Main logo

Migración en Chiapas no se detiene ni con covid… pero sí los trámites

En Chiapas, es larga la espera para los 13 mil 664 migrantes que solicitan refugio, pues la pandemia ha retrasado los trámites, aunque no el flujo migratirio

Escrito en ESTADOS el

TUXTLA GUTIÉRREZ.-  Aunque la pandemia ha evitado que más personas, sobre todo de Centroamérica, crucen la frontera sur, la migración nadie la detiene. Hasta julio de este año, la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) registró cerca de 22 mil 192 solicitudes de refugio (13 mil 664 efectuadas en Chiapas), es decir alrededor de 18 mil menos que el año pasado.

Esta aparente baja en trámites al parecer ha abonado para que quienes están varados en tierras chiapanecas, puedan continuar su camino o estén más tranquilos durante su estadía en esta región del país. 

Nael, su esposa y una de sus hijas (otros 5 quedaron en su país) llegaron a esta entidad sureña en enero de este año, junto con un grupo de 150 hondureños, entre ellos al menos una treintena de menores de edad, y aunque en un principio no la pasaron tan bien, pues fueron internados, junto con otras mil personas, en la improvisada estación migratoria “El Cupapé II”, mejor conocida como “La Mosca” en Chiapa de Corzo, hoy su panorama pinta distinto.

A pesar de la larga espera, sobreviven con el apoyo del programa “Bienestar” que, desde febrero, les otorga 2 mil 500 pesos quincenales y, junto a otras 3 familias de su tierra natal, rentan una vivienda en Tuxtla Gutiérrez mientras reciben el documento de refugio, el cual la Comar les entregará en máximo dos semanas.

Del año 2013 hasta julio de este 2020, la Comar ha registrado 152 mil 703 solicitudes, de las cuales casi la mitad se captó el año pasado, seguido de 2018 con casi 27 mil, la mayoría de Honduras, El Salvador y Venezuela. 

MARAS, LA PESADILLA DE LOS REFUGIADOS

Como muchos, Nael Moreno y su familia son perseguidos por la pandilla Mara Salvatrucha. De hecho, la razón por la que no solo dejara Guaimaca Francisco Morazán, en Honduras, sino además su oficio, el de la tapicería, fue porque le exigieron que distribuyera droga, pues de lo contrario lo torturarían hasta matarlo no solo a él, sino a sus seres queridos.

Wilson Paredes, de 40 años de edad, también dejó su tierra natal, a su cónyuge y a sus hijas —una de 2 y otra de 10 años— porque como chofer de un colectivo de transporte era asediado día y noche por las maras, quienes también le exigieron el pago de piso o, de lo contrario, moriría como otros compañeros que se negaron a aceptar el trato.

“Les dije que me dieran dos días para ver cómo le hacía, tiempo que me sirvió para hacer maletas y huir”, confiesa el oriundo de la localidad hondureña Santa Bárbara, quien advierte que allá no les queda de otra que dar el dinero, porque de lo contrario sería su sentencia de muerte. 

Pero puntualiza que acordaron con los pandilleros que las cuotas fueras de 150 lempiras por día, para él ya no era redituable porque no le alcanzaría para atender a su familia. 

EL SUEÑO TRUNCADO

Aunque el objetivo de ambos es “aterrizar” en los Estados Unidos, saben que será complicado porque prácticamente la frontera norte se cerró. Por el momento, coinciden, están contentos en México, por lo que continuarán en esa búsqueda de un espacio donde puedan vivir en paz y con un empleo digno.

Nael, cuyo primo hermano fue asesinado de 7 balazos en Honduras hace apenas unos días, asegura que ya les ofrecieron trabajo en Monterrey, Nuevo León, donde les pagarían cerca de 3 o 4 mil pesos semanales, pero aún aguardarán en Chiapas hasta que les den su documento de refugiados. 

En su recorrido se enfrentan a varios peligros, uno de ellos las enfermedades. De hecho, del grupo de los 150 “catrachos” con el que viajan, al menos al 90 por ciento al parecer les “pegó” la covid-19, aunque más bien creen que fueron víctimas del mosquito transmisor del dengue. Wilson suelta un chascarrillo: “el covid corre de nosotros”.