León.- Ellos se fueron, partieron a Estados Unidos y Canadá por una vida mejor. Las mujeres se quedaron. Son ellas, las madres de Duarte, localidad en el municipio de León, las que sostienen el desarrollo de su comunidad.
Ayer, estudiantes y docentes de la Universidad Nacional Autónoma de México campus León, se reunieron con la Comisión Migrante del Congreso del Estado de Guanajuato. Los jóvenes investigadores presentaron a la comisión el Estudio del Fenómeno de Migración en la Comunidad de Duarte.
¿Cómo es Duarte?
Esta localidad al noroeste del estado, ubicada en los límites con el municipio de San Felipe, es una donde viven 7,1683 personas. Muchas, en su mayoría hombres, ya no están, migraron por el desempleo, la falta de oportunidades y la necesidad de construir su patrimonio.
Te podría interesar
Ellos se fueron a otros estados o a países del norte para trabajar, los que quedan se dedican a recolectar leña o insumos para venderlo en León.
Ellas se quedaron. Son la mayoría de la población.
Una comunidad de matriarcas
Con la partida de sus esposos y padres, las mujeres se convirtieron en la mayoría de la población. Representan al 52% (4,029) de los habitantes.
Y aunque la diferencia de población entre ambos no es tan marcada, sí es lo suficiente para que sean ellas quienes están a cargo del desarrollo y la economía de su comunidad.
De la población económicamente activa, que es de 3,052 personas, una tercera parte (1,023) son mujeres mayores de 12 años.
“Hablaban señoras que se ven obligadas a buscar un empleo porque el hecho de que sus maridos hayan decidido salir de su comunidad no resolvía sus problemas de la totalidad” señaló la estudiante Leslie Gabriela Landeros Ramírez.
De hecho, en el estudio elaborado por los miembros de la comunidad UNAM entrevistaron a 50 habitantes, de los cuales 49 fueron mujeres.
Entre los hallazgos, la estudiante Mariana Abigail Arriaga Araujo mencionó el papel de las mujeres en la comunidad.
“Las mujeres de Duarte ya no son vistas solo como el núcleo de la familia, o como quienes administran el hogar. Ahora pasan ellas a ser el motor de desarrollo, tanto en el ámbito político, como generadoras de identidad y como (creadoras de) nuevas tradiciones”, indicó la estudiante Mariana Abigail Arriaga Araujo.
Todo lo anterior, es decir, la participación de mujeres en más actividades, condujo a las mujeres en Duarte a una posición de más poder que a su vez les trajo más libertades.
La violencia que no se va
La estudiante Arraiga Araujo señaló cómo es que este fenómeno de empoderamiento no disminuyó la desigualdad ni violencia de género que sufren las mujeres en Duarte.
La modificación de los roles de género en la autoridad las hizo objeto de violencia a veces hasta de sus propios hijos que antes se acercaban al padre para pedir permiso y ahora deben respetar la autoridad de la madre.
La principal limitación de las mujeres en Duarte es la violencia de género.
Las estudiantes encontraron que las matriarcas continúan siendo víctimas de machismo, misoginia, explotación laboral, maltrato físico / emocional, violencia política y chismes.
Apuntó que otras figuras matriarcales de mayor jerarquía, es decir sus madres, tías o abuelas, también son generadoras de estas limitaciones.
Pero todo puede cambiar.
Aunque erradicar esta violencia es posible, esto tomará tiempo. La estudiante Mariana Abigail explicó que este fenómeno proviene del sistema, lo que costará tiempo corregirlos y enderezar la estructura.
“Hay muchos estudios que comprueban que interactuar con nuevos roles, las nuevas relaciones que se dan entre los sujetos y el espacio socioeconómico a la larga van a hacer que nos adaptemos”, indicó.
En su encuentro con los diputados, les explicó cómo los trabajos legislativos pueden contribuir al cambio al adoptar una perspectiva de género más eficaz en las leyes, involucrar la visión de mujeres y hombres y ser conscientes de que el papel de la mujer rural en la sociedad está siendo ignorado.
PR