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Regios, locos por el fútbol

La pasión que raya en fanatismo por el balompié en Monterrey los lleva a pelear entre las barras de Tigres y Rayados.

Escrito en ESTADOS el

Monterrey, N. L.-  “Mi patrón ya sabe que los lunes faltó al trabajo, el juego del sábado amerita unas cheves, el domingo amanezco malo y con la barbacoa y la cura pues nuevamente agarro la jarra”, comenta Ricardo Robles, aficionado al fútbol y a los Rayados de Monterrey.

 “A mi hijo le puse por nombre Jerónimo, en honor a Barbadillo,(estrella del Tigres de la UANL en la década de los setenta), que jugadorazo, en esas fechas nació mi chavo y ahora damos todo por nuestro equipo”, explica a su vez, Tomás Rodríguez, quien con botella de cerveza en mano y un asador con carne observa en un televisor el juego entre los felinos y el Veracruz.

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 Ellos son el reflejo de la pasión que raya en fanatismo por el balompié en Monterrey y que lleva a pelear entre las barras de ambos equipos, a discutir acaloradamente aún en el seno de la misma familia e inclusive a robar como Érik Damián de la Rosa Aguirre, de 20 años, quien fue sorprendido cuando hurtaba de una tienda departamental cinco playeras de los Tigres universitarios.

 Fue en la tienda FAMSA de las avenidas Cuauhtémoc y Manuel J. Clouthier del municipio conurbado de Santa Catarina al poniente de la zona metropolitana donde el joven anduvo por el área de la ropa deportiva, en donde se exhibían playeras de los equipos de futbol Tigres y Rayados, pero luego guardó entre su ropa cinco camisetas de los felinos con valor de 300 pesos cada una. Al intentar salir fue descubierto por los guardias del negocio.

Luego de su detención, el joven fue trasladado a las instalaciones de la Secretaría de Seguridad Pública municipal, en donde fue puesto a disposición de las autoridades correspondientes.

Las playeras son de las más baratas pues las hay que tienen un costo superior a los mil pesos.

 “El fenómeno del fútbol que ha rayado en el  fanatismo y que mantiene endiosados a los aficionados  es originado en el marketing y en el bombardeo de los medios de comunicación locales que hay hecho creer a los regios que son los mejores aficionados del país y que tienen los mejores equipos. Un lavado cerebral a la afición que no tiene otros caminos más que sumarse al juego”, dice el sociólogo Raúl Rubio.

 Rubio, quien por años estuvo como investigador en la Universidad Autónoma de Nuevo León, atribuye también a la falta de actividades diversas y a la incultura de la gran mayoría la debilidad por llenar semanalmente los estadios y morirse en la raya por el futbol, tema único en la semana en su pobre lenguaje.

 Atribuye el fanatismo al bombardeo de los medios de comunicación, en especial de la televisión que ha encontrado junto a las empresas futboleras la mina de oro, por lo que no tienen empacho en dedicar horas diarias a los comentarios futboleros y a sembrar el odio entre los seguidores.

 “Empresas como Cemex, propietaria de Tigres y Femsa, de Rayados, y de una firma cervecera, contribuyen a este bombardeo que  deja millones de pesos de ganancia cada sábado. Es bien sabido que la ciudad se divide en Tigre o Rayada y el odio y el rencor se anida en el subconsciente que culmina en distanciamientos, rencillas y problemas que se llevan hasta las redes sociales o a los comentarios de la radio y la televisión”, explica.

 En este sentido, César Plascencia, psicólogo de profesión y conocedor de los deportes diversos, considera que  esa especie de “lavado de cerebro” de los medios hacia los fanáticos continúa en casa cuando los padres de familia enseñan a sus pequeños hijos a ser tigre o rayado.

 “Una especie de territorio marcado, un sentimiento de pertenencia socioterritorial inculcado desde la propia casa, casi desde la cuna a cuyos bebés ya les etiquetan con las playeras de los equipos”.

 Acepta que ser seguidor o fanático de un equipo de futbol local puede determinar el trato con la gente, problemas  con algún grupo o bien la decisión de escoger a los amigos.

 Coincide con el sociólogo Rubio en la falta de oferta cultural accesible a las grandes masas  y de espectáculos recreativos que permitan diversificar la atención de los regiomontanos, que solamente ven en el futbol una salida que en principio fue entretenimiento y hoy más que el propio juego, constituye un religioso fanatismo.

 A esta ola futbolera y fanática se han sumado por tradición algunos municipios cuyos alcaldes regalan boletos para los juegos y que  “agradecidos por los comentaristas de televisión y radio son entregados “por cortesía de fulano de tal”. Una especie de oportunismo político aplaudido por los medios de comunicación que acuden en juegos importantes a interrogar a ediles y diputados sobre el pronóstico del resultado y aquellos opinan aún y sin siquiera haber pateado un balón en su vida, agrega Plascencia.

 En la medida en que se fomente la cultura de leer, de los buenos hábitos que nos dejan conocimientos, en esa medida, se habrá dejado de ver el futbol como una religión, sin embargo, estamos lejos de cambiar el chip, de tener otra mentalidad que nos enfoque a actividades productivas, advierte Rubio

 En Monterrey semanas antes del inicio de cada torneo se agotan los abonos para toda la temporada; quien no lo adquiere así, podría encontrar algunos boletos sueltos en la reventa.

 “No le saco mucho, doscientos o trecientos pesos más a cada boleto, si es clásico ahí si hay negocio, hasta miles de pesos”, dice un revendedor afiliado a una central obrera.

 “Yo no compro boleto no voy al estadio hace años, mejor me meto a una taberna o hago una carne asada con la raza y las cheves bien frías”, explica Tomás Rodríguez, quien va a una tienda de conveniencia cercana por “un 24 de cerveza antes de que dejen de vender por el horario restringido”

 “Yo no me meto contigo ni con tus gustos, respeta a mis Rayados”, contestó molestó un viejo fotógrafo al reportero cuando éste criticó las fallas del equipo regiomontano.

 Mientras tanto, Rodríguez acudió a su trabajo este lunes pero dijo que iba “sancochado” como le llama a la resaca o cruda y Ricardo Robles acudió a una cantina céntrica a “echarme un caldito, un parecito y mañana ir al trabajo”.

mvf