones de pesos y se quedaron con la incertidumbre de una nueva inundación.

A un año de ese suceso, comerciantes no han recuperado sus negocios al cien por ciento, familias abandonaron sus casas o las habitan con los estragos que dejó la inundación, viven con miedo, endeudados y sin lo bienes materiales que, por años, fueron comprando; mientras que las autoridades “se olvidaron de que se inundó Tula”.

Sin apoyo reabrieron un local

Valentín Martínez Mendoza, comerciante, recordó que el 6 de septiembre regresaba al municipio después de comprar mercancía cuando vio que el río estaba a su máxima capacidad y las calles comenzaban a llenarse de agua.

Cuando llegó al mercado, como a las 19:00 horas, el agua no entraba aún, fue a su casa a dejar a su hijo, que cursaba la secundaria en ese entonces, y la mercancía, para después regresar con su esposa al mercado. La pareja vio que el agua comenzaba a entrar y abrieron sus locales para poner en una mesa su mercancía, pensaron que solo subiría unos centímetros, pero en cinco minutos les llegaba hasta el pecho, al final, la inundación alcanzó 2 metros de altura.

Valentín y su esposa salieron para resguardarse, vieron como las cosas comenzaban a flotar en el agua, su camioneta quedó tapada por el desbordamiento del río Tula.

En unos minutos el trabajo de 30 años se perdió. Tenían tres negocios: una papelería, mercería y venta de cinturones y sombreros. El afectado calculó las pérdidas en casi un millón de pesos, el último local tenía mercancía de temporada para fiestas patrias y navidad (600 mil pesos); en el de papelería copiadora, impresora, computadoras y demás material relacionado (350 mil).

“Buscamos la manera de salir adelante a través de préstamos, con grupos financieros, buscamos apoyo de familiares, conocidos, para poder tener un capital considerable para poder empezar”.

El primer préstamo fue por 70 mil pesos, sirvió para retomar los tres negocios, pero en un solo local; solo alcanzó para comprar poco de cada uno. La familia terminó de pagar el crédito hace dos meses, pero aún tiene deudas con proveedores y familiares; además, en la preparatoria y universidad a la que acuden sus hijos también tiene saldos pendientes, por colegiaturas, pues, aunque le dieron facilidades de pago, aún no logra solventar ese gasto, ya que son escuelas privadas.

“La situación ha sido difícil, por nuestros propios medios hemos salido adelante”, refirió.

Asimismo, aseguró que el apoyo de gobierno federal, estatal y municipal ha sido escaso, pues incluso para la limpieza del lugar solo les ofrecieron artículos y pintura blanca, que se caía con la humedad.

Las labores de limpieza concluyeron dos semanas después y la rehabilitación del espacio, como colocar azulejo nuevo, corrió a cargo de los comerciantes, quienes después de insistir por ayuda, la Delegación de Programas para el Bienestar, les ofreció 10 mil pesos, un refrigerador, una estufa y un colchón.

“Pero eso para qué nos servía a nosotros, queríamos reparación del daño para poder iniciar con nuestro negocio, porque es de lo que vivimos, pagamos gastos de la escuela, comida, todo”.

El propósito de Valentín es recuperar sus tres locales y que los tres órdenes de gobierno paguen los daños “por la negligencia” que desbordó el río el Tula, por lo que seguirá insistiendo en que se les repare el daño.

“Ellos se olvidaron desde un principio (del siniestro), porque no hubo nada de intención de acercarse y ver la manera de apoyar, ellos piensan que se nos olvidó a nosotros, pero no es así. Si nos hubiéramos olvidado de trabajar porque no recibimos ni un apoyo ¿Qué hubiera sido de nuestros hijos?”, recriminó.

Sin protocolos y con miedo

Otra comerciante del mercado, María Guadalupe, recordó que estaba en casa descansando cuando se enteró, a través de redes sociales, que comenzaba a subir el agua, su esposo fue a revisar el local para subir algunas mochilas a las mesas que tenían ahí, pero “llegó un momento en que el agua era demasiada” y tuvo que ponerse a salvo.

Al otro día, a las 6 de la mañana, no pudieron pasar y tuvieron que esperar unos días a que bajara el nivel del agua; mochilas, ropa, cubrebocas, todo lo que vendían quedó inservible y fue directo a la basura, las pérdidas las calcula en 100 mil pesos, aunque podría ser más, pues también perdió una máquina de coser y tuvo que pagar la reparación del piso.

