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“Sobrevivir a la covid, como padecer una sequía que mata vacas”

Roberto Rodríguez, empresario ganadero, compara que padecer la covid es como sufrir una sequía que mata vacas y becerros, o las heladas que queman árboles

Escrito en ESTADOS el

CD. VICTORIA.- Para Roberto Rodríguez, empresario, compadre, ganadero y  amigo de todos, sobrevivir al coronavirus ha sido como sobrevivir a una sequía que le ha matado vacas y becerros, o las heladas que le quemaron los árboles de naranjas.

“Me dejo todo jodido”.

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“Ya me hacía dándole cuentas al creador. Veía los rostros de las enfermeras y los doctores todos serios, preocupados y pensaba: ‘¿tan mal estaré?’ Y decía ‘ay diosito, todavía tengo muchas cosas que hacer en el rancho, espérame tantito’”.

Roberto, “Betito” para sus amigos y compadres, cuenta: “pues sí allá en  Monterrey, el hospital algo carito. Ya le dije a mi vieja y a mis hijas que lo que se gastó del hospital se los voy a descontar de lo que les deje. Me llevaron a huevo y yo también quise ir, la verdad, ya me sentía mal”.

“Yo ya la libré pero mira esto, el hielo quemó los árboles. A la huerta se la llevó el carajo, habrá que dejar pasar unos días, a ver si se recuperan o de plano habrá que sacarlos. Pero lo bueno es que aquí estamos y vivito para seguir dándole”.

Rechaza la cerveza que le ofrece su compadre Lupe. “Todavía estoy tomando una medicina, ya luego me repongo con ustedes, pero anoten las que tenga pendientes. Mientras pásame una quesadilla y el guacamole”.

Fotos Cuartoscuro

Recuerda: “empecé con tos seca, cansancio, calentura, dolor de garganta, molestias y dolores de cabeza. Será una gripe al rato se me pasa, pensé. Me eché unos tés que me dio mi vieja y unas pastillas. Nada.  Cada vez me sentía peor”.

Si estoy gordito, pero nunca he sido de gripes, ni nada. Abollado si tú quieres, pero rendidor. Ya cuanto sentí que me dolía el pecho, me faltaba el aire y me sentía de la chingada, acepte ir con el doctor

Tras la prueba se confirmó que era positivo a covid-19, la familia decidió llevárselo a internar en un hospital de Monterrey, para ser atendido.

“Allá, que estudios, radiografías, oxigeno, medicinas, la hospitalización y demás… pues si una lanita”.

-“Como siempre mi compadre bien llorón”, interviene José.

“Lo bueno es que tengo compadres y amigos que me mantengan y me presten para comprar árboles y reponerlos. Volver a levantar todo esto”.

Aunque todo fregado, jodido pero aquí estoy para echarle ganas. Más jodido está todo esto. La naturaleza no tiene palabra. Heladas como estas no se habían registrado desde hace más de 20 años, pero ni modo, así es esto y hay que echarle buena cara al mal tiempo

Sacar los árboles, sembrar otros, será un trabajo duro de varios meses y cinco años para que produzcan los árboles.

Meciéndose en el sillón y acomodándose el sombrero,  menciona: “A veces me dan ganas de vender todo esto”.

E interviene  su compadre, “El Güero” Manuel: “si vendes te mueres compadre. Y te vamos a extrañar mucho, mucho,  mucho”.

Todos sueltan la carcajada.

“El Betito” no pierde su buen humor, ni el apetito: “Compadre no se haga güey y pásame una costillita”.

Y continúa: “este es el trabajo de mi padre. Si me dejó 100, yo tengo que sacar mil. Por eso aquí me vengo, al rancho, aquí me siento mejor, me rio con estos cabrones. Nos echamos un carnita asada, mi compadre Pepe nos avienta unos chistes y unas mentiras, y nos la pasamos bien tranquilos, ya mañana trabajaremos”.

-“¿Trabajar? que trabajen los jodidos, nosotros no”, suelta Pepe.

Y otra vez las carcajadas.

-¿Y compadre, sentiste que ya te iba a llevar la jodida?

“Había noches en las que me sentía tan mal, frio que sí ya sentía que me iba a pelar. Pero le echaba ganas, huevos, coraje y le decía a la muerte ‘a mi pelas los dientes’”.

Pero en serio, el trabajo aquí en el campo te cura, te fortalece, te hace sentir mejor. Si ya libré a la huesuda, al trabajo no le tengo miedo. Siempre he trabajado

“Mi compadre ahorita no puede tomar, pero usted si mi periodista, ahí le va la botella de tequila, sírvase solo. Le paso un taco de chicharon en salsa verde”.

Se acerca Bruno, un pointer inglés, le lame la mano a su dueño, mueve la cola, se le para de manos encima.

“¿Sabes lo que quiere? Quiere ir a buscar venados”.

“Compadre, bájate el rifle de la camioneta, vamos a buscar un venado para los tamalitos. A ver qué tal puntería tiene el amigo”.