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José, migrante, y el tortuoso camino de “Quédate en México” desde Tijuana

“Empecé a firmar montones de documentos y no pude leer porque es muy rápido. Le dicen a uno: `¡Firme, firme, firme!”, cuenta el migrante centroamericano

Escrito en ESTADOS el

TIJUANA.- Sin tener claro el mecanismo y pese a haber manifestado que no se sentía seguro en México, José fue ingresado por el gobierno de Estados Unidos al Protocolo de Atención al Migrante (MPP por sus siglas en inglés), también conocido como “Quédate en México”.

Después de casi dos días en un centro de detención migratoria en California donde estuvo hacinado con otros extranjeros indocumentados más, algunos con varios días esperando, José finalmente fue entrevistado por un agente migratorio para hacer su solicitud de asilo en EU.

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“Me dijeron: `usted va a ser ingresado al MPP, firme aquí´. Empecé a firmar montones de documentos y no pude leer porque es muy rápido. Le dicen a uno: `¡Firme, firme, firme! Ponga sus iniciales”, contó.

Al siguiente día un agente migratorio lo llamó por teléfono, y en lo que quizá sea un aislado episodio de buena fortuna, le hizo saber que había renunciado a una entrevista vía telefónica pero él ignoró eso para apoyarlo en su proceso de solicitud de asilo.

“Actualmente, a pesar de que tengo todos los documentos y he estado leyendo para ver de qué se trata eso, aún me falta mucha información”, agregó José, nombre ficticio porque fue la condición que puso para hablar en entrevista.

Es centroamericano y está en un albergue de Tijuana con otros migrantes retornados bajo el mismo programa implementado originalmente por el presidente norteamericano Donald Trump en 2019, y reactivado en diciembre pasado por la administración de Joe Biden obedeciendo una orden judicial.

Viajó 22 días en cuclillas dentro de un atiborrado camión con migrantes desde el centro de México hasta Monterrey y en general el camino desde su país consistió en pagar unos dólares aquí y otros allá para abrirse paso entre las autoridades, otras veces para que el crimen organizado lo dejara sortear filtros de revisión.

Una noche se arriesgó con varios indocumentados más, incluida una niña de 4 años de edad, para cruzar la frontera por las montañas de Baja California, pero el frío les obligó a llamar al 911 para ser rescatados temiendo que la pequeña no soportaría el descenso de las temperaturas.

Así fue como llegó al Centro de Detención Migratoria, donde tenían por almuerzo una galleta, reinaba la incertidumbre sobre el futuro y no había posibilidad de asearse.

“Había demasiada gente. No había espacio para dormir, de hecho no había camas. Dormíamos sentados (...) Nada más dicen: Espérate, espérate un tiempo a que te hagan la entrevista”, platicó.

EL REGRESO DE “QUÉDATE EN MÉXICO”

Los retornos por Tijuana comenzaron sigilosamente el jueves 6 de enero con un par de colombianos, y según datos facilitados extraoficialmente por personal del Instituto Nacional de Migración (INM), desde entonces han sido retornados al menos 25 hombres por esta misma ciudad.

“Ha sido poco transparente la forma en cómo ellos van a ser retornados. No se nos ha dado mucha información. En ocasiones la recabamos de los medios de comunicación o de contactos con asociaciones que están en Estados Unidos”, comentó José Moreno Mena, presidente de la Coalición Pro defensa del Migrante, una alianza formada por asociaciones civiles que dan refugio y alimento a migrantes deportados o en tránsito por Baja California.

Según la información filtrada por el personal de migración, han sido retornados principalmente venezolanos, colombianos y nicaragüenses.

Pero nadie sabe si se cumplirán los retornos que pronosticó en diciembre del año pasado la Universidad de Texas: 26,505 a lo largo de la frontera norte, y 9,750 por Baja California, principalmente por Tijuana con 9,600. 

Entre lo poco que está claro por esta frontera es que Estados Unidos realiza los retornos por la garita El Chaparral, donde el INM y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), ofrecen canalizarlos a los albergues de la sociedad civil como el de Ejército de Salvación, dirigido por la Mayora Sarahí Martínez.

