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“Nos duele el 10 de mayo, no sabemos dónde está mamá”, hijos de una madre desaparecida

Arturo, el menor de los hermanos, de nueve años de edad, recuerda: “primero decían que mi mamá iba a tardar en regresar, poco a poco fui entendiendo que no volv

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CD. VICTORIA.- Más de tres mil niños este 10 de mayo no tendrán a quien regalar una flor, cantar, compartir un pedazo de pastel, se quedaran con su beso, abrazo, la caricia, son los niños víctimas de las violencia. En Tamaulipas, más de dos mil 400 mujeres han desaparecido, de las cuales más de 700 son madres.

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Para estos niños y niñas el beso, la caricia, el aroma de mamá es un recuerdo que cala hondo en el corazón. 

Mujeres secuestradas, desaparecidas, víctimas de la guerra entre los carteles de la delincuencia organizada. Incluso mujeres que  recibieron balas perdidas y fallecieron o resultaron lesionadas.

Arturo tenía seis años; Eugenio, diez y Ernesto, 14 cuando su madre desapareció. Salió de su casa, en el municipio de Padilla, acompañada por una prima. Iban a Brownsville a comprar pacas de ropa usada y otras cosas para vender con eso nos ayudaba para sostener la casa.

Los tres coinciden en que el día más difícil para ellos no es cuando murió su papá pues saben en donde se encuentra sepultado y en ocasiones van dejarle flores. “Nos pone tristes, nos duele el 10 de mayo, no sabemos dónde está mi mamá. Saber en donde quedó para ir a decirle que la amamos, llevarle flores”.

“ABRAZAMOS A NUESTRA ABUELA, PERO NO ES LO MISMO”

“Abrazamos a nuestra abuela María De la Luz como si fuera nuestra madre, el 10 de mayo, pero no es lo mismo la queremos muchos sí, pero sentimos que no son los brazos de mi mamá”. 

Eugenio, hoy tiene 13 años, cuenta: “Lo último que supimos  es que pasando San Fernando, llamó a mi hermano mayor Ernesto para decirle que iban bien.  Ya no volvimos a saber más de mi mamá  y mi tía”.

Según las investigaciones policiacas las mujeres fueron secuestradas por un grupo delictivo que operaba en el municipio de San Fernando. Meses después entre el monte fue encontrada la camioneta en la cual viajaban, pero de ellas nunca más se supo nada.

Años antes murió su papá, que era un citricultor, a causa del cáncer.

“SÉ QUE ESTÁ MUERTA PORQUE ELLA NUNCA NOS HUBIERA ABANDONADO”

Ernesto, recuerda a Isabel, su madre: “Siempre fue muy buena con nosotros. La gente la quería mucho pues era muy amable, de buen carácter, siempre dispuesta a ayudar a los demás. Para sostenernos a veces también hacía pan o tortillas de harina y salíamos a vender en el pueblo”.

Arturo es el menor: “Primero decían que mi mamá iba a tardar en regresar, un par de semanas, dos o tres meses. Ya luego escuchaba que estaba desaparecida, poco a poco fui entendiendo que no volvería a ver a mi mamá, que  está muerta”.

Recuerda y dibuja una sonrisa cuando recuerda que “Chabelita” lo mecía en un columpio que colgaba en un árbol, en el patio. Cuando iban a la huerta a recoger naranjas para que les hiciera mermelada.

“Ya han pasado más de tres años; yo se que está muerta, porque ella nunca nos hubiera abandonado. Siempre estaba con nosotros. Se levantaba temprano para hacer tortillas y darnos de almorzar”, comentó.

Y añadió: “Como siempre yo sé que la policía nunca encontrará a los responsables, a los culpables. Yo lo único que quiero es saber en donde está enterrada para llevarle flores y decirle que la quiero”.

“Lo único que hago es regar, cuidar sus plantas, flores, árboles que a ella le gustaban”, dijo.

“SEGUIMOS ESTUDIANDO, MAMÁ QUERÍA QUE SEAMOS HOMBRES DE BIEN”

Hasta el día de hoy, el Sistema de Desarrollo Integral de la Familia en Tamaulipas ha incorporado a tres mil 399 niñas, niños y adolescentes beneficiarios al Programa “Nuestros Niños, Nuestro Futuro” el cual es un programa para ayudar a los menores cuyos padres han sido víctimas de la violencia.

Ernesto, tiene 18 años, es el mayor, “gracias a mi abuela María de Luz hemos podido salir adelante, con la ayuda de mis tíos hemos podido mantener la huerta, que produzca para vivir, seguir estudiando”. 

“Pese a todo lo que pasó, la muerte de mi papá, la desaparición de mi mamá, los tres hemos continuado estudiando. Yo ya pase el examen de admisión para la escuela de Leyes en la Universidad. Otro está en la secundaria, y el menor terminando la primaria”.

“Lo hacemos porque sabemos que mi mamá quería estudiáramos que seamos alguien hombres de bien. Que si me encuentro a los responsables ¿ que haría? no lo se. Me duele mucho, a veces me siento muy triste pero la abuela nos anima. Ahora es a ella a quien le decimos mamá”.

Según las estadísticas del DIF Tamaulipas niños, niñas y adolescentes de dos mil 020 hogares son los cuales reciben asistencia, como apoyo psicológico, becas, para liberar sus emociones y tratar de vivir en paz.

 

(djh)