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Miguelito, el bebé al que el sismo le robó la vida

¡Perdóname, mi bebé, porque no te pude salvar!, lamentó la madre de otra víctima por el terremoto en Oaxaca.

Escrito en ESTADOS el

OAXACA, Oaxaca.- “¡Perdóname mi padre, perdóname porque no te pude salvar!”, se escucha a un hombre destrozado por la pérdida del pequeño Máximo Miguel, a quién no le dio tiempo de sacarlo de entre los escombros de su casa, después del devastador sismo.

La marcha fúnebre es de llanto y de dolor. Decenas de vecinos de Máximo lo acompañan al panteón "Miércoles Santo", donde le dieron el último adiós; los lamentos son desgarradores. Valeria, la madre del pequeño, tuvo que ser sostenida de los brazos para no desvanecer.

Los vecinos también rompen en llanto. “¡Cuánto dolor, mi padre, mi hijo... mi bebé, no te vayas, todavía no, por favor!”, grita la madre como buscando regresar el tiempo que le permitiera salvarle la vida a “Max”.

"¡Regresa, vamos a bailar, vámonos de aquí... Ay, mi Máximo Miguel!", un sollozo que sale del alma de la mujer. Mientras, de fondo, la banda de música tocaba la pieza "Migueleña". 

Su mochila de la escuela, tenis rojos (sus preferidos) y un toro de plástico lo acompañaron en su féretro blanco, "para que no se le olvide ir a la escuela con Dios, ahora es un angelito", decía una mujer que contemplaba el entierro.

En la misma lápida de su abuelo quedó enterrado Máximo Miguelito, por la falta de espacio en el descanso municipal.

En el panteón hay otros lamentos más, también entierran a víctimas fatales del pasado 7 de septiembre, después del terremoto de 8.2 grados que azotó a México.

Máximo tenía apenas 3 años; su vida terminó en un abrir y cerrar de ojos. Su cuerpo pequeño colapsó por tanto polvo que aspiró, y tierra que le entró en ojos y narices. 

El día negro 

En la calle Moctezuma, barrio Cheguigo en Juchitán de Zaragoza, el pasado 7 de septiembre a las 11:45 horas, Valeria Ruiz Pérez dormía con sus dos pequeños Máximo Miguel Zúñiga (de 3 años) y Luis Eleazar Zuñiga (de 6 años).

Cuando inició el temblor los tres trataron de salir, pero la puerta se atoró, el muro del techo de la vivienda cayó y quedaron atrapados.

Valeria y Luis lograron sacar la cabeza, gritaron hasta más no poder, sus tíos la escucharon, pero la obscuridad no permitía saber su ubicación. Una de las vecinas salió corriendo a pedir auxilio, daban ya las 12:30 horas y la desesperación corría en el lugar.

Con lámparas y luz de celular los encontraron, y con barretas alzaron parte del muro que los tenía prensados. A Máximo sólo se le veía el cabellito porque estaba sostenido de la falda de su madre.

"Lo primero que hice fue sacar al niño más grande, que es el que gritaba. Después al más pequeño, todavía tenía pulso, y la vecina que es doctora y yo lo tratamos de reanimar, pero no respondía. Lo llevamos al hospital, pero estaba colapsado, ya no se pudo hacer nada", recuerda  Ángel de Jesús Porfirio, el joven paramédico que se jugó la vida para salvar a los pequeños.

Ángel de Jesús sostiene que en ese momento no podía pensar en otra cosa que rescatar a los niños con vida, "ellos no por favor, decía en mi mente, y a la vez pensaba en mi familia en todo lo que había pasado".

“No nos dábamos cuenta del desastre, estábamos a oscuras”, dice, lo peor vino después cuando amaneció, cuenta.

La vivienda donde se encontraba Valeria y sus dos hijos era bastante vieja, era su único patrimonio, herencia de su padre. El jueves bastaron 40 segundos para perderlo todo. 

Hoy Máximo Miguel no está, y un gran hueco quedó marcado en el alma de esta familia, que es una de las más de 3 mil personas que quedaron en la calle por el desastre natural.