Main logo

Exageradas, persignadas y también putas, por si acaso

... O de cómo siempre somos las culpables | Alejandra Collado

Por
Escrito en OPINIÓN el

El 2018 continúa, no solo con las mismas desoladoras noticias de violencia de género de todos los días, sino con un manifiesto que, desde el otro lado del mundo, asegura que el movimiento #MeToo #YoTambién, es un exceso, un abuso, un peligro para miles de pobres hombres que tal vez no querían acosar, sino ser coquetos y traviesos.

No resulta extraño leer que 100 artistas e intelectuales francesas firmen un manifiesto que expresa que: 

... esta justicia sumaria (la del #MeToo) ya tiene sus víctimas: hombres castigados (...) (cuyos) únicos fallos han sido tocar una rodilla, intentar robar un beso, hablar de cosas íntimas en una cena de trabajo, o enviar mensajes con connotaciones sexuales a mujeres para las que la atracción no era mutua

¿En qué momento volvimos a defender a los hombres acosadores y a culpabilizar de nuevo a las mujeres que han vivido este tipo de acoso? No hace falta tener un IQ superior para distinguir entre un “acercamiento erótico o sexual”, “coqueteo”, a un hostigamiento que incomoda, impone, violenta.

Es una lástima, además, que voces feministas y mujeres líderes de opinión en quienes muchas de nosotras creemos y confiamos, salgan a los medios a reproducir discursos de sus amigos ofendidos por la proliferación del hashtag #MeToo #YoTambién sin ser conscientes de las implicaciones de sus palabras y opiniones, que apoyen a un grupo de mujeres que viven en un contexto social privilegiado que defienden el “derecho a importunar”.

Perdón, pero yo no quiero que me importune nadie, en ese momento el “juego de la seducción” o la “coquetería” (que es como quieren disfrazarlo), deja de ser placentero. ¿Ligue insistente o torpe? ¡Por favor! ¿Qué parte del significado de un NO es la que no se comprende? ¿Cuándo vamos a entender que es un abuso de poder, que no es natural, ni travieso, ni gracioso? Es una vergüenza que siga ofendiendo más la denuncia, que el acto denunciado.

Un acosador es un acosador


Una conjetura más acerca del #MeToo habla de diferenciar entre un hombre acosador y un hombre estúpido y vulgar. ¿Diferencia? Un acosador es un acosador, y también puede ser inteligente, cómico, intelectual y de clase. Que alguien intente besar a alguien en un bar sin su consentimiento es igual de invasivo que un jefe intentando tocarle la rodilla a otra persona sin su consentimiento.

Espero que se entienda el punto: consentimiento, consenso. Un “beso robado” no es una travesura ni un coqueteo, es una demostración de poder, es un mensaje que dice: “no me importa si tú lo deseas o no, yo lo deseo”. Un beso ROBADO no es igual a un beso inesperado en el que ambas personas se sienten a gusto, atraídos, en confianza. Eso suena más a seducción y coqueteo. ¿Acaso no es posible pensar en una sexualidad y una manera de relacionarnos en la que las mujeres no seamos el objeto de deseo sino personas que también desean y toman decisiones?

Mejores condiciones de existencia


Otra crítica al #MeToo argumenta que quienes han hecho uso de dicho hashtag solo logran victimizarse. Lo siento mucho, querida amiga, pero lo enuncies en twitter o no, si has vivido algún tipo de abuso, has sido víctima. Si hubo victimario, hubo víctima, y enunciarlo es justamente el primer paso para nombrarse de otra forma. Se trata de reconocernos vulnerables, sí, pero también fuertes y sobrevivientes, dispuestas a realizar acciones por mejores condiciones de existencia, reconocernos capaces, valientes. ¿Cómo va a suceder este sueño si se juzga a quienes levantan la voz?

