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Niños migrantes, “carne de cañón” de mandos de la Policía en Tapachula

La Silla Rota se metió a Tapachula para constatar los abusos, físicos y sexuales, de mandos policiacos contra menores migrantes

Escrito en ESTADOS el

Hostigamiento, golpes, abuso sexual y todo tipo de humillaciones es lo que viven todos los días cientos de niños, niñas y adolescentes migrantes, acompañados o solos, en su paso por la frontera más “porosa” del mundo, la del sur de México y, sobre todo, en la parte de la ciudad de Tapachula.

Aunque no hay una cifra exacta de lo que padecen a diario, la asociación civil “Todo por ellos”, misma que desde hace una década brinda refugio, acompañamiento y comida a ese sector, advierte que nueve de cada 10 personas menores de 18 años de edad han sufrido alguna clase de violencia sexual: desde palabras obscenas, hasta tocamientos o violaciones.

Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), de entre 70.8 millones de personas en todo el mundo que huyeron de sus hogares, poco más de 25 millones están en calidad de refugiadas, y de esta cifra más del 50% son niños.

Estela y el asedio de “los lobos” vestidos de policías

Pero no únicamente los menores de edad no acompañados sufren vejaciones. Estela, originaria de Honduras, y quien está en estas tierras desde octubre de 2018, tras ser deportada de Estados Unidos, es asediada “día y noche” por dos comandantes policiacos, quienes le insisten en que les entregue a su hijo, hoy de 15 años, para abusar de él a cambio de agilizar trámites o hacerles otros favores, como dejarlos “en paz” mientras les otorgan su documento como refugiados.

Es tal la persecución, dice, que la han detenido solo por su apariencia: “No bebo, ni uso drogas, ni hago nada indebido, ¿solo porque tengo tatuajes…? ¡No sabía que eso era delito! Y se los he dicho”.

Pero esto, al parecer, solo fue tomado como pretexto por uno de los “verdugos” uniformados que la acedía, de nombre Darwin Tovar Salas, quien le tocó las partes íntimas a su vástago durante un “operativo” y que incluso tenía una propuesta “bajo la manga”: ser la pareja sentimental del pequeño.

“Él me lo dijo de forma descarada: ‘Tu hijo merece algo mejor, dámelo a mí, que sea mío, yo lo tendré bien, tú no’, pero yo lo mandé a la chingada”, externa.

Como no ha aceptado la propuesta, a Estela ya le fabricaron varios delitos, como el de portación de estupefacientes e incluso trata de niños, lo que ha servido como “piedra de tropiezo” para que la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) no le otorgue la residencia; por el momento cuenta con visa humanitaria.

Darwin Tovar, uno de los comandantes denunciado por perseguir a niños

Otro de los comandantes señalados por cometer abusos es Jorge Posadas, del Escuadrón Antipandillas de la Policía Estatal Preventiva y mejor conocido como “El Pichón”, quien junto a Tovar, está denunciado ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos y la Fiscalía del Migrante.

“Posada entró hace como un mes a mi casa, me robó cosas como un anillo, aparte de que me torturó, me inventó que me había hallado cocaína y me llevó a la Fiscalía de Alto Impacto, pero no se comprobó nada; hizo de todo para afectarme, mientras a mi hijo lo seguían persiguiendo, y eso es lo que buscan, quedarse con él”, revela la madre, quien abraza a Kevin, su hijo, mientras es entrevistada.

Jorge Posadas, encargado del Escuadrón Antipandillas, también es señalado de “reclutar” niños y jóvenes migrantes

Las huellas de la persecución 

Rigoberto, de 16 años, como La Silla Rota llama a un joven también hondureño para evitar represalias en su contra, muestra algunas cicatrices en algunas partes de su cuerpo como abdomen y brazos, producto de una “golpiza” propinada por los uniformados municipales, tras inventarle delitos que no cometió, como señalarlo de pandillero.

Su “pesadilla” comenzó hace como cuatro meses cuando caminaba por la noche, por el Parque Central de Tapachula, y es “topado” por un oficial de la Policía Municipal, quien de inmediato lo empezó a hostigar, a tal grado que lo cuestionó: “Me dijo que si yo me dedicaba a ‘mayatear’ (varón que tiene relaciones sexuales con personas de su mismo sexo a cambio de dinero u otras cosas), ¡y pues le dije que no!”.

Tras no obtener la respuesta esperada, el uniformado, a quien identifica como Darwin Tovar, le pidió contactarlo vía red social, a cambio de brindarle protección, sin embargo, el joven nunca imaginó que era el principio de un acoso para que aceptara tener relaciones sexuales con él. “Cuando vi que era un acoso constante, decidí eliminarlo, me dio miedo”, manifiesta.

 

Rigoberto enseña la cicatriz de una de las tantas heridas provocadas por elementos policiacos

No obstante, los problemas para él no acabaron ahí. Tiempo después conoce a “El Pichón”, quien le “sembró marihuana” y lo culpó de algunos delitos, lo que ocasionó que lo llevaran al Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) para “rehabilitarlo”, pues es menor de edad.

La red de Tovar y Posadas al parecer se extiende en cada rincón de la geografía de este municipio, en la región Soconusco de Chiapas, y prueba de ello es que sí han logrado sus objetivos con otros niños y jóvenes migrantes, sobre todo quienes no están acompañados por adultos, como lo constatan los declarantes.

“La verdad ya me quiero mover de aquí, es mucho lo que se sufre, tenemos miedo; antes vivía con mi mamá, quien se quedó en Frontera Comalapa porque ella sí tiene permiso (visa), y pues creo que la buscaré de nuevo o me iré a otro lado, porque lo más seguro es que un día amanezca muerto, o me violen”, confiesa.

