León.- Era el año 2013 cuando Carlitos, un muchacho delgado y de mirada alegre, llegó a un gimnasio en León para pedir trabajo. Los ingresos de su familia para solventar los gastos familiares no eran suficientes, así que la necesidad de buscar trabajo obligó a Carlitos a salir de casa a temprana edad.
Sin darse cuenta, su sentido de responsabilidad de llevar sustento a su familia lo condujo a su destino de ser campeón. Ahí, en el gym, los dueños y hermanos Fidel y Randú vieron entrar a un muchacho de 14 años animado y con una personalidad que les dio confianza.
Les dijo que estaba buscando ganar un poco de dinero para ayudar a su familia y le pidió que le dejaran ayudarlos a cambio de unos cuantos pesos. Sin dudarlo, y notando su compromiso, aceptaron.
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A los 14 años se volvió cuidador y del estacionamiento, pero, naturalmente, creció laboralmente de forma rápida. Tenía ganas de aprender y en poco tiempo se volvió entrenador del gimnasio donde comenzó como “viene, viene”.
“Comenzó a meterse poco a poco y a ganarse la confianza de todos. Creció con nosotros y lo vimos desarrollarse personal y laboralmente”, platica Fidel, amigo, maestro y entrenador de Carlitos.
Al mismo tiempo que trabajaba no descuidaba sus estudios ni a su familia. Tenía un profundo respeto por sus papás que en todo momento apoyaron sus sueños y metas.
Todos los días, su papá lo apoyaba llevándolo al gimnasio y cada tarde lo recogía. Se salía temprano de trabajar por respeto a su familia, algo que Fidel y Randú vieron con admiración.
Era el mayor apoyo económico y moral
Carlitos no solo era el sustento económico de su familia, sino también sostén moral. El joven fue como brazo que no solo los mantenía unidos, sino que prestaba su hombro para consolar y su mano para ayudar.
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Fidel platica que, con su padre enfermo y su mamá ocupándose trabajando, él era además el apoyo tanto económico, como moral.
“Sus papás hicieron un gran ser humano con valores. Y qué mejor ejemplo que terminó dando la vida por su hermana”, asegura Fidel.
Los sueños de Carlitos
“Tenía mucho futuro y tenía muchos sueños” son las palabras que más se repiten entre la gente que recuerda al joven que falleció a los 23 años defendiendo a su hermana de un asalto.
Construyó su vida entorno al fisicoculturismo y su familia. Uno de sus más grandes anhelos era ser Míster México y desde temprana en el luchó por lograrlo. Ya en sus primeras competencias estaba ganando trofeos de primer lugar. Su más reciente y mayor logró fue ganar el segundo lugar en la competencia estatal de fisicoculturismo, de la mano de Randú.
Pero también se enamoró. Su último deseo era casarse y comprar una casa y carro con Dulce, con quien se acaba de comprometer unas horas antes de ser asesinado.
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La noche que Carlitos defendió a su hermana
El sábado 8 de septiembre, Juan Carlos Cuéllar estaba con su hermana, un amigo de ella y un amigo de afuera de su casa. Él estaba con su amigos en la camioneta de su trabajo donde había entrado como promotor pero pronto lo habían ascendido a supervisor.
Unos metros más adelante estaba su hermana con un amigo de ella en otro auto. Carlitos la observaba para cuidarla cuando vio como un hombre vestido de negro se acercó a ella para robarle.
Todo pasó muy rápido. Sin dudarlo, Carlos corrió hacia ella y se enfrentó al asaltante empujándolo. El ladrón cayó sobre sus espaldas y, desde el sueño, sacó un arma disparó hacia el joven de 23 años.
Todos corrieron. Una bala alcanzó a otro joven que sobrevivió. El cuerpo de Carlitos se desplomó y murió.
El domingo le dieron su última despedida en el Panteón Municipal de la colonia Las Trojes.
“En sí tenía muchos sueños: Terminar su carrera porque, subir de nivel en su trabajo, ser campeón en Míster México, casarse y tener su familia. Todo para seguir siendo el sustento de su familia porque él lo era”, recuerda Fidel.
PR