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Mujeres migrantes huyen de la violencia; construyen dormitorio para migrantes

Ruth Yamileth y Melquiades, de Honduras y El Salvador, esperan en Reynosa su trámite de asilo político en EU; trabajan de albañiles en un albergue para migrantes

Escrito en ESTADOS el

CD. VICTORIA.- Ellas pegan block, mueven la carretilla, revuelven el material, hacen el trabajo de cualquier otro albañil, lo hacen en la construcción de un dormitorio, baños y otros espacios en donde otras mujeres y niños migrantes, como ellas, puedan estar mejor.

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Ruth Yamileth Sevilla Castrejón es de Honduras y Melquiades Hernández Del Cid es del Salvador. Ambas se encuentran desde hace meses en el albergue “Senda de Vida”, en Reynosa, Tamaulipas, esperando que las autoridades estadounidenses les concedan una visa humanitaria, toda vez que huyen de la violencia y la pobreza de sus países.

Héctor Silva, coordinador del albergue “Senda de Vida”, afirma que sobreviven de donaciones de empresas privadas y asociaciones civiles, además de la importancia del trabajo voluntario que migrantes hacen en la construcción de un nuevo dormitorio, baños, y otras instalaciones para dar mejor acomodo a los extranjeros en tránsito que llegan todos los días en busca de refugio.

Cada día llegan, siguen llegando centroamericanos, cubanos e incluso europeos y asiáticos, pero los espacios ya están agotados, necesitamos un nuevo dormitorio, comedor, ampliar la cocina, más baños y demás, a fin de poder estar en condiciones de poder atender a los migrantes que no dejan de fluir

Añadió que gracias a una serie de donaciones y al trabajo voluntario de los migrantes, se construyen un nuevo dormitorio, baños y otros espacios para que los migrantes puedan estar en mejores condiciones.

A estos esfuerzos, Ruth Yamileth y Melquiades se han sumado para aportar su sudor, manos y esfuerzo.

“Decidimos sumarnos al trabajo de los compañeros, cargar tinas con la mezcla, mover la carretilla, pegar block y demás para que otras mujeres y niños puedan estar mejor aquí”, cuenta Ruth.

Melquiades apunta que “desde que salí del Salvador ya sabía de las penurias de los sacrificios por los cuales habría que pasar para llegar hasta acá. Así que hacer este trabajo no es nada en comparación con todo lo que ya pasamos para estar aquí”.

No se trata de únicamente nosotras sino de cientos, miles de mujeres que salen de El Salvador, Honduras, Guatemala y otros países en busca de trabajo y comida, de mejores condiciones de vida para nuestros hijos, así que este trabajo es también por ellas y los niños que traen consigo

VÍCTIMAS DE LA VIOLENCIA

Pero en su trayecto, en San Luis Potosí, el grupo de migrantes fue secuestrado por la delincuencia organizada. “Nos tenían en un rancho, entre el monte, por 15 días. Un hombre intentó violarme, pero no se lo permitieron. Mi hermano que vive en Houston y otros amigos reunieron dinero y pagaron el rescate y nos dejaron salir”.

En septiembre de 2021, Melquiades y su hija de 14 años y su hijo de 17 años, ingresaron a México, y para el 30 de octubre ya estaban en Reynosa, pero su éxodo empezó desde mayo ante la violencia, las amenazas a ella a sus hijas.

Ruth Yamileth, se apoya en la pala, mientras su amiga Melquiades bate la mezcla, y comenta: “Yo soy de Tegucigalpa, Honduras, y salí huyendo de allá los Maras se han apoderado de todo. Los pobres no únicamente estamos sufriendo el vivir en estas condiciones, sino también la violencia desatada por las pandillas de Los Maras”.

A un hijo mío lo obligaron a vender drogas, pero como se negó a seguir haciéndolo lo entregaron a la policía, le inventaron el delito de asesinato y distribución de drogas. Los policías y los Maras son lo mismo, son cómplices en todo

No es únicamente este hijo que tiene en la prisión de Atolva, sino también tiene otros por los cuales se debe preocupar y por quienes decidió dejar Honduras y en una caravana junto con otras mujeres pudo llegar hasta México.

“La necesidad el hambre te hacen trabajar en cualquier cosa y si lo vamos hacer en Estados Unidos podemos empezar aquí ayudando a nuestras hermanas, niños que también como nosotras han dejado su familia, casa, pueblo. Es así que le entramos también a trabajar como ellos, como albañiles”.

No sabemos que vamos a encontrar donde vamos a trabajar por eso trabajar haciendo este trabajo no nos molesta

ENTRE TIERRA Y CEMENTO

Melquiades ve a los niños que corren ante el llamado que deben pasar al comedor y sonríe. “Yo, en la comunidad en donde vivía era campesina, trabajaba en los cañaverales así que el trabajo de albañilería no me asusta, durante muchos años he trabajado bajo el sol, en el calor, la lluvia.

Melquiades, tercia, “estamos trabajando porque queremos ayudar a otras mujeres, a otros migrantes que vienen detrás de nosotros, también sufriendo. Aquí que ya podemos dormir bajo techo, tenemos alimentos, si alguien enferma hay doctor medicinas. Por eso queremos ayudar”.

Y agregó que sus compañeros no quieren que carguen blocks, las tinas con cemento y demás pues es cosa de hombre. “Nosotras decimos que no, que es cosa de querer ayudar de querer dar las gracias al albergue, por socorrernos”.

Por su parte, Ruth Yamileth, comentó que, si para los hombres es difícil y con muchos obstáculos, sacrificios la travesía para llegar a la frontera de México, para las mujeres es aún más. “Hay quienes quieren cometer toda clase de abusos, robarnos a las mujeres”.

Melquiades tiene 46 años, tuvo siete hijos, pero uno fue asesinado por los Maras, a su hija de 14 años la violaron, por ello huyo de Vado Marín, municipio de San Miguel, en Santa Tecla en donde unas monjas le dieron refugio.

Para poder hacer su viaje vendió su casa, hipotecó su parcela.

¿A qué voy a Estados Unidos? a buscar un lugar digno donde vivir con mis hijos, un lugar en donde no andar escondiéndonos, vivir en paz con mis hijos, trabajar para pagar deudas. Que mis hijos no vivan con miedo, mi hija olvide y no sufra la vergüenza de la violación

Por las tardes, Melquiades y sus hijos se van al puente, a la orilla del rio a contemplar el lado americano, sabe que no lejos en Houston se encuentra su hermano Wualberto.

“Yo no pierdo las esperanzas, la fe de que vamos a poder pasar, que nos concederán la visa. Venimos a trabajar a buscar una vida mejor, una vida que allá nunca tendremos”, puntualizo mientras se va con la carretilla cargada de mezcla para seguir con la pega de blocks.

 

 

 

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