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Motines, muertos y naufragios, la crisis social y migratoria de Tapachula

En Tapachula son cerca de 70 mil indocumentados, quienes han denunciado inseguridad, hambre y trata, incluso, afirman que las mujeres son violadas sexualmente

Escrito en ESTADOS el

La crisis migratoria aún se mantiene en la frontera sur de México, sobre todo en la ciudad de Tapachula, Chiapas, en donde al menos 70 mil migrantes, entre éstos de África, Centroamérica y el Caribe (Cuba y Haití) esperan un documento oficial para continuar su paso o mantenerse ahí en calidad de refugiados.

Africanos esperando afuera de la estación migratoria 

Según la Comisión Mexicana de Ayuda al Refugiado (Comar), en esta localidad de la región Soconusco hay al menos 21 mil hondureños que hicieron su trámite respectivo. En esa misma condición están alrededor de cinco mil personas africanas, entre adultos e infantes, quienes en estos momentos son los más “visibles” porque desde hace como 4 ó 5 meses mantienen un campamento a las afueras de la Estación Migratoria “Siglo XXI”.

Desde que se agravó el tema y desesperados por la falta de respuesta de las autoridades mexicanas, se han registrado siete fugas de esa estación (en una noche escaparon más de mil), 10 motines; dos muertos y tres cuerpos más hallados en una naufragio (una decena de ellos no fue encontrada), además de un sinfín de personas migrantes desaparecidas de todas las nacionalidades.

Migrantes pasan hambre y sed 

En esas casas de campaña construidas con cartón, bolsas de plástico, rejas de refresco y lo que encuentren, hasta hace unas semanas había al menos 32 mujeres africanas embarazadas, de las cuales cinco ya parieron y permanecen ahí. 

El panorama es más grave de lo que parece. Quienes están a las afueras de la estación buscan dónde hacer sus necesidades fisiológicas, o bañarse, e incluso “descubrieron” dos mangueras negras que salían de un hoyo de tierra de dos metros de profundidad situado como a 100 metros de allí para consumir agua, ante el intenso calor que les genera deshidratación. Lo mismo sucede con el destino de la basura que generan, la cual es arrojada en un montículo que está casi a orilla de la vía terrestre.

Africanos consiguen agua de unos tubos que detectaron en un hoyo cercano a la Estación Migratoria

Otra mujer, originaria de Angola, toma un mendrugo con su mano derecha y, con la izquierda, utiliza agua para ablandarlo y comer. “Quiero plata, necesito plata, pa’ un refresco, mi Coca (Cola)”, externa la madre de familia al corresponsal de La Silla Rota, antes del primer bocado.

Pero este “viacrucis” ha sido difícil para muchos. Las hermanas angoleñas Estela João Pedro, de 30 años, y Bernarda Casimiro, de 27, saben lo que es sufrir miedo, hambre y desesperanza. La primera, embarazada de ocho meses y con una niña de tres años qué cuidar, se siente preocupada por las condiciones en las que están, pues para ella es inhumano mantenerlas en un campamento en donde las lluvias o el intenso calor y la falta de dinero no son nada favorables.

Estela y Bernarda toman sombra debajo de un árbol cercano a la Estación Migratoria “Siglo XXI”

De hecho, Estela advierte que desde que iniciaron la travesía, al bajar de un avión en Brasil, han visto y sufrido una serie de vejaciones: violaciones sexuales en contra de otras compañeras, sobre todo por su paso entre Colombia y Panamá, en donde recuerda que varios niños fueron “tragados” por el río y, a un varón originario de Camerún, la mafia de ese país le cercenó los brazos por no querer cooperar.

Sentada bajo una carpa, Júlia Fernanda Muaco, también originaria de Angola externa su desesperación porque ya tiene 3 meses en la estación migratoria, y su único deseo es llegar a tierra estadounidense, a Las Vegas.

“Acá (Tapachula) solo estamos de pasada, solo queremos continuar… tenemos algunos apoyos, pero lo que es alimentación nada; estamos aburridos, cansados de dormir en una casita de campaña”, acepta con un español combinado con portugués.

A pesar de que las condiciones no son tan favorables y de que está consciente de que en estos meses han sufrido hambre y xenofobia, Pablo, migrante del Congo, tiene la fe de que en menos de un mes les entregarán una tarjeta de residencia permanente como apátrida para que puedan seguir su curso.

Con un casi perfecto español, platica que si decidieron dejar sus países en África fue porque la pobreza y la violencia “son el pan de cada día”, no obstante, reconoce que en México, y más en Chiapas, la situación es igual, o peor, “por eso no tenemos la intención de quedarnos, porque ni hay trabajo, acá hay mucha pobreza también”.

Pablo, del Congo, tiene fe de que pronto les entreguen la residencia como apátridas

Con tres hijos y su cónyuge con 7 meses de embarazo, explica que se sienten agotados porque, al menos ellos, desde julio pasado están en Tapachula, “queremos trabajar, dinero para nuestras familias, y si nos salimos es porque África tiene muchos problemas: presión, conflicto armado, y una dictadura que nos agobia”.

Para él, es complejo el que una mujer, sobre todo foránea, se embarace y dé a luz en Chiapas, pues si bien les han brindado la atención hospitalaria para el parto, tras la salida de éste el futuro es más que incierto, “los bebés no tienen qué comer, su leche, y pues nos apoyamos entre nosotros”.

