OPINIÓN

Inicio de año

Los pensamientos rumiantes se presentan cuando constantemente tenemos un pensamiento que nos invade, que queremos olvidar, que queremos dejar, pero no podemos dejar de pensar

Twitter: @MtzmonterPsic
Opinión | Miguel Ángel Martínez, columnista LSR Hidalgo.Twitter: @MtzmonterPsic
Escrito en HIDALGO el

Hace un par de semanas, ya en el espíritu del fin de año y los últimos eventos y lectura de poesía, me encontraba platicando con un colega y amigo, quien me decía que él no quería vivir de viejas glorias, que él no quería que pasaran 10, 15 o 20 años y seguir hablando de aventuras y escritos en su juventud. Que eso lo vio con otras escrituras y que le parecía triste, que no querría vivir así, sino estar en un constante presente. Esta idea ha venido completando muchos sucesos alrededor de experiencias (como ésta), constantes y cotidianas que permiten replantear posibilidades.

Yo coincido: la vida es corta como para estar en una constante añoranza. Es cierto que los momentos se suceden y tendemos a mirar al pasado con nostalgia. Tal vez por cariño o porque es un espacio seguro porque no se puede modificar, a diferencia del presente, que constantemente tenemos la incertidumbre de en qué terminará lo que estamos viviendo.

Para casos de pensamientos rumiantes (estos pensamientos que se presentan cuando constantemente tenemos un pensamiento que nos invade, que queremos olvidar, que queremos dejar, pero no podemos dejar de pensar) hay estudios que han propuesto diferentes estrategias: la primera es, “simplemente” pensar en otra cosa. Pongo el simplemente entre comillas porque, si fuera tan fácil, no se requeriría de apoyo profesional ni estudios. Esta técnica tiene un principio base: nosotros no podemos enfocar nuestro pensamiento en dos cosas a la vez, así que o pensamos una cosa, o pensamos otra. Si somos conscientes de que hay un pensamiento que se vuelve rumiante y que no lo queremos pensar, entonces no tenemos qué concentrarnos en olvidado, porque la concentración se va al no olvidar, a la negación del acto, pero no podemos negar algo que no entendemos. Entonces, lo que ocurrirá es que el pensamiento será: Negar algo. Sí, pero ¿negar qué?, y regresaremos a la idea base porque tenemos qué confirmar aquello que queremos negar, entonces los esfuerzos no funcionan.

La propuesta sería: Piensa otra cosa, algo que te haga sentir bien, algo que te tranquilice, algo distinto, lo que sea, pero al cual regresar en ese momento de ansiedad.

Así como esta estrategia busca calmarnos a través de otro pensamiento, podemos ver el caso que me decía mi amigo sobre su conocida: probablemente la persona no está de acuerdo con lo que le ha tocado vivir, tal vez tenga cuestiones qué resolver, que haya perdido algo en el camino de los años, entonces, ¿qué le quedaría? Tal vez regresar a ese espacio 10, 15 o 20 años en el pasado, en que las cosas eran felices y se alegra de recordar.

Esto ¿está bien o mal? Ninguna. Todos requerimos recordar momentos buenos y malos, ya sea para reconsolidarnos como personas, ya para recordar y ser felices con recuerdos. El problema no es recordar, el problema es olvidar el presente en pos de ese pasado ya delimitado.

Otro amigo me ha dicho que “somos las versiones que quedan de nosotros para el resto de nuestras vidas” y eso implica que entonces tenemos qué aprovechar el tiempo, porque si no lo hacemos ahora, que somos los más jóvenes que quedan de nosotros por el resto de nuestras vidas, entonces ¿cuándo lo haremos? El momento de actuar también es ahora.

Aparecen preguntas en el horizonte, aparece a gran velocidad y se detiene justo frente a mis ojos y no me permite voltear la mirada ¿en dónde termina el pasado y comienza el presente? ¿cuánto tiempo puedo dedicarle al pasado y al presente? Las respuestas aquí me parecen personales: dejarse seducir tanto por el presente como por el pasado es muy fácil (tal vez en algún momento hablaremos sobre lo seductor del pensamiento sobre el futuro). Pero la respuesta será individual.

Es fácil pensar en que “hemos aprendido”, que somos mejores que antes y que nos estamos construyendo y deconstruyendo. A veces es muy fácil regresar y mostrar esos momentos de aprendizaje que fueron dolorosos, y es grato porque los recordamos, sabemos que los superamos y son pequeñas victorias que dan sentido y le dan calidez a nuestras almas, pero a veces no pasa lo mismo con situaciones más inmediatas.

A veces, pasa que nos volvemos a equivocar: hace unas semanas, hace unos meses… esta misma semana, hoy, hace unas horas. ¿Y qué hacemos con esos errores?, ¿los notamos?, ¿intentamos hacer algo?, o le damos vuelta, y creemos que hemos crecido lo suficiente y no nos replanteamos más cambios.

Es fácil y es bonito hablar de los errores pasados, o de cómo nos preparamos para enfrentar los futuros… pero lo cierto es que el error siempre, por más preparados que estemos, será doloroso. En el pasado lo fue, lo sabemos. Pero el pasado se queda en un momento en el que, a la mejor, hoy, ya no duele, o si lo hace, puede ser un poco o mucho menos. Y como sea, la constancia es que cada vez es un poco menos, y eso nos va poniendo en control del pensamiento o la emoción, y como sea, nos hace sentir mejor.

Amigos, amigas… seguiremos cometiendo errores, tratemos de estar preparados y disfrutemos de las pruebas superadas, pero aceptemos que habrá dolor, que aún faltará crecimiento y que será doloroso. Las personas y sus sistemas no somos perfectos, somos prefectibles (siempre podremos mejorar) y por esa misma razón, siempre habrá un siguiente paso. Los invito, este año, a permitir sentir nuestras heridas, permitir trabajarlas, reflexionarlas, entenderlas, aprender. Cada uno sabrá si requiere cambiar hábitos, aprender a respetar, poner límites, desacelerar o acelerar… cada uno sabe hacia dónde quiere crecer y lo podremos ir haciendo, pero el camino es sinuoso, empedrado y lleno de espinas. Es imposible no salir herido, pero un paso dado nos pondrá un paso delante de donde estamos para ser la persona que queremos.

Este inicio de año deseo, de todo corazón, que sigamos creciendo juntos. Como sociedad, como profesionales… pero, sobre todo, como personas sensibles, heridas, a veces desarmadas. Seguramente, por extraño que parezca, igual de deseantes de amar y ser amados que hace mucho tiempo. Aprendamos a amar y amarnos un poco mejor a como lo hicimos el día de ayer, para poder volver la vista de vez en vez, cuando lo requiéranos, no necesariamente solo para crecer, a veces es necesario volver, para recordar que las experiencias en su momento dolieron, como tal vez duele hoy, pero que una vez pasado el proceso, el camino se ensancha un poco más.

Amigvs, familia, seres queridvs, lectorvs. Les deseo que este año procuremos cuidar de nuestras heridas, pero sigamos avanzando juntos, y no nos quedemos viviendo una vida que ya acabó, sin dar esos pasos necesarios.

Opinión | Miguel Ángel Martínez, columnista LSR Hidalgo. Twitter: @MtzmonterPsic