Main logo

Familias de La Cueva del Jaguar: de víctimas a invasoras

Infonavit las demandó, por lo que de legítimas propietarias se convirtieron en invasoras y, hagan lo que hagan, les tumbará sus viviendas

Escrito en ESTADOS el

TUXTLA GUTIÉRREZ (LA SILLA ROTA).- La Cueva del Jaguar, colonia casi en ruinas ubicada al suroriente del cerro Mactumactzá de esta capital de Chiapas, es una muestra clara de que los atlas de peligros y riesgos “fantasma” y las “licitaciones a modo” son una realidad en el estado. En la actualidad, al menos 30 familias se niegan a dejar ese espacio en el que, hace casi dos décadas, comenzaron a fincar su patrimonio.

Lee también: Explosión de fábrica de cohetes deja 11 quemados en Chiapas

Sin embargo, apenas el año pasado, el Infonavit dio “su última estocada”: las demandó con el argumento de que, ahora, de legítimas propietarias se convirtieron en invasoras y, hagan lo que hagan, les tumbará sus casas, las cuales están en buenas condiciones.

Ante esta “embestida legal”, a los vecinos no les quedó de otra más que ampararse ante un juez federal y, con aerosol verde, marcar las fachadas de sus viviendas para que no sean demolidas, como ya ocurrió en octubre de 2019 con al menos 120 de las 180 que ocupaban una parte de un perímetro de 3 hectáreas.

En 1999, recuerda Ilse Adriana Ruiz Robledo, una de las vecinas afectadas, la empresa “López Acosta” —cuya razón social se disolvió de la noche a la mañana— comenzó a construir las casas de La Cueva del Jaguar, pero en 2001 algunas de éstas se empezaron a cuartear, sobre todo las que están en la parte de arriba. Aun así, las familias no se iban.

Como el proyecto “se vino abajo”, al Infonavit no le quedaría de otra que devolverles el dinero que ya habían erogado por sus hogares. Pero el reembolso fue incompleto y, lo peor, es que a la mayoría ya no le podían otorgar otro crédito para conseguir una vivienda digna.

A cambio, los “sobrevivientes” recibieron un terreno más pequeño al norponiente de esta misma ciudad, donde solo algunos empezaron de cero. La treintena de familias que se rehúsa a abandonar La Cueva del Jaguar lamenta que las propias autoridades las intenten cansar a base de promesas o amenazas.

Pero lo más extraño es que otras 17 familias sí hayan conseguido “la venia” del Infonavit para quedarse en sus hogares en ese fraccionamiento. Por eso, las dudas “suben como la espuma”, pues si a éstas les permiten seguir allí, por qué no a las otras 30.

“No pedimos otra cosa más que viviendas”, afirma doña Ilse, quien advierte que se violentan sus derechos, y en la actualidad se mantienen en la incertidumbre por la demanda que les interpuso el Infonavit por despojo. “Sí firmamos un documento notarial para dejar las casas, pero cómo nos vamos a ir si no tenemos dónde”, reprocha.

Entre una zona de guerra

La Cueva del Jaguar hace las veces de una zona de guerra. Don Flavio Solís, cuya propiedad prácticamente es una isla entre el escombro de material de casas demolidas, entre las calles Puma y Leopardo, observa con tristeza el escenario. Es desolador. Hasta el año pasado, decenas de casas resquebrajadas e inclinadas, producto de fallas geológicas, eran ocupadas por verdaderos “paracaidistas”, quienes a pesar de que ponían en riesgo sus vidas, se mantenían ahí, en su único refugio.

Enseña su recibo de luz, luego señala hacia su casa, en cuya ventana pegó el número de amparo 1289/2019 para que no se la derrumben. Luego confiesa que desde hace tiempo ya no pagan “ni un quinto” por el predial. Están, acepta, entre la espada y la pared, pero tiene fe.

“Nosotros hemos creído en nuestras autoridades, casi todo fue de palabra, por eso aceptamos los terrenos, pero queremos que nos dejen aquí, porque nuestras casas están bien; luego nos ofrecieron que buscarían la manera de que nos dieran un financiamiento para vivienda, ¡pero eso fue en el 2010!”, dice de nueva cuenta doña Ilse.

