Pachuca.— Una celebración de fieles creyentes de la iglesia Católica es el 2 de febrero, Día de la Candelaria, fecha con la que se da por concluida la época de Navidad y en la que se acostumbra levantar al Niño Dios del pesebre para vestirlo con distintas representaciones religiosas y llevarlo a misa para ser bendecido.
Flor Nayeli Barraza es contadora y desde hace 30 años se dedica a elaborar ropones para vestir a Niños Dios, es una tradición familiar en esta temporada -que inicia una semana previa al 2 de febrero-, en la que se conmemora el nacimiento del hijo de Dios y las bendiciones para las familias creyentes.
“Mi abuelita fue la que inició este oficio, hace más de 50 años. Yo la apoyo desde hace 30 años vistiendo niños, nosotros elaboramos todo lo que es vestido, capas, mandamos tejer el calzado y compramos los accesorios. Para la temporada nos preparamos todo un año y nos instalamos ocho días antes del 2 de febrero, que es el último día y volvemos a iniciar el ciclo”.
Ella y su familia elaboran ropa de representaciones como el Sagrado Corazón, Niño de la Salud, el Niño del Trabajo, de la Misericordia, la Abundancia, San Judas Tadeo y Juan Diego, y los Niños se visten de acuerdo con su edad, los deseos de la familia y el presupuesto de los padrinos, como señala la tradición.
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“Los sacerdotes piden que cuando se vistan sea de un Niño Dios y que no bajemos la santidad de niño a un Santo, pero todo es cuestión de fe, las personas compran los ropones blancos para el primer año, ya para el segundo lo visten de lo que prefieran, en el tercer año pueden cambiar o no la ropa, pero hay personas que cada año cambian por el mismo santo o diferente”.
En el puesto de Flor y su familia, que se ubica en la calle Hidalgo, en el centro de Tulancingo, visten con zapato tejido a mano, calceta, calzón y ropón a una gran cantidad de Niños desde los 2 a los 40 centímetros, con accesorios que van de los sombreros, coronas, hasta sillas, cunas y nichos con precios que oscilan de los 200 a más de 350 pesos.
“Nosotros los vestimos con mucho cariño y atención, nos llegan en su primer año y hasta de 50 años, pero el trato siempre es como un bebé, porque aunque no se crea los niños se enojan y no se dejan vestir. La cantidad de niños que vestimos es alta y los números se hacen al finalizar, tan solo de 12 centímetros visto a 40 en la temporada.
Asegura que después de la pandemia incrementó la venta de ropa, especialmente el 2 de febrero, ya que llegan personas de Tulancingo y poblados aledaños como: San Vidal, Cuautepec, Santiago, Singuilucan y Acatlán.
sjl