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“Mi nuera y nietos murieron aplastados; ahora también debo pagar 30 mil pesos”

El pasado 5 de julio, en una tarde de intensa lluvia, su nuera Mari Hernández y tres nietos murieron aplastados por una barda que colapsó por un alud de tierra

Escrito en ESTADOS el

TUXTLA GUTIÉRREZ.- Con el anhelo de tener una mejor vida, Manuel Feliciano, su esposa, dos hijos y nietos, se instalaron desde hace ocho años en el municipio de San Fernando, pues se enamoró de su tranquilidad y clima, similar al de su tierra natal Cárdenas, Chilón, en la región Selva de Chiapas.

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Sin embargo, su sueño y paz se opacaron el pasado 5 de julio, en una tarde de intensa lluvia, su nuera Mari Hernández y tres nietos murieron aplastados por una barda que colapsó por un alud de tierra, tras el reblandecimiento de la parte de un pequeño cerro erigido en el barrio San Miguel, de la colonia Viva Cárdenas, de esa localidad sanfernandense ubicada a 10 minutos de la capital Tuxtla Gutiérrez.

Desde esa ocasión, Manuel Feliciano Gómez no solo recuerda y le duele lo que le ocurrió a sus familiares, sino que ahora tiene otro peso encima: deberá pagarle a una funeraria casi 30 mil pesos por los féretros que, según pensó, ya estaban liquidados.

Pero la adversidad no los deja en paz: con todo el dolor por la pérdida, pero ante la necesidad de saldar adeudos y buscar el alimento, su hijo Ernesto Feliciano tuvo que mudarse a Tijuana, Baja California, hace dos semanas, en búsqueda de empleo como peón de albañil.

Mientras que su esposa, Laureana Pérez Hernández, de 57 años, convalece en el municipio de Chilón, de donde son originarios, pues el día del evento a ella le cayó encima un ropero y parte de esa barda, todo por salvar a uno de sus nietos, el más pequeño de 3 meses.

El campesino, de 60 años de edad, platica con La Silla Rota lo complicado que ha sido sopesar la tragedia, y peor aún, tener que “sudar, al doble, la gota gorda” para conseguir, al menos, 150 pesos diarios para enviarle a su mujer, quien no solo está afectada físicamente, sino en lo emocional.

Además, ella tiene que cuidar de otros cuatro nietos, mientras su vástago junta el dinero necesario y regresa del norte del país.

VOLVER A EMPEZAR

En el barrio San Miguel, don Manuel, con ayuda de lugareños, comenzó a levantar una casa de lámina y madera, sin embargo, aún no la culmina, pues requiere de un muro, tubería para el baño y otros materiales para vivir, al menos, de forma digna.

“Porque así como está (galera de apenas 20 metros cuadrados) no entraremos todos; por eso mi esposa no ha querido retornar de Chilón, además de que ahora está muy dolida por los golpes, llora a cada rato por sus chiquititos que murieron”, confiesa el varón que, tras recordar cómo sus nietos corrían a las afueras de su vivienda, se quiebra y un nudo en la garganta le impide continuar la charla.

Luego se mete a su casa, y de una mochila que, según él, también quedó aplastada por la barda el día del accidente, saca las actas de defunción de dos de sus nietos.

“Dios sabe por qué pasan las cosas”, se dice a sí mismo, para luego solicitarle al corresponsal de LSR que lo ayude a llegar con funcionarios o alguna instancia de gobierno para que termine de construir su hogar y el muro de contención.

Don Manuel está desesperado, pues su mujer sufre de dolores intensos en varias partes de su cuerpo, desde el día del accidente, pero ante la falta de recursos, solo tienen para paracetamol o naproxeno que le aminoran el dolor por unas cuantas horas.

No obstante, se les dificulta acudir al médico, o que incluso le efectúen unos estudios para saber mejor cuál es su condición actual. Para colmo, no les alcanza para alimentar mejor a sus 4 nietos sobrevivientes también de la tragedia, sobre todo a dos de ellos, uno de 8 meses (requiere de pañales y leche) y otro de 3 años.

“Mi hijo está en Tijuana, pero dice que no ha tenido suerte, que todo está caro allá; entonces no sabemos qué hacer, queremos ayuda”, confiesa el hombre, cuyo índice señala hacia la zona donde se deslavó el pasado 5 de julio y que sepultó parte de la casa y a sus parientes.

AUTORIDADES: APOYO A “CUENTAGOTAS”

Manuel Feliciano, hablante del idioma tseltal advierte que, luego de la tragedia, el Ayuntamiento de San Fernando les otorgó 5,500 pesos para algunos gastos funerarios; también recibieron otro recurso de las autoridades de Chilón y de las familias del barrio donde viven, pero fue insuficiente.

Otro apoyo que obtuvieron fueron 12 láminas que le envió el DIF municipal, a través de Protección Civil, pero tampoco les alcanzó para “armar” bien su vivienda.

Del adeudo, “hemos pagado como 9 mil pesos, pero no nos ajusta, apenas saco un dinerito por cortar monte, o hacer algún trabajito; a veces ya ni para comer me queda”, asevera el varón, quien vive solo en una casita que le prestó un vecino mientras se recupera en sus finanzas.

Manuel tampoco puede producir la tierra como él quisiera, debido a que solo recibe 2 mil pesos anuales del programa gubernamental “Procampo”, y se le dificulta aún más porque su credencial de elector mantiene la dirección de Chilón, “por eso a veces nos niegan el apoyo acá”, aclara.

Lupita, una de sus vecinas, se pone triste, pues le duele ver a diario a ese hombre llorar y lamentarse ahí, donde de nueva cuenta comienza a fincar sus esperanzas, su hogar.

“Solo pido que el gobierno me ayude, que no nos olvide, mi familia quedó aplastada, no es mentira; mi esposa está mal, tengo nietos que necesitan apoyo… no pedimos más, ¡por favor!”, afirma Manuel, quien pone su fe en manos de Dios.

 

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