Cifras “escalofriantes”

No obstante, el panorama es más complicado de lo que parece para los niños a nivel mundial. Con base en el Instituto Nacional de Migración (INM), cada año alrededor de 40 mil niños y niñas que migran (la mayoría de Guatemala, Honduras y El Salvador) son repatriados desde Estados Unidos a México, y de éstos, poco menos de la mitad, es decir, 18 mil, viajan solos.

Además, se destaca que en abril pasado fueron presentados ante la instancia migratoria 6,842 niñas y niños, cantidad tres veces mayor a la que se presentó el mismo mes, pero de 2018, con 2,596.

Tapachula se ha convertido en el lugar de riesgo para niños migrantes 

El mismo INM informó que el ingreso de menores migrantes a México, acompañados y no acompañados, se incrementó casi tres veces más en el primer cuatrimestre de este 2019, con relación al mismo lapso en 2018.

Solo entre enero y marzo de este año, siete mil 285 niños y adolescentes migrantes solicitaron refugio ante la Comisión Mexicana de Ayuda al Refugiado (Comar), cifra 316% mayor respecto a la registrada en 2018. Un dato histórico.

Activistas también son hostigados

Ramón Verdugo, director de “Todo por ellos”, lamenta que, como desde que crearon esta AC han apoyado a los grupos más vulnerables, sobre todo migrantes o personas que han sido víctimas de delito o solicitantes de refugio, en la actualidad son “acosados” por elementos policiacos municipales y estatales.

Tal es esta “persecución” que apenas en esta semana uno de los dos refugios que tiene esa AC, ubicado en la colonia Ferrocarrilera, fue cerrado por las autoridades, sin una justificación razonable.

“Ya lo reabrimos, pero presentamos nuestra queja a través del Mecanismo para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos de Activistas y Periodistas”, asevera el entrevistado, quien forma parte de dicho “blindaje” ante las constantes amenazas de muerte en su contra.

Lo que más lamenta, agrega, es que el otro albergue, especializado en atender a infantes indocumentados no acompañados esté a punto de cerrar y uno de los motivos sea la falta de recursos para operar. “Pero eso no nos impide continuar con nuestra labor, pero en la calle”, refiere.

Ramón Verdugo, director de la AC “Todo por ellos”

Para él, esta clase de acoso es constante en la ciudad tapachulteca, es decir que no es algo nuevo, y prueba de ello es que entre 2012 y 2013 denunciaron a un grupo de 11 policías por extorsionar y cometer abusos sexuales en contra de personas de todas las edades y nacionalidades, pero en situación de calle; nueve de ellos hoy están en la cárcel.



Tras huir de la violencia de su tierra natal, el Departamento de Cortés, Honduras, pero principalmente de la Mara Salvatrucha, que le sigue los pasos para asesinarlo, Claudio (nombre ficticio) se siente agobiado porque en Tapachula padece casi lo mismo que allí: pobreza, hambre y violencia.

A sus 21 años advierte que está en esta ciudad en búsqueda de refugio e, incluso, ya hizo su trámite ante la Comar, pero la espera, apenas de un mes, ha sido tormentosa porque los comandantes policiacos municipales y estatales los persiguen y golpean, con la intención, a fin de que acceda a relacionarse con ellos.

Aunque no sabe cómo le hará, augura que en poco tiempo se “normalice su situación legal” en México, trabaje y junte dinero para “rescatar” a sus padres, quienes se quedaron en su país. “Me quieren reclutar lo maras, pero yo no quiero, me gusta trabajar, sé de soldadura, me gusta lo legal”, ataja el joven, quien busca una nueva vida.

Sin embargo, al muchacho, de estatura baja y tez morena y quien esconde parte de su rostro con la visera de una gorra negra, le aumenta la incertidumbre porque ahora es víctima de acoso policiaco, comandado por Tovar y Posadas.

Pero acá se vive una realidad muy cruda, pues no solo niños o jóvenes migrantes son abusados, sino que menores de edad de las comunidades de esta localidad aceptan regalos o comida a cambio de una petición sexual por parte de alguna autoridad, sobre todo policiaca, y eso es terrible

Zonas de terror

En Tapachula hay varios puntos en donde decenas o cientos de menores de edad se refugian para pasar la noche, uno de éstos es el conocido como Real Fer, ubicado en la 17ª Oriente, u otro más en el kiosco del malecón, entre otros.

“La realidad está así: muchos de ellos se meten con gays a cambio de dinero para comprar comida o ropa; se ven forzados a eso, pues”, refiere de nueva cuenta Estela, cuyo nombre “de pila” se mantiene en el anonimato por obvias razones.

Aunque el panorama sería más complicado, pues el número de desaparecidos sería “grande”. “Con nosotros vivió un joven que venía también de Honduras, le dimos un espacio en el departamento en donde rentamos, pero un día salió y nunca regresó; no supimos nada de él, y lo confirmamos porque teníamos el número de teléfono de su madre que está en EU”, recuerda.

Para ella, advierte, el destino de un migrante es incierto, y más con la serie de amenazas que reciben por parte de los propios policías, quienes les advierten que es fácil desaparecerlos, pues primero los hacen “picadillo” y luego los tiran en algún lado de la franja fronteriza, donde nadie los reclamará.

Esta ciudad tiene varios “refugios improvisados” para niños y jóvenes migrantes, sobre todo no acompañados, en donde pasan la noche. En esos sitios son captados por la red de tratantes, como las policías.