OPINIÓN

Caradura

El ejercicio de la función pública demanda una actuación eficaz, integra y transparente. Para conseguir este fin, los legisladores deben conocer y comprender los principios y normas básicas de la ética que se encuentran obligados a respetar y comprometerse con su cumplimiento

Escrito en GUANAJUATO el

Desde hace algunas semanas, los guanajuatenses nos enteramos del viaje que realizarían una veintena de Diputados y Diputadas, de la actual legislatura LXV del Congreso Local, a tierras españolas, con gastos pagados con cargo al presupuesto del poder legislativo. Entiéndase, dinero público para una supuesta capacitación académica en materia de Derecho Parlamentario y Derechos Humanos. El viaje de los legisladores, le costó al pueblo de Guanajuato, la cantidad de un millón 575 mil 112 pesos. Según información oficial de H. Congreso del Estado.

El uso y abuso por parte de los legisladores del dinero de los contribuyentes en el ejercicio de la actividad legislativa o parlamentaria, raya y lastima la realidad social de millones de guanajuatenses en pobreza extrema y qué decir, de la clase media que lucha día a día por conseguir un buen sueldo y salir adelante con serias dificultades cada quincena. Siguen pasando las legislaturas, que da lo mismo, quién o quiénes las integran o quién tiene la mayoría parlamentaria, mientras siguen dilapidando dinero público en beneficio de ellos y de sus familias. 

Sin ningún tipo de rubor y con un enorme descaro, los Diputados del Congreso del Estado de Guanajuato, documentan sus lujosos viajes de placer, disfrazados de cursos académicos mostrando sus miserias humanas en tiempos de crisis y agobiante carestía de la vida, presumiendo suntuosos lujos para viajar en primera clase y al llegar a su destino, se emborrachan de poder y soberbia con dinero del pueblo, para embriagarse y atragantarse de alimentos que hacen suyos, pero en verdad, pertenecen al pueblo. 

Quedó perfectamente documentado en un video que compartió el periodista Alex Ramblas, la pequeñez humana e intelectual del Diputado del Partido Verde Ecologista de México, Gerardo Fernández, quien representa únicamente su mezquindad personal y política, presumiendo a la sociedad de Guanajuato, su vulgar forma de vida cuando viaja, con cargo al erario público. Por supuesto, gracias a la autorización de dicho gasto por parte de la Junta de Gobierno y Coordinación Política. Qué entre sus atribuciones, es autorizar la solicitud de sus integrantes para dicho viaje. 

La triada entre política, dinero y poder sigue más presente que nunca ante la presencia cada vez mayor de autoritarismo de todo tipo de funcionarios de los tres niveles de gobierno. Por supuesto, los titulares y miembros de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial no son la excepción como lo podemos ver, en el caso de los Diputados y Diputadas locales de Guanajuato, que hacen del dinero público y del poder, un circo vergonzoso ante el hambriento pueblo del estado. 

La discusión pública sobre un tema de esta importancia no tiene la relevancia equivalente al peligro que representa seguir despilfarrando dinero público. Está muy lejos del interés del pueblo, que está inmerso en cómo encontrar salidas diarias y permanentes para poder comer y satisfacer sus necesidades básicas. Por lo que, los legisladores pueden continuar dilapidando el dinero y el poder con que cuentan a sus anchas, sin que nada ni nadie les diga nada, salvo los medios de comunicación que continúan haciendo un buen trabajo, evidenciando los excesos de poder de la clase política.

El ejercicio de la función pública demanda una actuación eficaz, integra y transparente. Para conseguir este fin, los legisladores deben conocer y comprender los principios y normas básicas de la ética que se encuentran obligados a respetar y comprometerse con su cumplimiento. Entre dichas normas, merece destacarse el régimen de conflictos de intereses, el cual establece medidas y restricciones, tanto para el ejercicio de la labor pública como para el desempeño de actividades privadas.

No se puede ser tan cínico, bribón, sinvergüenza o caradura ni siquiera en España.

¿No cree usted?

Dr. Carlos Dìaz Abrego