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“Que no muera nadie más”: mamá de niña que murió por bala perdida en Chiapas

En San Cristóbal, la banda delictiva de "Los Motonetos” presumen sus armas largas y disparan incluso a plena luz del día atemorizando a la sociedad

Escrito en ESTADOS el

TUXTLA GUTIÉRREZ.- En la colonia Monte Los Olivos, ubicada al norte del Pueblo Mágico de San Cristóbal de Las Casas, la paz se agotó desde hace unos años, cuando el constante ruido de las motocicletas y las detonaciones al aire con armas de fuego se hicieron cotidianos.

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Allí, en una casa de madera y techo de lámina, de al menos tres metros cuadrados y al borde de un barranco, en la calle Israel, viven Cristóbal Gómez Hernández, su esposa Andrea Hernández Hernández y sus hijos, quienes están acostumbrados a la “lluvia de plomo”.

Sin embargo, el sábado pasado a la medianoche, una bala les cambió la vida. Salvador señala, con su índice derecho, hacia el orificio donde el proyectil, cuyo calibre no supo descifrar pero que sí comparó con el grosor de uno de sus dedos, se impactó en la frente de su nieta, quien falleció un día después.

Andrea no puede contener el llanto, aun así pide justicia, se agarra la frente, se talla los ojos y, con su antebrazo derecho, se seca las lágrimas. Luego, la mujer de 32 años de edad y hablante del idioma tsotsil se levanta, toma una ropita y otras pertenencias, y las coloca en el fuego que hizo con leña.

“No quiero que quede nada que me traiga su recuerdo”, dice la mujer mientras deja una muñeca que se consume poco a poco entre las brasas; “lo demás (ropa y juguetes) ya se los llevaron”, comenta con voz cansada.

 

Salvador, su padre, reitera que, si no es por los vecinos que se unieron y les llevaron despensas y dinero, les hubiera costado mucho sepultar a Marisol en el Panteón Municipal. De ahí, confiesa, nadie se ha acercado para brindarles apoyo; ni una sola autoridad del Ayuntamiento morenista, o del DIF.

Andrea y su marido han batallado para librar la pobreza, pero continúan “enquistados” ahí. El espacio donde está su pequeño jacalito, mismo que está a punto de venirse abajo porque se mantiene en una zona vulnerable a deslaves, se los otorgó don Salvador, pues con los ingresos de Cristóbal como peón de albañil, no les alcanza para mucho.

Segados por el dolor, Cristóbal y Andrea no recuerdan el número de carpeta de averiguación que se abrió por el homicidio de su pequeña, e incluso solo recuerdan que agentes del Ministerio Público llegaron al Hospital de las Culturas, de esta misma ciudad, para avisarles del inicio de una investigación.

LA NOCHE DE LA TRAGEDIA

“Estábamos durmiendo con mis hijitos, y de pronto escuché un ruido en la lámina, luego mi hija gritó, por lo que cuando me di cuenta, le salía mucha sangre (de su cabeza)”, cuenta la mamá, quien incluso deja entrever que los disparos eran constantes desde la noche del viernes.

En un momento de la plática, señala hacia un mirador cercano:

“Ahí se ponen a tomar alcohol, muy seguido, hombres que manejan motocicletas, algunos con carros, y disparan sus armas hacia el cielo”.

Añade que, lo único que le queda de su hija son los recuerdos y una foto de ella en su teléfono celular, la que circuló en los medios de comunicación que dieron a conocer la noticia.

Mientras su madre y otros familiares preparan alimentos en la intemperie, escuchan alabanzas y algunas de ellas tallan con fuerza unas ollas para quitarles el tizne que les queda, vecinos se asoman para ver qué sucede en casa de don Salvador, donde cerca de 15 gentes, la mayoría niños y mujeres, se reúnen para “refugiarse” y consolarse.

SE ACABÓ LA PAZ

Otro vecino, quien guarda su identidad, advierte que en las colonias de esa zona de San Cristóbal de Las Casas la tranquilidad es una utopía, y rememora cómo hace unos meses una bala cayó, de igual forma, en su cocina tras penetrar el techo también de lámina.

“Por fortuna no había nadie en casa esa vez”.

Sin embargo, las culpas recaen contra integrantes de la banda delictiva “Los Motonetos”, quienes presumen sus armas largas y disparan, incluso, a plena luz del día y ante la mirada de la sociedad.

Andrea, quien no recibe apoyo gubernamental y se dedica a las labores domésticas, está consciente de que no podrá recuperar a Marisol, pero sí pide a las autoridades hacer justicia y, sobre todo, “que se acaben los balazos, que no muera nadie más, como mi hijita, tan inocente, tan alegre; no tenía la culpa de nada”.

El miedo permea entre los habitantes no solo de Monte los Olivos, sino de otras colonias vecinas como San Antonio del monte, La Hormiga, La Joya Vista Hermosa, Mirador 2, entre otras más que, cuya mayoría de viviendas cuenta con techos de lámina u otros materiales similares.

Tanto es la incertidumbre que, cerca del mirador donde doña Andrea advierte que se hacen disparos con pistolas y metralletas, las autoridades de esas localidades colgaron una manta con el mensaje de:

“Se advierte a todas las personas que se sorprendan realizando: escándalo en vía pública, robos, consumo de estupefacientes, detonaciones de armas de fuego, arrancones, entre otros, que serán sancionadas de acuerdo con los usos y costumbres de las colonias y luego remitidos a las autoridades competentes”.

esc