GRITO DE DOLORES

El lado civil de Hidalgo: taurino, gallero, industrial...

Historiadores describen las actividades seculares y aficiones personales del Padre de la Patria

Ilustración de una corrida de toros en San Luis Potosí con motivo de la bendición del Santuario de Guadalupe, a la que asistieron el cura Hidalgo y Félix Calleja, quienes compartieron palco. Luego, serían enemigos.
Ilustración de una corrida de toros en San Luis Potosí con motivo de la bendición del Santuario de Guadalupe, a la que asistieron el cura Hidalgo y Félix Calleja, quienes compartieron palco. Luego, serían enemigos.
Escrito en GUANAJUATO el

León.- Miguel Hidalgo y Costilla, hijo de Cristóbal Hidalgo y Costilla y de Ana María Gallaga y Villaseñor, fue más que un héroe de carne y hueso, con aficiones y actividades más allá que ser el párroco de Dolores y el iniciador de la Guerra de Independencia.

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Hoy que se conmemora la gesta histórica iniciada por Hidalgo, el historiador Enrique Ortiz publica una serie de apuntes biográficos acerca de particularidades del Padre de la Patria, fuera de sus acciones como prócer independentista.

En el tiempo en que llamó a la insurrección, el cura Miguel Hidalgo vivía en la Casa del Diezmo en Dolores, con su pareja Josefa Quintana y las dos hijas que tuvo con ella: Josefa y Micaela, a quienes presentaba como sus sobrinas. También vivía con él su medio hermano Mariano Hidalgo.

Impulsor de la industria

Sabemos que Hidalgo fundó una fábrica de loza y de ladrillos en Dolores, también estableció talleres de textiles y para el curtido de pieles. Propagó las moreras para la cría de gusanos de seda y fomentó la cría de abejas para la producción de miel.

Las ganancias iban directamente a los productores, muchos de ellos indígenas y mestizos muy pobres. También sabemos que organizaba tertulias, bailes e incluso representaciones teatrales como el Tartufo de Molière, traduciendo él mismo la obra del francés al español.

En 1810 Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte y Villaseñor tenía 57 años. Pasaba gran parte del día supervisando estos talleres y obrajes, así cómo conviviendo con sus feligreses. Hablaba purépecha, náhuatl y otomí, al menos parcialmente.

También hablaba y escribía latín, francés y obviamente español. Se le apodaba el Zorro debido a lo astuto e inteligente que era. Un intelectual de primer nivel que pasaba horas disfrutando de debates de temas teológicos, de filosofía y política de la Nueva España.

Disfrutaba de las corridas de toros y las peleas de gallos, así como de las representaciones teatrales, de tomar chocolate, vino y fumar puros. Gran bailador, hombre extrovertido, popular y querido entre sus feligreses. También fue rector del Colegio de San Nicolás en Valladolid.

“Caballeros, somos perdidos, aquí no hay más remedio que ir a coger gachupines”. Esa fue la frase que dio inicio a la guerra por la independencia, pronunciada por el propio Hidalgo en su comedor en la madrugada del 16 septiembre.

Su pasión: música y fiesta brava

Otro historiador, Carlos Herrejón Peredo, reseña en el “Diccionario de la Independencia de México” las apreciaciones hechas por otros personajes acerca de Hidalgo.

La estampa del cura al lanzarse a la lucha, según Bustamante, que lo conoció en Guanajuato: “Era Hidalgo bien agestado, de cuerpo regular, trigueño, ojos vivos, voz dulce, conversación amena, obsequioso y complaciente; no afectaba sabiduría; pero muy luego se conocía que era hijo de las ciencias. Era fogoso, emprendedor y a la vez arrebatado”.

Alamán lo veía así: “Era de mediana estatura, cargado de espaldas, de color moreno y ojos verdes vivos, la cabeza algo caída sobre el pecho, bastante cano y calvo, como que pasaba ya de sesenta años, pero vigoroso, aunque no activo ni pronto en sus movimientos; de pocas palabras en el trato común, pero animado en la argumentación a estilo de colegio, cuando entraba en el calor de alguna disputa. Poco aliñado en su traje, no usaba otro que el que acostumbraban entonces los curas de pueblos pequeños”.

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A este retrato convendría añadir que normalmente su genio era suave, como había escrito Riaño, bien que alguna que otra vez estallara en rayos de cólera; que no obstante la conciencia de su saber, era humilde; que gozaba las fiestas con suma alegría y no desdeñaba conversar con mujeres de alguna gracia; que compartía la vida al igual con aristócratas que con indios y castas; que su pasión eran la música y la fiesta brava; que era excesivamente pródigo y se la pasaba endeudado sin mayor angustia; y en fin, astuto como un zorro.

CV