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Tlahuelilpan, la semana triste de un pueblo herido

El llamado masivo para acudir porque "estaban regalando" gasolina se transformó el viernes 18 de enero una de las peores tragedias de la historia

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Escrito en ESTADOS el

Era viernes en la tarde. Tlahuelilpan se preparaba para el fin de semana. El evento que estaba por ocurrir cambiaría sus vidas para siempre. En el centro de la cabecera municipal el ajetreo de sus comercios y las salidas de las escuelas era ajeno a lo que ocurría a dos kilómetros de distancia en la colonia San Primitivo.

Desde las 14:30 horas se registró una fuga en un ducto de Petróleos Mexicanos (Pemex), el cual está conectado con la refinería de Tula, a dos kilómetros del centro del pueblo y que pasa por debajo de un campo de alfalfa, enfrente del Colegio de Bachilleres del Estado de Hidalgo (Cobaeh) y a un lado de la carretera que lleva a la comunidad de Teltipan.

En ese momento, el orificio era pequeño y había poca gente que comenzó a recolectar lo que se derramaba y se esparcía en las zanjas, por donde pasa el ducto. La noticia se difundió en minutos a través redes sociales y por boca a boca. Llegó a oídas de habitantes de Tlahuelilpan, principalmente de las colonias El Depósito, La Loma, El Cerro de La Cruz y San Primitivo. En pueblos a la redonda como Tlaxcoapan, Munitepec, San Isidro, El Tanque, Tezontepec y Mixquiahuala.

La convocatoria no fue a través de una cadena que se haya hecho viral, sino que eran mensajes personalizados del vecino, amigo, compañero de escuela, familiares. Advertían que “estaban regalando gasolina”. Tuvo tanto éxito que llegaron cientos de personas y al ver que era cierto, transmitían la noticia a alguien más. La mayoría atendió el llamado con bidones o tambos. Otros fueron solo a ver.

“Toda la gente empezó a correr el rumor. Uno le decía a otra persona y en pocas horas todo mundo se enteró de eso. Yo me enteré como a las 2 de la tarde por imágenes que estaban en redes sociales, pero todavía no había mucha gente”, recordó Gabriela, una vecina de la colonia El Depósito, cerca del lugar de la explosión y quien perdió a un primo.

 Para las 16:30 horas, la presión era más fuerte y la fuga se agrandó. El hidrocarburo salía a borbotones. “Parecía una fuente”. Media hora más tarde, una persona que se dirigía a Tlaxcoapan, la comunidad contigua a la parcela de alfalfa, pasó en automóvil y se percató de inmediato del fuerte olor. “Había mucha gente, primero no supe que estaba pasando, luego ya vi los garrafones y tambos, había niños, mujeres, personas grandes, todos se llevaban algo”, dijo a LA SILLA ROTA.

Al llegar a su destino, la persona (cuyo nombre se reserva por motivos de seguridad) hizo la denuncia anónima al 911 aproximadamente a las 17:04 horas. Minutos después llegaron los soldados. De lado de la carretera que va a Teltipan estaba lleno de automóviles estacionados. Les costó trabajo pasar.

A esa hora estaba lleno aquí, la gente se veía mal como intoxicada, se les decía que se retiraran y no hacían caso, parecían idos"

“Incluso vimos personas que iban cargando garrafones y estaban hablando solas”, dijo un militar, quien presenció el siniestro y pidió omitir su nombre.

Relató que llegó un momento que era tan fuerte el olor y la presión de la fuga que el jefe al mando ordenó a los soldados replegarse a las orillas del campo y se colocaron detrás de las zanjas. “De repente se incendió el combustible, eso no explotó, no dejó un cráter”, indicó.

Si la noticia de la fuga y de que “estaban regalando gas” se esparció en horas, la de la explosión corrió en minutos como un rayo que electrificaba a quien la recibía. “Cuando mi tía se enteró, luego luego fue a buscar a mi primo, y de lo rápido que iba se cayó y se lastimó, pero en ese momento lo que le importaba era encontrarlo”. Estaba vivo, fue trasladado a un hospital de Tula y después a Pachuca, donde falleció”, señaló Gabriela.