“Al principio nos dijeron que iba a haber un promedio de 5 personas (diarias) que van a estar trayendo, pero no sabemos si vayan a aumentar los flujos, si vayan a disminuir”, mencionó.

El albergue que dirige junto a su esposo tiene 142 espacios pero el aforo está limitado por la pandemia y el semáforo epidemiológico

José confirmó que antes de ser enviado a México, el gobierno de Estados Unidos le ofreció ser vacunado contra el coronavirus, y llegando a este país le fue realizada una prueba para descartar algún contagio.

La canalización a los albergues de la sociedad civil y la amenaza del virus en medio de la cuarta ola de contagios que está viviendo Baja California por la presencia de Omicron son observaciones de los activistas.

Primero porque los refugios no reciben apoyo gubernamental como antes y porque están saturados a causa de los flujos migratorios que terminan chocando en esta frontera al encontrarla cerrada para pedir asilo. 

“Es la prioridad que tiene Estados Unidos, tienen más de 30 mil o 40 mil gentes allá, que ya inició ese proceso y necesita darle el trámite y no tiene capacidad para procesar esa población”, apuntó Moreno Mena. 

Además, el gobierno mexicano tiene en Tijuana el Centro Integrador del Migrante, habilitado precisamente para recibir a los primeros retornados durante la administración Trump, cuando el programa era solo para centroamericanos.

“Se supone que tiene una capacidad para 3 mil personas. Por allí debieron haber comenzado (...) es justo y necesario que el estado se haga responsable de esta población, ya que el Estado hizo el convenio con el Estado norteamericano”, agregó el presidente de la Coalición Pro defensa del Migrante.

Para prevenir algún brote de coronavirus en los albergues, la OIM mantiene funcionando el Hotel Filtro, donde son enviados los migrantes para observación médica antes de pasar a un albergue, pero también allí hay un problema.

“Últimamente se ha saturado también (...) Su última propuesta es que en vez de pasar los 14 días de cuarentena, si podíamos reducirlos a siete para darle precisamente más agilidad de ingreso y salida a las personas. Mientras no tengan ningún síntoma, entonces volverlas a canalizar a los albergues”, mencionó Sarahí Martínez.

Pese a todo esto, las asociaciones civiles sostienen que siempre están dispuestas a apoyar hasta donde les sea posible con sus propios recursos, y en esa misma línea está la OIM.

Jessica Tapia, su coordinadora en Tijuana, dijo que preocupa ver “desbordada” la necesidad no solo de albergues, sino también de asistencia médica, jurídica y psicosocial, porque el 40% de la población migrante en Baja California está compuesta por niños, niñas y adolescentes.

“Desde OIM y las agencias de Naciones Unidas nos hemos postulado en contra de la reactivación de los protocolos de protección a migrantes. Sin embargo, desde OIM estamos comprometidos a brindar atención humanitaria a la población, independientemente de los estatus migratorios bajo los cuales se encuentren en México”, añadió en lo que fue su único comentario al respecto.

EL TRÁMITE Y LA ESPERA

José tiene su cita para los primeros días de febrero, tiempo verdaderamente corto tomando en cuenta que en los primeros procesos bajo el MPP, hubo personas que esperaron meses por la primera cita, y hasta un año o más para obtener una respuesta.

(José, migrante centroamericano en Tijuana)

Tiene una lista de contactos con asociaciones y abogados que le pueden ayudar con su trámite de asilo, aunque él tiene pocas esperanzas de lograrlo, y teme que lo regresen a su lugar de origen, donde no puede encontrar trabajo a menos que sea militante del partido oficial.

“Quieren que uno piense como ellos y haga lo que ellos dicen. No hay libertad de expresarse y de hacer lo que uno quiera para sacar adelante a su familia”, contó.

Cuando fue recibido en México, el INM le entregó a José un registro de ingreso y le dijo que con ese documento podría cobrar transferencias de dinero que le enviara algún familiar, y que también le serviría para encontrar trabajo.

Ninguna de las dos cosas fueron ciertas y en la misma situación están otros migrantes retornados que desean encontrar trabajo mientras esperan que llegue la hora de presentarse ante el juez de migración en Estados Unidos.

No tienen identificación oficial y por lo tanto, los posibles empleadores los han rechazado.


(djh)