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Madera, la tierra en disputa que vive la guerra

La Sierra es, en realidad, el territorio que todos quieren y nadie tiene, mucho menos que nadie, paradójicamente, los pobladores

Escrito en ESTADOS el

Estar en Las Varas, Chihuahua, es estar en un pueblo en el que no se sabe quién manda, ni cuáles son las reglas. Se ha entendido, como método de supervivencia, que es necesario estar resguardado después de las seis de la tarde. Pero eso aplica para todas las carreteras que atraviesan la Sierra Madre Occidental en el estado de Chihuahua.

Con una población de mil 417 personas, Las Varas ha sido el espacio en el que dos cárteles de la droga se disputan el territorio, según la versión de la Fiscalía General del Estado Zona Occidente. La Línea y el Cártel de Sinaloa han desatado una guerra por toda la Sierra de Chihuahua que tiene a la parte occidente del estado sumida en una dinámica violenta de parámetros exagerados para poblados tan pequeños en los que la muerte, las balaceras, secuestros y desapariciones se han instalado en la dinámica de cada día.

Por ahora, quienes han tomado el control son las fuerzas de seguridad estatales, federales y castrenses que llegaron este miércoles luego que se presentara un enfrentamiento entre ambas células delictivas que dejó un saldo de 15 muertos y 5 heridos. Pero incluso el segundo comandante de la Policía del Estado, Alberto Chávez, dice que una vez que se vayan, la zona quedará desprotegida y a merced de los grupos del narcotráfico.

Entonces la Policía no tiene el control permanente, ni la Línea, ni el Cártel de Sinaloa. La Sierra es, en realidad, la tierra que todos quieren y nadie tiene, mucho menos que nadie, paradójicamente, los pobladores.

A la entrada del pueblo hay un señalamiento que dice Las Varas, el metal sobre el que fue escrito la leyenda está perforado por al menos una decena de impactos de bala de grueso calibre. Junto al letrero hay un panteón, en él los muertos con derecho a un nombre, memoria y un entierro cristiano. La entrada al panteón está repleta de casquillos percutidos y la entrada agujerada en más de un centenar de ocasiones, una cruz baleada es el aviso de que ahí no hay que asomarse.

Hay también, en el lugar, dos búnkers improvisados a los costados de la entrada principal, cajas de balas, y dos colchones, hay comida y botellas y latas de cerveza. Era un campamento de La Línea, dicen los policías que llegan al lugar.

Atrás del panteón está el lugar que fue reservado para los muertos que, alguien decidió, no merecían una cruz con su nombre para que alguna familia le lleve flores de vez en cuando. Cinco fosas fueron encontradas en el lugar. Un total de 7 cuerpos en estado de descomposición y una osamenta. Los cuerpos, todos, estaban mutilados y dos fueron decapitados. Las fosas no están resguardadas y no se están haciendo más búsquedas en el lugar. Aunque el comandante segundo dice que habrá rastreos permanentes, no hay ningún perito buscando porque están ocupados levantando otros cadáveres no sepultados o identificando los cuerpos sin nombre.

Más adentro del pueblo hay una bodega y la bodega es el escenario de una masacre brutal. Afuera Las puertas perforadas, las paredes impactadas. Adentro los charcos de sangre y rastros hemáticos como decoración macabra de los asesinatos despiadados. En el lugar fueron levantados 15 cuerpos de hombres sin vida ya y los cinco heridos que fueron trasladados a Chihuahua. La Fiscalía dice que el enfrentamiento fue entre los dos grupos criminales y que los cuerpos de seguridad llegaron después de la disputa que comenzó alrededor de las 6 de la mañana del miércoles y que duró aproximadamente una hora. Sin embargo un oficial dice mientras ve una mancha de sangre en la pared que ahí estaba un hombre herido y que alguien más llegó y le disparó en la cabeza, que sus sesos quedaron esparcidos en la pared. Entonces la versión oficial es dudosa o con ciertos desatinos. “Ahí estaba el puerco”, dice como para sí mismo.

El piso de la bodega, es, en tramos, del color casi negro que toma la sangre cuando se seca con las marcas de llantas de camionetas en las que salieron o intentaron hacerlo. Ahí fueron asegurados nueve vehículos, de los cuales una camioneta estaba blindada, armas largas AK-47 y granadas de fragmentación. El jueves al mediodía, quedaban en el lugar costales de maíz, papas, tomates y otros alimentos, también colchonetas, casquillos, balas, maletas, ropa, mariguana. Todo detrás de una puerta de metal que tiene la leyenda rotulada: “No tener tiempo para Dios es vivir perdiendo el tiempo”, desfigurada por los impactos de bala. 