Así como la señora Rodríguez, muchos de los familiares de las personas que acudieron ya sea a recolectar combustible o “por curiosidad”, llegaron a buscarlos. Pocos los encontraron. Durante la madrugada, una vez que bomberos apagaron el incendio, ya había más fuerzas federales que custodiaban la zona y peritos comenzaron el levantamiento de cuerpos.

Llegó el amanecer y la luz dio cuenta del inicio de la tragedia. El gobernador del estado de Hidalgo, Omar Fayad informó en conferencia de prensa conjunta con el gobierno federal que el saldo, hasta ese momento, era de 66 personas fallecidas y 76 heridas. Durante la noche del viernes, el mandatario estatal había señalado que al menos había 20 muertos.


Sábado, inicia el calvario de un pueblo herido

Durante las primeras horas de la mañana del sábado, en Tlahuelilpan y sus alrededores reinó la incertidumbre. Nadie estaba preparado para lo que venía: ni los familiares de las víctimas ni las autoridades. Los que no encontraron a sus seres queridos durante la madrugada fueron a los diferentes hospitales, primero de Tula y Pachuca donde fueron trasladados los heridos. También fueron al Ministerio Público de Mixquiahuala, un pueblo cercano al que trasladaron algunos de los cuerpos encontrados en el lugar de la explosión.

La confusión que hubo las primeras horas devoró los nervios y la paciencia de quien buscaba a alguien. No había tregua. Decenas de personas acudieron el sábado a la parcela de alfalfa con la esperanza de hallar a su familiar o amigo. Otros fueron de curiosos. Para medio día, los peritos ya habían levantado a los 66 cuerpos que yacían sobre el campo y acordonaron la zona.

“Yo estaba en mi trabajo. Me enteré a las 8 de la noche de la explosión. No me percaté de la magnitud y de la gravedad de la situación. Todo mundo hablaba de eso hasta que le presté atención  y vi las imágenes. Fue terrible. Lo primero que pensé fue en mis conocidos y mis parientes. Lamentablemente tengo dos familiares desaparecidos y uno en el hospital en (la ciudad de) México, está muy grave”, señaló Brando Joaquín Pérez Aguilar, habitante de Teltipan de Juárez, quien acudió a la “zona cero” un día después.


Agregó que muchas de las víctimas no se dedicaban al robo y venta de combustible de manera ilegal. “Está muy feo el panorama para todas las personas. Son muchos los desaparecidos de mi pueblo en Teltipan, conocidos. Aunque algunos se dedicaban a eso, tampoco los encuentran. En las listas de los hospitales muchos son de Teltipan y de los alrededores. También hubo mucha gente que solo vino a aprovecharse de la situación”

Todavía olía a combustible y al rededor lucían decenas de garrafones esparcidos sobre el alfalfa. La escena fue impactante. El color negro del pasto evidenciaba la magnitud del siniestro. No fue necesario estar ahí durante el incendio para imaginar el terror que vivieron las personas que quedaron atrapadas por las llamas.

Familiares permanecían muy cerca de donde explotó el ducto en espera de recibir alguna noticia, cuando policías federales pidieron que liberaran la zona, porque, dijeron, entraría maquinaria y personal de Pemex para verificar que no hubiera restos de hidrocarburo. La gente opuso resistencia y comenzó a reclamar.

“Lo que queremos es encontrar a nuestros seres queridos, no queremos que entre la maquinaria pesada. Sabemos que en la madrugada entraron máquinas y echaron tierra a la zanja, y ahí puede haber cuerpos, queremos que los busquen o que nos dejen entrar a nosotros. No nos vamos a mover de aquí”, dijo una mujer que buscaba a un conocido.

El oficial federal a cargo cedió e informó a los familiares que no los movería de ahí. Solo pidió que cuando llegaran los trabajadores de Pemex permitieran su entrada. Prometió que también realizarían la búsqueda de más cuerpos y que se organizara una comisión de 10 personas para  entrar a la zona siniestrada. A lo largo del sábado y durante esas maniobras, autoridades encontraron los restos de siete cuerpos.

