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Familia Sánchez: así es la vida en una colonia marginada de Cd. Victoria

Enrique y Martha trabajan en jornadas dobles para poder pagar un terreno que compraron y los abonos de sus muebles; cine y cerveza están prohibidos

Escrito en ESTADOS el

CD. VICTORIA.- Ubicada al poniente de la ciudad, a los pies de la Sierra Madre, la familia Sánchez tiene su casa desde donde se tiene la mejor vista de la ciudad, pero donde también se tiene la mayor pobreza. Aquí, en la colonia Mirador, sopla el viento agradable que refresca del intenso calor, pero también sopla el olvido y la marginación.

Esta es la historia de Enrique Sánchez y Martha Hernández. Cada uno realiza dos trabajos para juntar unos 14 mil pesos mensuales con los que sostienen a sus dos hijos, Manuel y Lucía, para poder dar el abono del lote que compraron en donde no hay agua, ni drenaje, ni energía eléctrica, así como para dar otro abono de la cama y la televisión que compraron en “cómodas” mensualidades.

—¿Cómo vivimos? Pues de milagro, de milagro— dice Martha Hernández, quien para conseguir de 2 mil a 2 mil 500 pesos a la semana, sirve en varias casas como trabajadora doméstica y además, para obtener un ingreso extra, vende tamales y hojarascas.

Enrique Sánchez es conserje en un colegio privado donde desde antes de las siete de la mañana asea aulas, recoge basura y arregla desperfectos para ganar 8 mil 500 pesos mensuales, aunque él sí tiene IMSS.

Para completar su ingreso realiza trabajos de jardinería en casas particulares.

—Pidiendo prestado y ahorrando me compré una máquina podadora y unas tijeras para hacer jardinería, para poder sacar algo más. —Y añadió—: los estudiantes saben que uno es pobre y a veces se compadecen. Me regalan alguna camiseta, tenis o cachucha. A mí no me importa si es ropa usada o si me queda grande o chica. ¡Quién sabe cuándo vaya a estrenar una camisa o unos zapatos!

Interviene Martha Hernández—: para nosotros lo primero es sacar a nuestros hijos adelante; que vayan a la escuela; estudien; para que sean hombres de bien y no anden en malos pasos. Gracias a Dios son buenos niños, les gusta la escuela y no tienen malas calificaciones. Por eso cuando podemos vamos al centro y les compramos una nieve, una pizza, fruta... eso es lo que les gusta.

Ir al cine no, eso sale muy caro. Entre el boleto, las palomitas o los nachos son cien pesos por cada uno y no nos alcanza para eso, se klamenta. Vivimos de milagro y con la bendición de la Virgen de San Juan. Guardamos algo para poder ir al santuario de nuestra Virgen de San Juan de los Lagos. Cada año vamos a darle gracias, desde que curó a uno de mis hijos, comenta.

Y Enrique apunta: “¿Echarme unas cervezas? No, ya no. Ya me di cuenta de que eso es andar tirando dinero a lo pendejo. En eso yo no ando gastando, o al menos si está ya muy forzada la cosa, después de jugar futbol con los amigos, prefiero cooperar para comprar carnitas, chicharrones que andar gastando en cerveza”.

“Dicen que la cosa esta difícil y viene más difícil, pero para nosotros es lo mismo, seguimos igual de jodidos”.

Martha se acomoda la camiseta que le regalaron cuando la candidata a diputada visitó la colonia.

—Los niños tienen buenas calificaciones y queremos una beca para ellos. Vamos a solicitar una, pero resulta que ya no hay, que las listas están llenas y son muchos los que están esperando.

“A veces nos traen una despensa del gobierno, pero pues tampoco. Resulta que no alcanzamos, que no nos inscribimos a tiempo en el programa y no recibimos nada de ayuda”.

A la pregunta de dónde vacacionan, Enrique responde: “nuestras vacaciones son allá, en el rancho de los abuelos. Allá los niños están contentos, se suben a pasear en los burros, se meten al arroyo, asamos elotes. Esas son nuestras vacaciones”.