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FOTOS: Festival Huey Atlixcayotl, la fiesta profana que une a los poblanos

Representantes de 11 regiones etnográficas danzan en el cerro de Netotiloyan y al final regalan fruta y flores de la zona que representan

Escrito en ESTADOS el

Todo comenzó el último domingo de septiembre de 1965: en el Cerro de San Miguel, en Atlixco, Puebla. O quizá antes, cuando Raymond Estage Noel, un estadounidense nacido en Buffalo, Nueva York decidió viajar hacia Oaxaca y tuvo que hacer escala en Atlixco donde fue uno de los principales impulsores de lo que hoy día se conoce como Festival Huey Atlixcayotl, declarada Patrimonio Cultural de Puebla en 1996.

Desde entonces, llueva o truene, esta fiesta profana reúne música, danza, gastronomía y artesanías de los pueblos originarios de las regiones de Atlixco, de los volcanes, la tierra caliente, la Mixteca poblana, la región popoloca, la cañada poblana, la Sierra Negra, la Región de Los Llanos, la Sierra Norte de Puebla, la Huasteca poblana y el Totonacapan poblano.

De esas 11 regiones etnográficas de Puebla, sus representantes danzan en el cerro de San Miguel ó Netotiloyan (Cerro de la danza) y al final regalan fruta y flores de la zona que representan. El cierre de siempre queda en manos de Los Voladores, que vienen principalmente de la Sierra Norte de Puebla, de los límites con Veracruz…, de allá por donde son los voladores de Papantla.

En 2019 de Oaxaca fue la danza invitada y acudió con el baile La Pluma, inspirado en un ritual precortesiano que evoca el triunfo del pueblo mixteco sobre el zapoteca. Testigo de ello fue el gobernador Luis Miguel Barbosa Huerta que recibió el bastón de mando de manos de la Xochicíhuatl (Mujer Flor) 2019 y vio también las danzas realizadas por las chinas y charros de Atlixco, la danza Migueles de Zacapoaxtla, y los Huehuentones de la Sierra y el Valle de Tehuacán.

De esto, de lo que trata el Huey da cuenta un documental hecho por jóvenes del municipio de Huaquechula, también en Puebla, terminado en 2018 por José Antonio Cazabal Castro y Adrián Dolores Vargas. Las razones que mueven a los atlixquenses y a miles de poblanos son tan fuertes que año con año tienen esta fecha casi como sagrada. Don Pablo Flores vende periódicos y revistas en pleno Centro Histórico de Puebla y nunca, dice, ha pedido un boleto de los que reparte el gobierno del estado para asistir al Huey. No, él es de los que se acomodan en las pedregosas y esta vez húmedas laderas del cerro de San Miguel para ver desde ahí el espectáculo visual en que se convierten las coloridas prendas de los pueblos originarios.

Cuenta con Pablo, quien aprovecha para visitar a su familia que vende cecina en el mercado de Atlixco, que su padre, ya difunto, no faltaba ningún año al Huey; y que incluso ya en fase terminal de un cáncer, le pidió que lo llevara, pero no con boleto, sino desde el cerro. Y sí, fue su última vez, su último año. Ahora él sigue lo que considera ya una tradición familiar: con su cabeza blanca, sus ojos negros y su sonrisa franca, apenas se distrae para de las danzas para contar parte de su historia.

Como él, familias completas observan, aplauden, sonríen, sueltan la carcajada franca con cada danza; algunos aplauden cuando el gobernador anuncia que “vamos a construir un gran lugar para que sea la sede de la cultura precolombina de nuestro estado, la sede de las danzas, de las tradiciones y que haya un museo de sitio (…) esperemos que para el siguiente año esté listo el escenario, desde el cual se celebrará el día de la cultura poblana.” Escépticos algunos, no pierden de vista al antropólogo, Raymond Estage Noel, alias Cayuqui, quien alguna vez se quejó de que de él solo se acuerdan todos en septiembre por el Huey Atlixcayotl, que bien puede ser su fiesta, y después cae en el olvido. Es él, guste o no, el fundador del ahora considerado encuentro cultural.

Doña Micaela, también trepada en el cerro, hace un gesto de inconformidad cuando Barbosa Huerta informa que “aquí será el lugar a donde vengan los danzantes de todo el estado y de todo el país”; ella dice que no, que es una fiesta sólo de los poblanos y quiere que así se quede. Su hija Patricia se muestra incrédula porque, “hace unos años el festival fue filmado por una televisora para convertirlo en una tradición de Puebla y México”. Y sí, ese anuncio lo hizo en 2011 el entonces gobernador Rafael Moreno Valle Rosas, pero no pasó nada.

El anuncio, como sea, ya fue hecho con Julio Glockner Rossainz, titular de la Secretaría de Cultura; Guillermo Velázquez Gutiérrez, presidente municipal de Atlixco; y Raymond Estage Noel, como testigos. Aquella vez, en 2011, Moreno Valle no tuvo como invitado a Cayuqui, quien en un documento oficial recogido por el portal de transparencia de Atlixco cuenta que “la tradición oral de Atlixco menciona la existencia de un teocali indígena dedicado al dios de los vientos Ehecatl Quetzalcóatl en donde actualmente existe la ermita dedicada a San Miguel”.

Paganismo y sincretismos aparte, y pese a la lluvia, los atlixquenses no faltaron este año al Huey Atlixcayotl que debería de prescindir del morenovallista agregado de festival y llamarse sólo así: Huey Atlixcayotl.