Siete de cada 10 mujeres son abusadas sexualmente

Es tan cruel ese caminar, advierte Yaneth Gil Ardón, presidenta de la AC “Una Ayuda para ti Mujer Migrante”, que las mujeres son las que llevan más las de perder: siete de cada 10 son abusadas sexualmente, “por ello casi todas, antes de emprender el viaje, toman la pastilla que bautizamos como ‘antiMéxico’, porque es aquí donde ocurren más esos hechos”.

Por su lado, Luis García Villagrán, coordinador general del Centro de Dignificación Humana AC, con más de una década de brindar apoyo y defender a presos y migrantes, asevera que la situación es más grave de lo que parece.

Luis García Villagrán, coordinador general del Centro de Dignificación Humana AC.

Según estudios realizados, estima que de cada 10 migrantes, seis son madres solteras que vienen con hijos y, lo más preocupante, en estado de gestación, “en la mayoría de los casos, se sabe que nunca llegaron a Estados Unidos, pero tampoco regresaron a sus países… son víctimas invisibles”.

Esta táctica dilatoria para inhibir el flujo de indocumentados, advierte, sólo ha beneficiado al traficante o tratante de humanos que actúa en contubernio con el Instituto Nacional de Migración, “por eso nosotros le llamamos a esta instancia el Cártel del INM”.

Con base en datos del INM, en lo que va de este año el flujo migratorio se disparó hasta en 230 por ciento con respecto a lo que se registró en todo el 2018; de hecho, de enero a julio de 2019 se contabilizaron 460 mil migrantes, lo que supera por mucho los 138 mil 612 que pasaron por el país durante el año pasado.

Incluso, la misma Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) indicó que sólo en mayo de este año cruzaron la frontera sur hacia México alrededor de 300 mil indocumentados, la mayoría centroamericanos; es decir, una cifra histórica en este tema.

En sí, en los 2 mil 200 kilómetros de frontera que existe entre México, Guatemala y Belice, hasta el año pretérito pasaban alrededor de 800 mil o 900 mil personas; sin embargo, en lo que va de este 2019 el flujo es mayor: al menos se contabilizan más del millón. 

Según el INM, del 1 de diciembre del año pasado al 31 de julio de este 2019 ha atendido a 9 mil 656 niñas, niños y adolescentes no acompañados, 56% más comparado con el mismo periodo pero de los años 2017 y 2018. En cuanto a la repatriaciones, indica que hasta finales de julio pasado contabilizaba 123 mil 535, cuando en el 2018 el total fue poco más de 203 mil 600.

De acuerdo con la Comar, en lo que va de este año ha apoyado a cerca de 39 mil 983 migrantes indocumentados, mientras que en todo el 2018 la cifra llegó a 29 mil 634.

Una crisis que no ven las autoridades

De nueva cuenta, Luis García Villagrán aclara que la crisis humanitaria en nuestro país se acentuó desde el año 2011, “pero el gobierno local nunca lo ha reconocido”.

Ante este panorama, dice que los cientos de africanos que esperan a las afueras de la Estación Migratoria “Siglo XXI” solo son engañados con un promesa de obtener un documento de residencia, pues lo único que se ha visto es que la Secretaría de Gobernación implementa métodos coercitivos, de represión, persecución y de deportación de ese sector.

“México es el país que en la actualidad más deporta seres humanos a nivel mundial, y ahora esos africanos estarían en la misma situación”, ataja el entrevistado, quien se basa en datos de la misma Organización de las Naciones Unidas (ONU). 

Insiste en que todo ha sido opacidad, pues el INM ni siquiera ha dado a conocer los nombres de los hermanos de Camerún que se ahogaron hace unos días en la costa de Tonalá. 

Mientras que cerca de medio millar de migrantes de 17 naciones africanas espera en la Estación Migratoria, otros grupos recorren las calles tapachultecas, e incluso hay quienes, varados en el Parque Central, buscan cómo ganarse unas monedas y ofrecen algún servicio, como el hacer “trenzas”, o barrer alguna banqueta.

Sin embargo, las “trabas” han sido constantes, tan es así que las autoridades mexicanas les niega otorgarles la residencia permanente a pesar de que la ley lo estipula cuando una persona apátrida, como los africanos que carecen de una representación consular en este país, la deberían obtener sin problemas, y más cuando hay bebés que nacieron en Tapachula.

Con una posible “arma legislativa” bajo la manga y que augura sacar a la brevedad posible, Villagrán acepta que en cambio, a los africanos, el INM, a cargo de Yadira de los Santos, les quiere entregar una tarjeta regional “inexistente en la ley, pues nunca habla de eso; por eso decimos que se ha torcido la ley”.

Refiere que, de no hacer algo al respecto, el panorama puede ser peor para Tapachula que, según él, concentra casi toda la migración actual a nivel nacional, “y eso es un verdadero conflicto social… el Soconusco se convirtió en un laboratorio social, donde quieren hacer todo tipo de pruebas, y nos dejan a 70 mil personas varadas acá, sin acceso a servicios de salud, educación, justicia, nada”, y lo más lamentable es que solo haya 15 empleados del INM para hacer trámites diarios.