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“Vamos a volver y con más fuerza”: migrante hondureño

El hambre y un muro de soldados acabaron con el sueño americano de al menos 2,000 hondureños que cruzaron Guatemala en busca de llegar en caravana a EU

Escrito en ESTADOS el

TUXTLA GUTIÉRREZ.- Marcos y Keisy entraron a Guatemala el jueves por la mañana con la caravana, entusiasmados con llegar a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades de vida. Pero la pareja hondureña no iba sola: avanzan también con ellos Ezequil y Génesis, sus hijos de 11 y 6 años. 

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"Cuando tengo trabajo (en Honduras) ayudo en albañilería", contó Marcos mientras caminaba este sábado en una carretera del departamento de Petén en ruta a México, 400 kilómetros al norte de Ciudad de Guatemala.

"Pero llevo meses sin trabajo. Y mis hijos necesitan comer", añadió con preocupación al referirse a la situación de su país natal. 

La familia se retrasó el viernes de la multitud, durmió esparcida a la orilla de la carretera, y el sábado se toparon con la sorpresa de que muchos de sus compatriotas emprendieron el regreso a Honduras. 

Confundido en medio de la carretera, Marcos no sabía si seguir en la ruta a Estados Unidos o dar por terminado el intento. 

Fotos Cuartoscuro

El mismo caso ocurrió con Jhonny y Olvy, otros dos hondureños rezagados con el mismo dilema de continuar el viaje o volver a Honduras después de tres días de caminar bajo el sol. 

Ambos no rebasan los 25 años y saben que en su país las oportunidades son pocas, además de que huyen de una de las 15 naciones más violentas del planeta según datos de organismos internacionales. 

Después de pensarlo un poco, finalmente los dos jóvenes toman una decisión: "Primero Dios llegaremos. En Honduras no hay nada para nosotros. Primero Dios llegaremos a los Estados Unidos".

ALBERGUES NO ABRIERON

Rosy y María recorrieron 806.3 kilómetros desde de la ciudad de La Ceiba, en Honduras, hasta llegar a la frontera con México. Cuando tomaban un descanso antes de cruzar por el río Suchiate, la policía y el ejército de Guatemala les cerraron el paso. Se quedaron en la puerta de entrada.

Ellas, jóvenes casi adolescentes, originarias de la ciudad puerto de El Caribe hondureño, caminaron dos días casi sin parar. Llegaron a las puertas del Albergue de Tecún Umán prácticamente molidas, con los pies destrozados y la angustia a cuestas.

El albergue no se abrió para ellas, ni para los cientos de migrantes que, el 3 de octubre, fueron cercados en las puertas de ese lugar. Policías y militares guatemaltecos cerraron el refugio ubicado a sólo 200 metros de la puerta de entrada a México, la pinza que tendieron contra sus vecinos del sur.

La caravana de migrantes de Honduras salió el pasado 1 de octubre, emprendió dos rutas para llegar a México, con vistas a poder partir de ahí hacia Estados Unidos.

El grupo más numeroso se fue por la zona del Petén guatemalteco, para intentar cruzar con la frontera que colinda Tenosique, Tabasco. Ese camino ha sido poco explorado por las caravanas de migrantes que desde octubre de 2018, se han conformado como una forma de proteger su camino de las agresiones que vienen de autoridades y de la delincuencia organizada.

Ahí, en descampados, policías y militares guatemaltecos les tendieron cercos por tres días consecutivos. El primer día detuvieron a 300 migrantes; el segundo a 475, y el tercero a 712, según cifras que dio el Instituto Guatemalteco de Migración.

Entre Guatemala y Honduras hay un acuerdo de libre tránsito que en los hechos se rompió. Legalmente, los ciudadanos de estos países sólo requieren una identificación para poder transitar entre las naciones de Centroamérica.

LOS ENGAÑOS

Raúl Orozco, el jefe de migración de Guatemala en la región, explicó que el personal del albergue les informó de su llegada, y acordaron que los migrantes que ahí se encontraban iban a ser expulsados del país.