El panteón y las fosas quedan en la salida al oriente, hacia la capital del estado. La bodega con su masacre y sus marcas está en la salida hacia el sur, que va hacia Madera. En el centro del pueblo está la Presidencia Seccional, cerrada, nadie se presentó a trabajar. Junto a la Presidencia un pequeño edificio apenas como un cuarto, la pared frontal tiene más de cien impactos de balas de grueso calibre, los vidrios quebrados y una camioneta calcinada justo frente a la puerta. El cuarto funcionaba como comandancia. La semana pasada dos policías estatales fueron emboscados por un grupo armado. Los oficiales fueron asesinados sin que algo pudiera detener el brutal ataque.

En menos de un mes fueron hallados ocho cuerpos, asesinados dos policías, y muertos 15 presuntos integrantes de dos cárteles de la droga. Todos en Las Varas. Una persona que pidió resguardar su identidad, dijo que el panteón está balaceado porque fue escenario de otra batalla que dejó igual o más muertos que el enfrentamiento en la bodega, pero que en esa ocasión ningún cuerpo policiaco se acercó y cada bando se llevó a sus muertos. Los datos, sin embargo, son abrumadores: por lo menos 24 personas fueron asesinadas (porque de los cuerpos enterrados uno era osamenta) en el último mes en un poblado de de menos de mil 500 personas.

La misma persona que contó lo del panteón dijo que en las carreteras hay retenes de hombres armados que no son policías y que esos hombres preguntan a dónde vas y por qué, ellos deciden si puedes seguir o no y te pueden quitar lo que quieran, incluso el vehículo. “Por eso traigo este celular”, dice antes de contar cómo le quitaron el anterior en la carretera entre Madera y Las Varas.

El paisaje es impresionante e imponente, Las Varas es uno de los 42 ejidos que tiene el municipio de Madera. Este municipio, que funciona como entrada a la parte profunda de la Sierra, tiene una cascada, un mirador, ríos, balnearios, zonas arqueológicas, junto un pueblo mágico.  La idea que genera a la vista es de relación con algo paradisiaco. Pero las ideas son abstractas y los hechos contundentes. La violencia ha hecho de este lugar, todo lo contrario: un pueblo sin ley o con la ley que disponen los cárteles de la droga.

El atractivo que le dio a Madera la naturaleza se volvió también su principal problema. Entablado en la carretera que entra a La Sierra, se volvió punto estratégico para el tráfico de la droga que se siembra. Por eso las células de ambos cárteles se disputan el lugar, según Félix González, vocero de la Fiscalía Zona Occidente.

El problema se volvió tan grande que la policía municipal, con sus 100 elementos y menos de 40 unidades, se vio rebasada. Por eso se hizo un decreto con el Estado para que asumiera el control de la seguridad desde el 18 de febrero de este año. Sin embargo la violencia sigue al alza. “Desgraciadamente son cosas que no se pueden evitar, es una guerra entre ellos, es como una pelea entre familias”, resuelve el segundo comandante Alberto Chávez Mendoza.

De los 15 muertos en el enfrentamiento, fueron identificados cinco. Todos con domicilio en algún municipio de Chihuahua. El más chico de ellos, Luis Leonel C., tenía 18 años. Rafael C. tenía 25. Hugo Antonio G., de 33 años. Álvaro T. de 35. Y Astolfo C. tenía 47 años. Todos pasaron su último día de vida en medio del terror que causa la explosión de un arma que dispara para matar.

Cinco personas, todas heridas, fueron detenidas. De éstas sólo uno es originaria de Chihuahua, Leonardo G., de 18 años. Carlos H., de 24 años, nació en Hidalgo. Efraín G., de 25 años, es de Michoacán. Marco Antonio M., de 27 años, es originario de Tabasco. Y Luis G., de 36 años, nació en Minatitlán.

Hace una semana el gobernador del estado, Javier Corral, anunció un aumento de sueldo a los policías estatales, becas para sus hijos y un incremento en su seguro de vida. Dijo que su compromiso era reducir los índices de violencia y traer tranquilidad a los chihuahuenses. El fiscal general, César Augusto Peniche, declaró que las cifras en homicidios eran engañosas y dijo que se avanzaba mucho en seguridad.

En la Fiscalía de la Zona Occidente están resguardas las camionetas que usaron en el enfrentamiento, todas con impactos de bala. Unas incluso con manos marcadas con sangre sobre la carrocería.

Adentro una mujer salió del Semefo llorando. Tuvo que ver el cuerpo acribillado de un familiar para que el muerto pudiera tener un nombre y un lugar con una cruz para rezarle o visitarlo de vez en cuando.

Una célula con alrededor de 30 unidades y más de 60 agentes estatales y ministeriales patrulla por la carretera que serpentea la Sierra de Chihuahua. Elementos del Ejército buscan criminales. Dos helicópteros sobrevuelan los inmensos pinos. Un comandante sabe y dice que se van a ir y que los integrantes de los cárteles volverán a salir para disputarse el lugar. Y en esta batalla, gana el que asesine más.


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