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Faroleros dan luz a la navidad en Oaxaca

En la simbología dada por los zaachileños, los faroles representan el próximo alumbramiento de la Virgen María, la luz que guía a los pastores a lo largo de las nueve posadas antes del nacimiento y también son la luz de la paz en el mundo

Escrito en ESTADOS el

Villa de Zaachila.- Carrizo y celofán, creatividad y destreza, propósito y trabajo, son en conjunto la luz que ilumina la navidad en Oaxaca. Así, característicos de la región de los Valles Centrales, los farolitos artesanales son elemento esencial en las posadas.

Originaria de la tierra zapoteca, la familia Benítez Martínez  preserva con orgullo la labor desde hace varias décadas. “Haciendo memoria, yo tenía la edad de mi hijo cuando hice mi primer farol para llevarlo a la posada”, recuerda Gelasio Benítez mientras moldea en alambre los picos de una estrella. Su hijo, Cristian, tiene diez años de edad, es un niño tímido y de ojos melancólicos.

A vuelta y corte de pinza las ajadas manos de Gelasio van dando forma al farolito mientras que Gisela Martínez, la madre de familia decora otra estructura, la de un guajolote, con papel celofán, diamantinas y plumas.

En la simbología dada por los zaachileños, los faroles representan el próximo alumbramiento de la Virgen María, la luz que guía a los pastores a lo largo de las nueve posadas antes del nacimiento y también son la luz de la paz en el mundo, explica Gisela quien a su vez se dedica a la elaboración de dulces regionales.

El origen de los farolitos artesanales es desconocido. Gelasio los recuerda desde que era un niño. No hubo alguien que le enseñara a hacerlos, lo aprendió sólo de ver y copiar. La primera figura que hizo fue la de un pez. “Me costó mucho porque la vi pasando. Fue todo. Me la grabé en la cabeza y la hice”.

Posteriormente, cuando inició en forma la labor hace diez años junto con Gisela, “nos salían chuecas o sin forma, poco a poco mejoramos y actualmente llegamos a elaborar hasta mil piezas en temporada navideña”, mismas que vende en 170 pesos la docena, explica.

El número de figuras es tan extenso como la imaginación de quienes las crean y van desde la tradicional esfera, cubos, estrellas, avioncitos, guajolotes, tortugas, mariposas, peces, hasta castillos de fiestas patronales, cruces, el penacho de los danzantes de la pluma, incluso el reloj establecido en el centro de la población.

Tradición que se hereda

Cristel Benítez tiene ocho años, también es hija en el matrimonio entre Gisela y Gelasio. La niña toma en sus manos la estructura de alambre y con gran destreza coloca resistol y encima el celofán, luego al abrir y cerrar de las tijeras va formando la silueta.

En estas fechas la familia completa se sienta a laborar en el pequeño cuarto que conforma su casa establecida en el barrio San José en la calle Pelaxilla, que significa copo de algodón.

En la mesa central un cuchillo, rajas de carrizo, hilo resistente, masking tape, pinzas y alambre, son las herramientas de trabajo de Gelasio, herramientas con las que da forma a la luz de la navidad.

Faroles navideños de la tierra zapoteca

La noche ha caído, las calles comienzan a destellar en tonos azules, rojos y amarillos. Niñas y niños caminan en la oscuridad empuñando los carrizitos hechos faroles, hechos fiesta, asombro y risas. Letanías que se acompañan de luz.

Descendientes del Rey Cosijoeza, Zaachila es la población zapoteca bautizada como “primera hija de la tierra. Lugar en donde el viento silba el danzón Nereidas en memoria del célebre músico Amador Pérez Torres.

Zaachila, son bocados de carne ahumada, higaditos y empanaditas, lugar de danzas de altura: la de la Pluma y la de los Zancudos.

Visitar Zaachila, población ubicada a 20 kilómetros de la capital del estado, es como detenerse en el tiempo al recorrer el tianguis tradicional que todos los jueves se despliega sobre las calles céntricas.

La importancia de esta actividad -explica Laura  García Aguilar, secretaria técnica del municipio-, se centra en el intercambio comercial con los pueblos vecinos, e incluso prácticas de trueque.

“Zaachila es un abanico cultural, es gastronomía, es un modo de comportamiento, estilo de vida genuino que ninguna otra parte pudiera tener, es un sistema organizativo para nuestras fiestas patronales y el comercio. Somos un abanico cultural”, afirma.