Más arriba de La Cueva del Jaguar hay otra colonia que, sin duda, corre con la misma suerte: las viviendas también están cuarteadas, y decenas de familias se autoexiliaron porque, el suelo, “se los puede tragar”.

Otros vecinos se juntan y explican que la compañía “López Acosta” cometió un grave error: dinamitó una parte de esa zona, lo que para ellos ocasionó que se removiera la corteza terrestre. A pesar del error, no hubo resarcimiento del daño, ni la construcción de un muro de contención.

Si no se han ido de allí, advierten, es porque no han caído en “el anzuelo” de las autoridades, como lo que sucedió durante el gobierno municipal de Yassir Vázquez que, por unos meses, les pagó la renta a algunos damnificados, pero luego “se olvidó” de ellos.

Ni siquiera fueron tomados en cuenta por la Promotora de Vivienda de Chiapas (Provich) para que les dieran el financiamiento para una casa nueva y, a cambio de ello, solo les otorgó el terreno. De hecho “se lavó las manos”, con el argumento de que apoyaban solo a gente vulnerable.

La “trampa”, coincide Estela Ruiz Torres, en representación de los afectados, se las puso la actual administración del estado que, según ellos, utilizó la lista de nombres de las 30 familias para intimidarlas y dejarlas a merced de la Fiscalía General del Estado, de representantes de la extinta constructora “López Acosta” y hasta del Infonavit. Prácticamente los acorralaron.  

De hecho en el desalojo de octubre del año pasado no hubo una orden de desalojo, la autoridad lo hizo fuera de la ley y en contubernio con otras instancias

Quienes auguran que la justicia les llega lo más pronto posible, están seguros de que no es el terreno lo del problema, y ejemplifican el terremoto de 2017 y sus miles de réplicas. Sus casas, insisten, están intactas y, lo mejor, con una plusvalía que rebasa el millón de pesos.

La Silla Rota solicitó una entrevista directamente con la delegada del Infonavit en Chiapas, Rocío Terán, quien prometió enviar un documento (boletín) en donde se explica el caso. Incluso, se demandó información a Provich, cuyo titular de comunicación social también se comprometió a responder las dudas. Hasta el momento no hay respuestas.

Zona sur de Tuxtla, un “polvorín”

Entrevistado por aparte, Marco Antonio Penagos Villar, reconocido geofísico de Chiapas, argumenta que no solo La Cueva del Jaguar, sino el 90 por ciento de las colonias del sur de Tuxtla, están en serio riesgo, pues el tipo de suelo es residual o arcilloso y, en cualquier momento, se vendrían abajo o se resquebrajarían cientos o miles de casas.

Lo que “ha ayudado”, asevera, es que en los últimos años las lluvias se dan “a cuentagotas”; sin embargo, advierte que, de haber una recuperación pluvial, se verían las consecuencias.

“Es cuestión de tiempo para que suceda algo lamentable en La Cueva del Jaguar, porque el fenómeno se seguirá dando; mientras más carga (asentamientos humanos) le pongamos al cerro Mactumactzá, habrá más deslizamientos”, deja en claro el experto del Colegio de Ingenieros en Ciencias de la Tierra.

Con base en estudios, se sabe que el 80% de los suelos de Tuxtla Gutiérrez es arcilla alta o medianamente cársticas, lo que ocasiona los fenómenos de fracturamiento o deslizamiento.

Marco Penagos confirma la teoría: los atlas de peligros y riesgos no están actualizados, o los ayuntamientos, como el de esta ciudad capitalina, no los respeta. “Ya dijimos que en la zona alta del Mactumactzá no se debe de construir, a menos que se respeten ciertos ordenamientos, pero no es así, vemos todo lo contrario”, evidencia.

Sin embargo, los afectados “enseñan un documento” sellado que los ampara aún más: es la promesa del presidente Andrés Manuel López Obrador que, según les dijo, nadie los sacará de La Cueva del Jaguar al menos en lo que dura su administración.

Asimismo, también ponen su fe en el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas que, desde hace poco tiempo, retomó el caso y los acompaña en este “difícil peregrinar”. “Con esta organización nos empezamos a dar cuenta, apenas, que desde hace muchos años violaron nuestros derechos humanos, nuestro derecho a una vivienda; nadie nos ha querido escuchar”, remata doña Ilse.