“Entre todos (los locatarios) sacamos la mercancía, Copriseh estuvo aquí en todo momento vigilando, dijo que primero se iban a limpiar las carnicerías, verdulerías y al último nosotros, que es de mercancía varia: ropa, mochilas, hilos. Nos dejaron abrir después de limpiar todos los pasillos”, recordó.

El agua alcanzó los 2 metros de altura y tardó una semana en descender, pero fueron otros días más para limpiar. A un año de la inundación, las ventas aún no repuntan como desearía y debe pagar préstamos, pues tuvo que reponer su máquina de costura, hilos y mercancía del negocio.

“Primero empezamos con poco, te privas de muchas cosas para hacerlo crecer, otra vez comprar más, para la comida y los gastos, hasta ahora ha sido un proceso difícil, porque no solo es comprar mercancía”.

Aunque logró reabrir su negocio, aún tiene temor de que ocurra una situación similar como la de septiembre del año pasado, pues “otro golpe” no lo soportaría.

“Ya no está uno en paz, hace poco nos dijeron que ya venía una descarga de agua de la Ciudad de México y ya estas nada más con el temor de si volverá a pasar o no, ahora ya sabemos que si pasa sería muy fuerte, sabemos lo que puede pasar, creo que todos estamos con el temor, todavía no logramos recuperarnos”, expresó.

Después de lo sucedido, los comerciantes no tienen un protocolo sobre cómo reaccionar ante una situación de riesgo, como una inundación, solo a través de mensajes se les informa que deben sacar sus cosas cuando hay una descarga de agua.

En ese sentido, hizo un llamado al gobierno de Julio Menchaca Salazar para que “nos venga a ver, aunque varios compañeros están trabajando normalmente, que venga a ver de qué manera estamos, sí, estamos con nuestros negocios, pero de qué manera lo hemos conseguido, estamos endeudados… la verdad no estamos al cien por ciento como veníamos trabajando”.

La familia de Sofía no tiene muebles

Para Sofía Ángeles y su familia no ha sido fácil reponerse después de un año de la tragedia. El 6 de septiembre vio su patrimonio de 26 años quedar bajo el agua, en el fraccionamiento Chapultepec.

Después de ese día, la familia rentó una casa en otra localidad, en Tula. Sofía debía pagar pasajes todos los días para vigilar su vivienda y su hija iba al trabajo, por lo que regresaron al fraccionamiento a alquilar uno de los inmuebles que no fue afectado por el agua.

En esta última vivieron por cuatro meses, mientras limpiaban, lavaban y sanitizaban la casa que compró su esposo con su crédito Infonavit, cuando trabaja en Elektra. A su hogar le retiró el yeso, puertas, azulejo. El pago de albañiles y materiales corrió a cargo de su hija, quien destinó sus ahorros.

Mientras se llevaban a cabo los trabajos, la vivienda que rentaban por 2 mil pesos mensuales más servicios, solo contaba con una mesa y una sala, por lo que debían comprar todos los días comida (solo por dos meses), hasta que una vecina abrió un comedor comunitario para damnificados.

Cuando la Secretaría del Bienestar les entregó 10 mil pesos, un refrigerador, un colchón y una estufa, Sofía cocinaba para ahorrarse ese gasto.

No es fácil reponerse, mi hija es la única que trabaja y es la que nos da para todo, no tenemos otra entrada más que la tienda, pero como mucha gente se fue tenemos pocas ventas, antes había gente y de aquí salía, pero ahora ya no”, comentó.

Después de que los albañiles concluyeron con los trabajos, la familia regresó a su casa, pero no ha logrado recuperar todas sus pertenencias, aunque le regalaron dos camas individuales y sus hijos, que trabajan en Querétaro y Toluca, le compraron una sala y un refrigerador, aún faltan muchas cosas.

Respecto a la tienda, con la que lleva 10 años, su hijo de Querétaro le ayudó a abrirla de nuevo hace seis meses aproximadamente; aunque no está tan surtida como antes de la inundación, agradece poder recuperarla poco a poco.

En la zona resultaron afectadas 85 casas y solo están habitadas alrededor de 12. “Luego vienen (los vecinos) a ver sus casas y les pregunto cuándo regresan, pero dicen que se van a esperar a ver si no se inunda otra vez, que se pasarían para enero, no quieren meter dinero a la casa por si otra vez se inundan y volver a gastar.