Desde la madrugada del 3 de octubre, dos autobuses en cuyo costado les colocaron una lona con la leyenda “Retorno Voluntario”, se apostaron a las afueras del albergue. A las 9 de la mañana se pidió a los migrantes albergados que abandonaran esa instalación y abordaran los autobuses. La mayoría salió del albergue pero se negó a subir.

Mientras policías y militares cercaron las calles aledañas al albergue, arribó otro grupo de migrantes que durmió afuera; les dijeron que les iban a dar un poco de comida antes de que intentarán cruzar el río Suchiate para internarse a México. Ya no se les permitió moverse de la zona.

“Nos quieren montar a los camiones a la fuerza. El padre -director del albergue- nos engañó, nos dijo que nos iban a dar comida y ahorita nos dicen que nos suban o nos van a meter presos”, denunció José.

Algunos jóvenes hondureños alcanzaron a bromear desde las ventanas de los autobuses que arrancaban, pedían cigarros para el camino. “Vamos a volver y con más fuerza, en un mes nos vemos acá”, gritó Edin Antonio.

HAMBRE Y MURO DE SOLDADOS

El hambre y un muro de soldados acabaron con el sueño americano de al menos 2,000 de hondureños que cruzaron Guatemala en busca de llegar en caravana a Estados Unidos, mientras otros de sus compatriotas se resisten a rendirse. 

El final del viaje para muchos de los hondureños llegó este sábado por la mañana, tras varias horas de tensión en el departamento de Petén. 

La caravana migrante había ingresado el jueves por la mañana a Guatemala de manera ilegal y se dispersó por varios puntos del norte del mismo, pero uno de sus grupos más nutridos se topó el viernes con las fuerzas de seguridad locales después de haber recorrido 250 kilómetros. 

El bloqueo ordenado por el gobierno de Guatemala se concretó desde el viernes en una carretera en Petén con agentes de la Policía Nacional Civil y soldados del Ejército de Guatemala, impidiendo la continuidad de los hondureños. 

Los migrantes intentaron convencer a las autoridades de dejarlos avanzar, pero fue en vano, especialmente tras el estado de prevención -que limita ciertas libertades- impuesto el pasado jueves por la tarde en seis departamentos -incluido Petén- por el presidente guatemalteco, Alejandro Giammattei. 

La medida del estado de prevención fue decretada tras el ingreso masivo de la caravana el jueves en la frontera de El Corinto, donde rebasaron la capacidad de las autoridades para detenerlos y solicitarles los documentos de ingreso a Guatemala.  

Bajo el calor húmedo de Petén, un departamento nutrido de selva, los hondureños esperaron en la noche del viernes sin agua ni comida. La mayoría de ellos confirmaron su agotamiento físico, especialmente tras dormir a la orilla de la carretera porque los albergues de migrantes no pudieron recibirlos ante la pandemia.

La ruta rumbo a México también les jugó en contra a los migrantes. A diferencia de caravanas anteriores, esta vez  muchos hondureños se encaminaron por la biósfera maya petenera,  donde encontraron menos apoyo humanitario de los locales tanto por la menor densidad de población -en comparación con la ruta al sur de Guatemala- como por la covid-19. 

Los migrantes están pagando además el precio de ser la primera caravana pospandemia. A diferencia de las anteriores, que iniciaron en 2018, la actual caravana no encontró ayuda de organizaciones internacionales y de personas individuales que habitualmente los proveen de comida, agua, insumos de limpieza y en muchos casos un techo.

En la noche del viernes también cayó una copiosa lluvia, de la que no se pudieron resguardar los migrantes, y finalmente en las primeras horas del sábado la mayoría decidió aceptar los buses que el Ejército de Guatemala y la Policía Nacional Civil ofrecían para devolverlos a la frontera hondureña. 

De acuerdo con el Gobierno de Guatemala, al menos 2,000 hondureños de la caravana migrante han retornado a su país. Otro millar más continúa rumbo a México, pero en pequeños grupos, sin grandes concentraciones de gente.


Con información de EFE