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Los hondureños antes de irse de la Ciudad de México

El albergue improvisado para los migrantes parecía una micro ciudad y se dividía por secciones

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Escrito en METRÓPOLI el

“Mañana nos vamos, aunque no haya camiones”, ¿cómo se irán? “Caminando”, responde la señora acompañada de su hermana y su hija. Las tres estaban al acecho de los donadores que llevaban ropa o tenis. Lo que querían, no había. “Queremos gorras y no hay” decía una, y la otra “mochilas también necesitamos”. En su insistencia convencieron a uno de los visitantes que les regalara ambos artículos. Al lograrlo siguieron su deambulo en las instalaciones de la Ciudad Deportiva.

El albergue improvisado para los migrantes parecía una micro ciudad, se dividía por secciones. Al entrar se ubicaron asociaciones que ofrecían algunos servicios como: médico, psicológico, belleza, legal. También había zonas de recreación para los niños, centro de vacunación, casetas telefónicas para llamar a sus familiares y dos áreas de comedores: en una les repartían fruta o alimentos no perecederos en la que había una fila larga y la otra era una zona de food trucks que tenía el señalamiento de “comedor”, la cual a la una de tarde aún no estaba abierta.

Entre los pasillos, centroamericanos ofrecían cigarros o dulces. En los espacios que quedaban vacíos había algunas improvisaciones de tiendas de acampar hechas por los migrantes que no alcanzaron lugar en las carpas instaladas por el Gobierno de la Ciudad de México.

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Al llegar al estadio “Palillo” ubicado en la deportiva Magdalena Mixhuca grupos de niños bailaban con voluntarios o jugaban a la cuerda mientras que los jóvenes se conglomeraron para el juego de cartas. Quienes eran los jugadores estaban en cuclillas con su bonche de dinero apostado; los espectadores los rodeaban y miraban atentos a la partida de sus compañeros.

Otros jóvenes jugaban fútbol en los espacios que quedaban. Entre las carpas caminaban los voluntarios con sus altavoces ofreciendo asesoría legal, pocos se acercaron. Entre las voces de los asesores legales y murmullos de los hondureños, se escuchaba el canto de uno de los migrantes que alrededor de una hora no dejó de entonar canciones de rock urbano junto a su casa de acampar, que estaba rodeada de la ropa recién lavada.

Los migrantes sabían que al siguiente día partían y se preparaban para eso. Atrás de las carpas se instaló la zona de baños y algunos tambos de agua, en los cuales estaba un grupo de hombres pasándose cubetas para bañarse. Un baño colectivo en ropa interior y charlas ¿de qué hablaban? Quizá del viaje que ya emprendieron.



mlmt