“Pero yo les digo ‘no creo que nos hagan lo mismo, sería una vergüenza para ellos’ ¿Cómo nos van a echar otra vez el agua? Mucha gente se fue con sus familias, hermanos que les prestan sus casas, están rentando, nosotros no tenemos a donde ir y las rentas están bien caras”, refirió Sofía.

A un año de la inundación de Tula, considera que las autoridades se olvidaron de lo sucedido, pero a ellos les dejó estragos: enfermedades, ansiedad, aunque pasó un año, ella siente que solo han pasado ochos días.

“Da coraje, tristeza, es una impotencia de que no puedes hacer nada ¿A quién le pedimos que nos ayude? Quedarse sin nada de un día para otro, trabajar toda tu vida para que en cinco minutos te quedes sin nada. Tenía un refri de cuatro puertas, en aquel tiempo me costó 8 mil pesos, ahorita pregunté y cuesta 45 mil pesos, cuándo voy a recuperar eso si no tengo ni trabajo”, recriminó.

Autoridades escuchan, pero no solucionan

Los tres órdenes de gobierno escuchan las inquietudes de la ciudadanía y de la sociedad civil organizada pero no da soluciones, tampoco ha emitido un plan de protección civil que diga cómo reaccionar ante un siniestro como el desbordamiento del río o algún incidente en la refinería o termoeléctrica que hay en la región.

Lo anterior fue expresado por Noé Paredes, presidente de la organización civil Unidos por Tula, quien aseguró que la Conagua tampoco ha tomado en cuenta sus propuestas para combatir de raíz la problemática del río.

Refirió que los trabajos que se realizan para el revestimiento del afluente son deficientes, pues incluso algunos trabajos presentan daños estructurales y fisuras que pondrían en riesgo de nueva cuenta a la ciudadanía.

“Nos hemos asesorado con dos técnicos, uno tulense, uno de ellos tiene experiencia en el manejo de hídricos, como ríos, tiene experiencia en el extranjero y otro en obra pública, que se apoyan en técnicos nacionales e internacionales para ver las opciones y corregir el problema de fondo, no queremos que nos vengan a poner solo un parche y termine con nuestros ríos, porque este es un río contaminado, pero está vivo”, expresó.

Sobre la inundación de septiembre, señaló que desde un principio solicitó que se realicen las investigaciones, pues a Tula la inundaron.

“Por la irresponsabilidad de algunos funcionarios, la falta de atención a la infraestructura, como presas y vasos reguladores, por falta de protocolos en materia de protección civil, que a la fecha no existen, nosotros desde un principio decimos que hubo negligencia y se debe investigar, porque hubo 17 muertos”.

Aunque han solicitado información sobre la decisión de enviar el agua del Valle de México a Tula, el gobierno federal la clasificó de seguridad nacional, por lo que no tienen acceso a esta; sin embargo, están planeando hacer una denuncia por la violación a los derechos de los habitantes de la ciudad tolteca.

“Hablamos que hay más de 30 mil damnificados por la inundación, pero en realidad somos más de 130 mil, porque todos los que vivimos en Tula fuimos afectados. Los trabajos en el revestimiento del río Tula son ineficientes y deficientes, les hemos presentado N cantidad de estudios donde decimos que la solución es el desazolve de presas y vasos reguladores río arriba, para que puedan ir regulando las venidas de agua”, pero no les han hecho caso.

Además, aseguró que la asociación civil presentó una técnica para no cimentar el río y utilizar un tipo de cimentado ecológico que permita la vida en el afluente, pero la respuesta de Conagua, aseveró, “fue que sí lo conocían, pero que es muy caro y no hay presupuesto”.

Por lo que consideró que solo están poniendo paliativos y no combatiendo la problemática de fondo, como sanear el agua antes de que llegue al río Tula, y no siga recibiendo desechos de la Ciudad y Estado de México.

“Por eso decimos que a los tulenses nos tratan como de segunda o tercera, sí vemos el derroche de dinero y presupuesto en obras federales, una refinería que arrancó con 8 mil millones de pesos en inversión y terminará en 20 mil millones y para eso sí hay dinero”, recriminó.

