León, Guanajuato.- En el área de perfumería del Palacio de Hierro en León, no sólo se venden perfumes, se viven. Y entre todos los espacios elegantes de esta tienda departamental, destaca uno que parece sacado de un club privado: la perfumería Kilian.
Desde que cruzas su pequeña barra, sientes que entras a un sitio exclusivo. No es cualquier mostrador. Es una barra que emula a las de las cantinas lujosas de Nueva York o París. Botellas de cristal tallado, copas, frascos que brillan como si contuvieran whisky añejo. Pero no. Aquí no se sirven tragos. Aquí se sirven aromas.
Te sientas. Frente a ti, el anfitrión —un experto en fragancias— te recibe con la calidez y seguridad de un bartender experimentado. Pero en lugar de preguntarte si quieres las rocas o solo, te pregunta:
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—¿Buscas algo fresco, seductor, ahumado, o tal vez algo dulce?
Empieza la experiencia. Una cata. Pero no de vinos. De perfumes. Te presentan uno a uno los aromas de Kilian, una casa de perfumería fundada por Kilian Hennessy, heredero de la dinastía del coñac Hennessy. De ahí, su obsesión por el arte de la bebida y el perfume como ritual.
La línea The Liquors hace honor a esta herencia. Su presentación es idéntica a las botellas de licor fino. “Angel’s Share” es uno de sus tesoros: huele a coñac, a madera, a postre de manzana con canela. Un trago para el olfato. Luego te ofrecen Vodka on the Rocks, frío y limpio como un vodka helado. Te transporta a un bar minimalista con copas brillantes.
El guía te explica cada fragancia como si fuera un sommelier. Te sugiere probar Black Phantom, un perfume oscuro, con notas de ron, café y un leve toque de almendra. Es intenso. Hipnotizante. También está Moonlight in Heaven, fresco y tropical, como una escapada al Caribe bajo la luna llena.
Te invitan a descubrir categorías como The Fresh, con sus aromas ligeros y vibrantes; The Narcotics, con sus notas florales adictivas como el famoso Love, don’t be shy, un perfume dulce, envolvente, amado por muchas celebridades. También están The Cellars, con sus maderas profundas y The Smokes, donde el incienso y el tabaco protagonizan la escena.
Cada perfume es un viaje. Cada gota es una historia. Mientras avanzas en la cata, el guía te pregunta qué notas te enamoran, cuáles te intrigan, cuáles te representan.
Y mientras decides cuál conquistará tu piel, la barra de perfumes se transforma. Te ofrecen un whisky o un coñac real. En las rocas. O solo. El ritual se vuelve tangible. Bebes mientras hueles. Hueles mientras decides.
Los precios no son para cualquiera: desde 5 mil 800 pesos por 50 ml, y los refills de 100 ml llegan a los 7 mil 500 pesos. Pero aquí no compras sólo perfume. Compras arte, exclusividad, una experiencia sensorial. Compras tu nombre grabado en la botella. Porque sí: al adquirir una fragancia, la personalizan con tus iniciales, tu apellido o lo que tú elijas. Un detalle que hace que cada frasco sea sólo tuyo.
Salir de Kilian no es sólo salir con un perfume. Es salir con un lujo tatuado en el olfato. Es llevarte una historia, una bebida invisible que, en vez de embriagarte, te envuelve.
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