A dos kilómetros de distancia, en el Centro Cultural de Tlahuelilpan, ubicado a un lado del edificio de la presidencia municipal, el gobierno estatal instaló un módulo de atención para los familiares de las víctimas. Se dio información de las personas que fueron trasladadas a los hospitales, se brindó apoyo psicológico y se montó una unidad del Ministerio Público que levantó las carpetas de investigación de las personas reportadas desaparecidas, así como se tomó muestra del ADN para ayudar a la identificación de los 66 cuerpos levantados en el campo de alfalfa.

Para la tarde del sábado, todo el pueblo tenía el corazón en vilo. La mayoría se había enterado que por lo menos un conocido, amigo o familiar había ido al lugar donde fue la fuga y que estaba desaparecido o en algún hospital. Muchas personas esperaban información en el Centro Cultural. La solidaridad no esperó y decenas de vecinos llevaron comida, agua o café caliente.

El sol se ocultó y el frío empezaba a calar los huesos. Había quienes no habían dormido. Tal fue el caso de la señora Carmen Contreras. Permanecía afuera del Centro Cultural con varios de sus familiares. Les acababan de avisar que su sobrino Víctor Hugo Gutiérrez  Olguín falleció en el Hospital de las Américas en el Estado de México. “Estamos esperando a que traigan a mi sobrino para velarlo. Su padre está destrozado”.

El día había sido muy largo y estaba lejos de acabarse, aunque ya era noche. Se cumplían 24 horas de la explosión. En el Templo Nuevo, una de las iglesias de Tlahuelipan, a unos 200 metros del Centro Cultural, se realizaba una misa en honor a las víctimas. El pueblo se volcó. Fueron vecinos y conocidos. Había gente en el atrio, pues adentro ya no cabía nadie más. “Venimos a acompañar a unos familiares. Es muy triste lo que pasó”, comentó una vecina.

“Tlahuelilpan está de luto”, entierran a sus muertos

El domingo, el escenario en el Centro Cultural no había cambiado. Seguían personas buscando a sus desaparecidos. Muchos habían pasado la madrugada en ese lugar. Autoridades les acondicionaron los salones del edificio y repartieron cobijas para que pernoctaran ahí.

En la “zona cero” ya no había peritos ni policías de investigación, se habían retirado y de manera oficial concluyeron la búsqueda. Sin embargo, familiares se armaron con palas y tubos para remover el lodo que había quedado a un lado de la explosión con el objetivo de encontrar alguna evidencia.

El centro del pueblo amaneció casi vacío. Era día de plaza. Los puestos de comida que se instalaron en la explanada principal tenían pocos clientes. No dejaban de comentar lo ocurrido el viernes en la noche y las horas después. “Al principio le dijeron a mi amiga que no era, pero con el chaleco que traía lo identificó”, señaló una joven, mientras esperaba el caldo de barbacoa que había pedido.

A mediodía, se hizo una misa de cuerpo presente para despedir a las primeras víctimas que fueron identificadas: Mario Reyes Orozco, Misael Contreras Pérez y César Jiménez Brito. Los cortejos fúnebres recorrieron las calles de pueblo rumbo al panteón municipal.

El dolor carcomía a los familiares, quienes pidieron a la prensa respeto y que no se tomaran fotografías. Esos tres sepelios se realizaron casi de manera simultánea.

“Se respira tristeza en el ambiente”

Los días han pasado y Tlahuelilpan no se recupera de la tragedia. Las historias de las personas que perdieron la vida en el lugar y las que fallecieron en hospitales comienzan a conocerse. Señores que iban con sus hijos y yernos. Familias destrozadas y decenas de huérfanos.

Hasta el viernes 25 de enero, el saldo era de 113 personas fallecidas. En conferencia de prensa, el secretario de Salud del gobierno federal, Jorge Alcocer destacó que durante la madrugada murieron dos víctimas más que recibían atención médica en un hospital privado.


Desde el domingo, diario hemos venido al panteón a acompañar a los vecinos o el día que enterramos a mi sobrino"

“El domingo venimos al funeral de Don Mario Reyes, el lunes al de un conocido, el martes enterramos a Quique y el miércoles a un vecino que se llama Rogelio Garrido. Estamos todos tristes en todo Tlahuelilpan. Sucedió un siniestro que no esperábamos”, mencionó María Elena Corona López, habitante de la colonia El Depósito.