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Familias de Tlahuelilpan reportan hallazgo de huesos y casquillos percutidos

Los pobladores continuaron con las excavaciones, después de que los peritos se retiraran del lugar siniestrado

Escrito en ESTADOS el

HIDALGO (La Silla Rota).- De la profundidad de la tierra –que cavaban con un pico, para remover con pala, junto al ducto de Petróleos Mexicanos (Pemex) que explotó dos días atrás por una toma clandestina– surgió un hueso, después otro; más tarde dos casquillos –señal de fuego percutido–, una gorra y la llave de un auto que, se cree, puede ser de los que están aparcados en la periferia, cuyos dueños no han sido localizados.

"Uno se veía quemado desde la cabeza, hasta los pies": trabajador

Antes de cavar, intentaron convencer a los peritos de que ellos, profesionistas especializados, fueran quienes lo hicieran, mas, recriminan, no hubo acuerdo. “El pueblo ya está solo”, dicen.

A menos de 48 horas del incendio en la localidad de San Primitivo, en el municipio de Tlahuelilpan, Hidalgo, el personal de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJEH) dejó la zona del desastre, y tras ellos el comando militar que había resguardado el predio después del siniestro, cuando los cuerpos calcinados estaban tendidos, y se veían vestigios como tórax y cráneos entre restos de hierba y maleza.    

Las partes de cuatro cuerpos que sacaron de la canaleta por la mañana, afirmaron, eran las últimas evidencias halladas, aunque pobladores de la localidad, y los que buscan a quienes no han aparecido, insistían en que tal vez habría restos óseos o alguna evidencia que permitiera identificar a los cadáveres que tiene el Servicio Médico Forense (Semefo), o a uno de los no localizados.

“Dijeron que eso, lo que había abajo, eran huesos de animales. ¿Creen que esos huesos que están en la bolsa son de animales? ¿Estos son restos de qué?”, cuestiona una mujer que ha tendido bolsas sobre el suelo donde junta lo que los pobladores han encontrado tras cavar por su cuenta después del retiro de los peritos.

Pasa los huesos sobre los ojos de quienes se sitúan junto a ella, a pasos del ducto.

“Este es un chip”, dice alguien más; “ese hay que guardarlo; puede ser que ahí haya información cuando lo entregues”.

“Los dos casquillos estaba ahí”, apunta con la pala uno de los que remueve la tierra.

Hay, entre lo que la gente sacó de ahí, un pedazo de piel cercenada, y huesos. Uno de los hombres juntó cuatro.

Esto se hubiera evitado y nadie de nosotros hubiera muerto. Se habla de una camioneta de soldados. Yo vi más; había seis camionetas de soldados, estatales y municipales. Ellos con sus armas, ¿cree que la gente se iba a acercar?”, pregunta una mujer que busca a su cuñado, cuyo nombre no se encuentra en las listas de muertos ni no localizados. "Nunca dijeron que era una ordeña; les dijeron que estaban regalando gasolina. Llevábamos como dos semanas sin gasolina".

Aquí, relata "se hablaba de unas 400, 500 personas" que estaban cuando el ducto explotó. "No son 70, son cientos de muertos. Un soldado contó 67 de un lado. ¿Sabes cuántos hay del otro?, le pregunté a mi hijo, 35 me dijo, y sólo la primera noche. En la televisión estaban diciendo que 20”.  

Como le digo que está desparecido un familiar, mi cuñada vino a buscarlo. ¿Por qué no dicen de los niños? Había muchos niños tirados en la zanja muertos. ¿Por qué no hablan de los niños muertos? Yo los vi, me dijo. Los niños que estaban sus craniecitos chiquitos ahí tirados”.

Del predio sacaron dedos y zapatos


La mañana del domingo peritos de la Procuraduría estatal habían reingresado al terreno para buscar evidencias que les permitiera integrar a la investigación.

La gente les ayudó y armaron una columna que pisaba sobre la hierba, y recorrieron todo el predio que, estiman, puede ser de un kilómetro desde la zona de riesgo donde explotó el ducto hasta uno de los extremos.

Los dedos de una mano cercenada, zapatos y restos de ropa quemada fueron algunos de los hallazgos, junto a los cuales colocaron la leyenda “evidencia”, que después recogieron.

“Aquí ahorita vamos a hacer otro barrido para ver qué podemos encontrar”, explica un trabajador de la fiscalía, a unos 800 metros del punto rojo. “Obviamente, a lo mejor hay gente que estuvo muy muy cerca y que a lo mejor (no alcanzó a correr, y quedó cerca del ducto).

Por eso se hace el rastreo de todo el lugar. Así no encontremos nada, no importa, se tiene que hacer el rastreo para descartar que la gente no vino hasta acá”, añadió.

“El tipo de hecho fue explosión por incendio, entonces la característica (de los restos hallados) es que tengan quemaduras. Obviamente cuando se lleve a laboratorio se va a determinar si pertenece al hecho o no”, explicó.

En la noche previa, en la funeraria El Ángel, de Tula, donde son llevados los cuerpos, trabajadores del Semefo y del ministerio público tenían 70 cuerpos. Las familias llegaban a tratar de reconocer a alguno de ellos por medio de las pruebas con las que los asociaban. Sin embargo, no de todos había evidencia –que se integra, por ejemplo, de objetos encontrados abajo o al lado de los cadáveres al momento en que fueron levantados–.

Pedazos de una dentadura, un celular quemado, el casquillo de una bota y el fragmento de una cadena eran parte de las muestras.

El llanto de una mujer, fuerte, penetrante, se escucha desde la oficina del segundo piso. Abajo están los ataúdes que vende la funeraria –los del gobierno, cuentan, no había llegado–. El grito se expande y se replica. Han identificado a un familiar. Tiene que ir al MP a recuperarlo; el número de identificación es 3P.



mvf