En ese sentido, dijo que la organización dialogó con el exgobernador Omar Fayad Meneses, el alcalde de Tula, Manuel Hernández Badillo; el gobernador, Julio Menchaca Salazar; así como los titulares de Aguas de la Ciudad de México, Ecología, Conagua, Gobernación, entre otros.

“Claro que cuando tú le preguntas a la gente de gobierno (cómo han ayudado a los damnificados), te dicen, ‘pero claro que sí los escuchamos’, ‘sí platicamos’, pero el problema es que sí lo hacen, pero no nos resuelven; te dicen ‘pero sí estamos haciendo una obra’, sí, pero una obra irresponsable que no va a resolver los problemas”, refirió.

En ese sentido, dijo que se le ha quedado a deber a Tula, pues si el gobierno del estado o municipal se pusieran difíciles taparían “el caño” a la Ciudad y Estado de México.

Hizo un llamado a las autoridades para que se rescaten el municipio y esta labor la vean más como una inversión, pues es la región que alberga una refinería y una termoeléctrica, además de ser la zona que más aporta económicamente al estado.

“Sabemos que no es culpa de este gobierno, ni les estamos echando la culpa de este deterioro, pero pedimos que ya empiecen a trabajar, sabemos que de un día para otro no vas a tratar las aguas que generan millones de personas del Valle de México. El río ya no trae solo desechos humanos, sino industriales y ahí estamos hablando de otra problemática … sabemos que hay cosas que van a tardar años, si el daño se causó hace 50 años, sabemos que no se va a arreglar en uno, pero que empecemos a trabajar de la mano”, refirió.

Además, pidió trabajar de manera urgente en un plan de protección civil para Tula, pues a un año de lo sucedido, aun no hay un protocolo que ayude a saber cómo actuar ante un siniestro.

“Tula es un polvorín, porque tenemos la refinería más grande de América Latina, la termoeléctrica y no hay un plan de protección civil y eso es grave”, por lo que pidió atender el tema sin “apasionamientos”.

Dos metros bajo agua residual 

De acuerdo con datos de la organización Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), aproximadamente 70 mil personas perdieron su patrimonio durante el desbordamiento del río Tula.

Dean Chanim, doctor en antropología por la universidad de Stanford, quien realizó su especialización posdoctoral en la Universidad de Princeton acerca de la problemática del sistema de drenaje del Valle de México, resaltó el sacrificio de zonas marginadas y de la periferia que realizan los encargados de los Sistemas de Agua de la Ciudad de México (Sacmex) y de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) cuando los drenajes de la Ciudad y Estado de México rebasan su capacidad.

Sin embargo, esta hipótesis fue negada por el presidente de la República Andrés Manuel López Obrador, en la conferencia matutina del 7 de septiembre, aseguró que el desbordamiento del río Tula fue por las lluvias anormales que se presentaron en la zona.

Pero dos meses después, Conagua presentó un informe en el que reconocía que la inundación fue provocada por las descargas al río Tula procedentes de la Ciudad de México por medio del Túnel Emisor Oriente (TEO).

Además, el documento refiere que las autoridades conocían que había riesgos de inundación desde 2009, según el Atlas de Riesgo de Hidalgo, pues el proyecto fue diseñado como una alternativa para evitar inundaciones en la capital del país y zonas conurbadas.

El doctor Chanim defendió que desde hace 70 años existe una solución a las inundaciones del Valle de México sin sacrificar a los municipios de la periferia, y esto es ampliar la retención del Valle de México.

Conagua aseveró en el informe la inundación del 6 de septiembre generó escurrimientos en la Sierra de Guadalupe, el colapso del drenaje de Ecatepec, el desbordamiento del canal de aguas negras de Chimalhuacán y el incremento en los niveles de las presas que regulan el río Tula.

La activación del Protocolo de Operación Conjunta del Drenaje Profundo del Valle de México permitió bombear aguas pluviales y residuales procedentes de la capital al río Tula, pese a que su cauce y sus presas estaban ya por encima de su capacidad.

El caudal del río Tula estaba a 500 metros cúbicos por segundo (m³/s) cuando su capacidad natural es de 250. Del total circulante, 150 metros provenían de las descargas de Ciudad de México, 92 de la cuenca de Tula y el resto del Río El Salto y la presa Requena, con el transcurso del tiempo los niveles incrementaron más de 100 metros.

sjl