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Las otras infancias (Parte 2)

Cuando el trabajo se vuelve una opción para la niñez o la adolescencia, es muy doloroso para muchos, pero una parte de la población infantil defiende su derecho

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Escrito en HIDALGO el

En este mes de la niñez se romantizan muchas de las condiciones en las que viven las niñas, niños y adolescentes. Este mes supone alegrías por doquier y recuerdos gratos para muchas personas; sin embargo, poco se reflexiona sobre las situaciones que atentan contra su dignidad tales como la explotación sexual y laboral infantil, el reclutamiento forzado, el abuso sexual, la migración y en general todas las violencias a las que se exponen cada día.

Lamentablemente sigue perpetuándose la idea de construir un mundo de personas adultas para otras que son adultas, atendiendo a la idea de que las niñas y los niños viven en la falta, aún no están completos, carecen de raciocinio y por lo tanto aún no figuran en el mapa de las decisiones políticas y públicas, a pesar de representar una tercera parte de la población mexicana.

Aunque en nuestro país ya se cuenta con una Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, que además de ser un parteaguas en la garantía de sus derechos, fue reconocida por organismos internacionales por ser una legislación de mucha vanguardia. Sin embargo, representa un gran reto para todas las autoridades, porque plantea un paradigma distinto de ver a niñas y niños, además de que implica una reingeniería del Estado, para actuar primero en beneficio de la niñez.

Este nuevo paradigma implica, verlos como sujetos plenos de derecho, aceptar que son otras personas, con el mismo valor en dignidad y derechos. Son sujetos completos, como personas que aportan ideas y formas de construir este mundo. Que no son sólo sujetos de tutela, es decir que no están a expensas de la familia o de alguien que se apiade de ellas y ellos, que el Estado tiene una responsabilidad en su desarrollo y supervivencia.  

Estos paradigmas en pugna se evidencian, por ejemplo, cuando se habla del trabajo infantil. Y es que el trabajo es sin duda una actividad que nos humaniza, que nos hace ser y sentir parte de una sociedad ya que nuestra fuerza física se transforma en una pieza de toda esta maquinaria de producción económica que se llama sistema económico, que se ha convertido en el medio o llave de acceso a otros medios e incluso a otros derechos.

Cuando el trabajo se vuelve una opción para la niñez o la adolescencia, es muy doloroso para muchos, porque concebimos que las niñas, niños y adolescentes necesitan construir una infancia apegada al ejercicio de su derecho a la educación, a la familia, a la recreación y al esparcimiento, es decir, que estén en la escuela y que estén jugando con su familia. Sin embargo, esta idea aun está muy lejos de suceder para millones de niñas y niños en México.  

Una parte de la población infantil trabaja y defiende su derecho al trabajo. Ejemplo de esto es el Movimiento Latinoamericano de Niñas, Niños y Adolescentes Trabajadores (MOLACNATS), una red de grupos y colectivos de niñas y niños de América Latina y el Caribe que buscan que se les garanticen los derechos a todas y todos, pero especialmente a la niñez y adolescencia trabajadora.

Otro ejemplo de choque de paradigmas son los derechos de las infancias trans; de aquellas niñas, niños o adolescentes donde su identidad de género es diferente a su sexo asignado. Algunas personas adultas se oponen a que estas personas comiencen con transiciones o ejerzan la expresión de género con la que se identifican, estos movimientos los conocemos como “antiderechos”. Por fortuna hay organizaciones que promueven sus derechos como la Asociación por las Infancias Transgénero A.C. o la Red de Familias Trans, que poco a poco van ampliando el umbral de los derechos de niñas, niños y adolescentes.  

Lamentablemente, en uno de los paradigmas, el desprecio a las acciones que mejoren las condiciones de las otras infancias es latente. No hay políticas específicas para aquellas que han emprendido viajes para mejorar sus condiciones de vida a otro país o a otro estado, las que fueron separadas de su familia o las que fueron retornadas de Estados Unidos; no hay programas de atención a aquellas que fueron desaparecidas o que un hermano, hermana o familiar ha desaparecido.

¿Qué está haciendo la autoridad para recuperar a las infancias que se encuentran reclutadas por el crimen organizado o que viven condiciones de explotación? Hacen falta políticas para las que trabajan largas jornadas sin acceder a otros derechos; aquellas que viven en la calle con su familia o solas. Es necesario el diseño de acciones gubernamentales para  las que se les ha privado de hablar su lengua materna, porque todo está en español,  o de aquellas que enfrentan la discapacidad; para las que se han identificado con una orientación sexual distinta a la heterosexual; políticas para aquellas que están recluidas con su madre o que tienen algún familiar privado de libertad; en fin son tantas las infancias que requieren ser vistas y pocas las personas tomadoras de decisiones que voltean a verlas.

Por eso en este día de la niña y del niño, cambiemos un poco la mirada. Hagamos el llamado a mirar con ojos distintos, busquemos no romantizar; hablemos de sus preocupaciones, de sus intereses, de cómo se sienten en este periodo de pandemia; hablemos de las condiciones de violencia, de inseguridad que viven; hay que organizarnos para exigir sus derechos, para avanzar día con día en mejorar sus condiciones de vida, principalmente de aquellas que han sido más vulnerabilizadas: las otras infancias.