El juicio más fuerte viene de aquellas mujeres que saben de lo que se habla, que siguen insertas en el “qué exageradas”, que siguen minimizando lo que ellas mismas han vivido. Sí, qué bien que no les guste sentirse víctimas, pero es necesario reconocer que si vivieron hostigamiento y/o abuso, lo fueron; y a partir de esa aceptación sabernos fuertes, acompañadas y dispuestas a que no vuelva a sucedernos a nosotras o a otras. Empoderar el cuerpo, cuidarnos, prepararnos, ayudarnos, defender a otras y a nosotras mismas. ¿Por qué sigue sin comprenderse que estos movimientos son para nosotras y que no se busca exterminar a los hombres del planeta? Si no quieren que se les acuse de acosadores, la solución es fácil: ¡no acosen!

Las respuestas de indignación a este movimiento ¿estarán exhibiendo la percepción general del macho progre herido que se siente fuera de la jugada, del centro de atención y en peligro de perder sus privilegios? Según su argumento, también este movimiento debe enfocarse en ellos porque también pueden ser víctimas de calumnias, es decir, al diablo las denuncias de miles de acosos y abusos diarios, lo importante es que ellos estén a salvo.

Las compañeras francesas (y después muchas otras alrededor del mundo… y aquí mismo, en México) les dieron toda la razón a quienes defienden el derecho a hostigar al hablar de ese derecho a importunar, es decir, al parecer están a favor del “derecho” (que alguien explique por qué eso es un derecho) a invadir nuestro espacio privado, a insistir hasta hostigar aunque se les diga NO. ¿Y luego cómo se les puede poner un límite cuando quieren llegar más allá del beso? ¿Y qué si también lo consideran un “derecho”?

Les resulta más preocupante perder su derecho a importunar, les parece mas digno y justo defender eso, que la defensa del derecho a nombrarse sobrevivientes, a exigir justicia. Muchas confesiones que estas mujeres guardaron por años, por miedo a que no les creyeran o a que las juzgaran, tienen la misma suerte ahora. Se le cree más a los que se dicen inocentes que a las que se exponen a sí mismas sacando una verdad dolorosa e ignominiosa (más para ellas que para los agresores). ¿Cuántas mujeres desistirán de denunciar para no ser tachadas de exageradas, para que los hombres a su alrededor no se sientan ofendidos?, para no perder la simpatía de sus amigos, de los que, por cierto, al menos uno ya la habrá acosado. El chiste es seguirnos culpando, por decir que sí, por decir que no, por provocar, por denunciar, por no aguantar, por puritanas, por putas. Todo siempre es nuestra culpa. Eso es lo que no nos pueden perdonar, que les impidamos el “derecho” a hostigarnos.

A nosotras que nos sigan violentando


Tantos hombres aplaudiendo ese discurso y elogiando a las amigas que apoyan su discurso. A pesar de todos los casos de denuncias, acosos, feminicidios, es a ellos a quienes se les tiene que seguir justificando las acciones, y a nosotras que nos sigan violentando. Desde esa perspectiva parece que es normal, que muchas mujeres están tan adaptadas y acostumbradas a ello que les parece divertido, travieso, casual y hasta romántico. ¿Cómo no queremos que las entidades y las instituciones sociales encubran las violencias si nosotras mismas lo hacemos? Si nosotras mismas minimizamos nuestro NO, nuestro derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, nuestros deseos.

Los argumentos en contra del #MeToo #YoTambién hablan de los excesos de este movimiento. ¿Nos parece más excesiva la manifestación de este cáncer social que del mismo acto denunciado? ¿Cómo puede “exagerarse” el acoso?

Estas reacciones solo nos muestran la resistencia de una sociedad a salir del funcionamiento actual del sistema; buscan trivializar, adelgazar y debilitar un discurso que crece día con día, reduciéndolo incluso a un problema de moralidad: si te dejas besar o tocar eres una puta, pero si dices que no y lo gritas, eres una puritana.

Y mientras eso sucede, miles de niñas, adolescentes y mujeres son acosadas día a día en distintos ámbitos de la vida pública y privada. Por esa razón este hashtag seguirá en uso aún con los argumentos detractores. Y entre nosotras nos seguiremos diciendo: yo te creo, hermana.

Lee también: Resumen 2017 y la violencia de género

@AleCaligari | @OpinionLSR | @lasillarota