Pachuca.— Faustino García y Carmelo Vargas son dos artesanos que reparan y visten a niños dioses desde hace más de cuatro décadas. Cada año colocan sus puestos en el atrio de La Asunción, una parroquia fundada en 1528, uno de los centros religiosos más tradicionales de Pachuca. Los dos coinciden en que los tiempos han cambiado, cada año hay menos ventas debido a que hay menos gente interesada en los rituales religiosos como es la celebración del Día de la Candelaria, que marca el término de 40 días, desde el nacimiento de Jesús de Nazareth hasta su presentación en el templo.
Las figuras adquieren significado divino para las familias
Faustino García se dedica a restaurar Niños Dios y otras figuras religiosas. Desde hace 45 han pasado por sus manos infinidad de esculturas que son veneradas o que tienen un significado religioso profundo para las personas que acuden a él.
Don Faustino, acompañado por sus hijas y un ayudante, colocó su puesto en la explanada de la iglesia de La Asunción, ubicada en el centro de Pachuca, donde hace milagros con algunos de encargos que le han llegado en vísperas del Día de la Candelaria, que se celebra el 2 de febrero.
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Entre pinceles, pintura y yeso interviene las figuras, algunas requieren restauración mínima, pero hay otras que literalmente llegan en pedazos, esas requieren de una labor a fondo.
“Se arreglan los dedos, pero luego vienen como rompecabezas, vienen bien deshechos, pero más más lo cotizado son los dedos. Y después de ahí el proceso viene pintarlo, arreglarlo y dejarlo como nuevo. Van llegando así, como los de allá”, dice, mientras señala una mesa de esculturas desgastadas o rotas.
Entre todas estas esculturas, destaca una que está resguardada en una caja de cartón. Es de un Niño Dios que tiene décadas de antigüedad. Su cabeza y cara están rotas; su cuerpo, hecho pedacitos.
La figura requiere de una restauración completa, incluso sería más barato comprar uno nuevo que la restauración, pero don Faustino señala que la devoción y el cariño no tienen precio. Sus clientes pagan, aunque sea caro el arreglo. Aclara, sí quedan algunas cicatrices en las figurillas.
“La gente tiene mucha devoción, cariño por milagros, quizá. Yo por ese trabajo ando cobrando unos 350 a 400 y me tardo unas tres horas, pero como les digo yo, yo los armo y así van quedando, y ya después se pinta. Hay otros lados que últimamente lo que hacen es tirar el cuerpo y les ponen nuevo. Cuando vienen rotos a fuerzas queda una pequeña cicatriz. Si fuera nuevo no queda ni una, ¿por qué? Porque es un molde completito liso”.
Aunque todo el año se dedica a la restauración de figuras religiosas, es en esta época del año cuando la demanda se incrementa. Llega a recibir hasta 600 esculturas para hacerles retoques o restauración, aunque admite que la demanda ha disminuido en los últimos años.
“Ha bajado mucho. ¿Por qué? Porque la mayoría ya cambió de religión, o ya no profesan la religión y todo eso, sí ha cambiado mucho”. Pese a ello, asegura que siempre está a la orden y quien necesite un trabajo puede localizarlo en el teléfono 771 259 2325.
Una inquietud desde pequeño
Faustino García comenzó a sentir inquietud por moldear figuras a los ocho años. Recuerda que lo hacía con plastilina, hacía los deditos del Niño Dios con este material, “de ahí me fui agarrando poco a poco hasta que aprendí”, cuenta.
El amor a su oficio lo ha heredado a sus tres hijas, dos de ellas lo ayudan en su taller provisional, ubicado en el atrio de la iglesia de La Asunción. Han aprendido a resanar, pintar y restaurar las figuras. Con paciencia, les colocan pestañas, pintan la cerámica y los dejan como nuevos.
El restaurador afirma que por las noches trabaja mejor, sin el bullicio de las personas que visitan el lugar, debido a que, como él, se colocan decenas de puestos que ofrecen vestidos y reparaciones de Niños Dioses en el atrio de La Asunción.
Carmelo: Una vida vistiendo al Niño Dios
Carmelo Vargas es uno de los comerciantes que se instala en el atrio de La Asunción. Lleva más de cuatro décadas vistiendo al Niño Dios con diferentes tipos de ropones, todos confeccionados a mano y de manera tradicional.
A diferencia de otros puestos, el de don Carmelo resalta por la variedad de vestidos blancos y beige, caracterizados por su sencillez y pulcritud, es el sello de la casa, que atrae a las personas que no buscan nada ostentoso para su Niño Dios.
Carmelo pertenece a la cuarta generación de su familia que se dedica a este oficio, el cual también practican sus hermanos y gran parte de la familia. Creaciones Arvic es el nombre de la empresa familiar. Para él es tradición vestir al Niño Dios durante esta época.
“Todos nos dedicamos en esta temporada tanto a vestir como a reparar niños. Yo siempre he estado aquí en Pachuca, pero mis hermanos andan en las plazas, en los tianguis. Platican que, desde mi abuelita, toda la familia se enfocó en esto”, comenta a La Silla Rota Hidalgo.
Con los años ha perfeccionado la confección de los ropones, todo hecho a mano, aunque cada año enfrenta más competencia, sobre todo, los comerciantes que ofrecen por catálogo y son más ostentosos, pero realizados en fábrica y en serie.
“Todo aquí es cocido a máquina, nada es pegado, todo es cocido y los costos son más accesibles, lo hacemos de la mejor calidad que se pueda, pero sí nos sale un poco mejor confeccionarlos, que comprarlos”, menciona.
Sus precios oscilan entre 80 y 250 pesos, que resultan más económicos que la mayoría, pues dentro de la oferta que existe en los puestos colocados en la zona, hay ropones que superan los 500 pesos, dependiendo del tamaño y los accesorios que lleven.
Pequeños milagros
Al trabajar de manera tradicional, don Carmelo señala que la labor para confeccionar los vestidos comienza a partir de marzo, para preparar los ropones que se venderán el próximo año, y encuentra gran satisfacción cada vez que viste un Niño Dios, pues asegura, se efectúa un pequeño milagro en cada uno de ellos.
“El vestirlo me gusta porque a veces cuando lo hago veo que le cambia su carita, como que sonríe. Si no le gusta como que no le queda, el niño se ve triste, y en cambio cuando le gusta, sonríe y su carita resplandece”, sostiene.
Este año, la venta ha estado un poco floja, en la víspera del Día de la Candelaria, espera que este 2 de febrero haya mayor afluencia de personas que acudan a vestir a su Niño Dios, aunque coincide con don Faustino en que se ha perdido un poco la tradición.
“Ha bajado mucho, ya no es como antes, sí se ha perdido un poco poquito, antes de la pandemia ya se veía el bajón, y después de la pandemia fue más notorio”.
Pese a ello, Carmelo Vargas continuará con este oficio, pues lleva toda una vida realizándolo y mientras les den permiso de ponerse ya sea en La Asunción o en otros lugares, estará ahí.
“Yo empecé desde el Río de las Avenidas, en la bajada de Patoni, en el portal, donde sea que nos han puesto, y aquí andamos y andaremos siempre”.
sjl