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¿Los malos me están balaceando, qué hago?

Frente a su hija y su esposa, policías mataron a abogado en una balacera en Tixtla, después le siembraron un y lo identificaron como un sicario

Escrito en ESTADOS el

 Guerrero (La Silla Rota).- La última llamada que hizo el abogado Eduardo Catarino Dircio antes de que lo mataran seguramente fue la que quedó grabada a las 13: 42 horas en el teléfono de su sobrino Asael Catarino. “Hay una persona de los malos que están balaceando. Está abajo, en la cocina. ¿Qué hago?”, dice que le preguntó su tío. A las 14:09 ya no le contestó la llamada que le devolvió.

Al abogado lo asesinaron el domingo policías estatales en su casa, frente a su hija y su esposa, en medio de una balacera en el centro de Tixtla.

Antes, le llamó al sobrino desde el cuarto de madera y lámina que está en la azotea de su casa, donde estaba escondido con parte de su familia, después de escuchar los balazos y ver que un hombre, que se coló por el patio trasero, se refugió en la sala de su casa, donde estaba su madre, inmóvil, en su silla de ruedas.

Hilda Vázquez, la esposa del abogado, no sabe en qué momento el campo de batalla de las calles del barrio del Santuario abarcó hasta la sala de su casa, pero se recuerda debajo de un colchón refugiándose de las balas.

Esta parte de la historia la Vocería del gobierno estatal la nombró una “persecución” y al abogado lo identificó como uno de los dos "sicarios" abatidos por la Policía Estatal.

Eduardo Catarino Dircio además de abogado era cultivador de alfalfa, padre de familia, hijo de doña Sofía, representante distrital de Morena, secretario general del Colegio de Abogados de Tixtla y esposo.

La casa del abogado está ubicado en el número 62 de la avenida Insurgentes. Atrás colinda con la calle Acapulco, de lado izquierdo con la Caritino Maldonado, y de lado derecho con la Alejandro Sánchez. En esta última calle hay una casa con un portón de rejas color negro que conecta con el patio de la casa del abogado y después a toda la casa.

Los hermanos del abogado tienen la certeza de que por ahí cruzó el hombre que se escondió en la sala. Aunque después se salió y lo mataron en la calle. Pero los policías ingresaron al domicilio y mataron al abogado acusándolo de delincuente.

La esposa, testigo de ese momento, esta mañana, en el velorio de su marido, improvisó una conferencia de prensa para narrar a los reporteros su versión del crimen.

Ella, su esposo, su hija y su sobrino estaban protegiéndose con el colchón. Escucharon las pisadas de las botas en la escalera de herrería que conecta al cuarto de la azotea. Los policías les gritaron que abrieran la puerta si no querían que los rociaran de balazos. El abogado decidió abrir y se tiró al piso boca abajo. “Él dijo, voy a abrir porque si no van a balacear a toda mi familia. Él gritaba yo soy el casero, yo soy el casero, por favor, aquí está toda mi familia”, dice la esposa.

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Pero los policías le dispararon. “(…) Vimos cómo le disparaban a sangre fría. Mi esposo estaba boca abajo pidiendo piedad. A sangre fría, el maldito policía; yo lo vi con mi hija y mi sobrino. Ahí le dispararon cruelmente esos malditos”, insiste.

La esposa narró los minutos enseguida al crimen con insultos de policías que le exigían que les dijera dónde estaban los hombres escondidos y que identificara a su sobrino de 12 años que abrazaba a su hija, porque él podría ser un delincuente.

Hasta que los mismos policías la obligaron a bajar a ver a su suegra a la sala, porque pedía verla. Al subir encontró el cadáver de su esposo en otra posición, boca arriba, y con un arma en las piernas, que los policías fotografiaban para el reporte policial. “Son unos cobardes”, suelta mientras cuestiona en quién deben confiar los ciudadanos después de ver que los policías mataron a su esposo y alteraron la escena del crimen.

Con el arma sembrada, ya muerto, el abogado se ganó el mote institucional de “sicario”.