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Esto sueñan algunos de los 340 migrantes secuestrados en Chihuahua

El 17 de septiembre fueron rescatados los extranjeros, algunos de ellos llevaban hasta cuatros meses encerrados en un cuarto

Escrito en ESTADOS el

CHIHUAHUA.- “No podíamos dormir boca arriba, estábamos de lado, apretados. Todos los días y noches las pasamos así, si uno quiere salir, tiene que pagar”. Así narra Benjamín, un joven guatemalteco, los días que vivió hacinado y encerrado junto con otros 340 migrantes en un pequeño cuarto, ubicado al sur de la capital de Chihuahua.

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Algunos de ellos llevaban hasta cuatro meses encerrados, según dijeron ellos mismos cuando fueron rescatados por elementos policiacos el pasado 17 de septiembre. 

Luego de ser liberados, la Casa del Migrante, ubicada al norte de la ciudad, recibió a 90 personas de ese grupo. Las autoridades repartieron el resto entre la Casa del Migrante San Agustín y un refugio improvisado en el gimnasio Jorge Barousse.

Los migrantes, entrevistados por Raíchali, eran guatemaltecos, provenientes de departamentos como Quiché, Petén y Chimaltenango.

Se contaron entre 10 y 15 mujeres y alrededor de 17 menores de edad. Todos cruzaron a México para llegar a los Estados Unidos en busca de una mejor vida. 

La historia de cómo fueron secuestrados coincide entre los migrantes. Sus familiares en los Estados Unidos les consiguieron un teléfono de las mismas personas (polleros) que les ayudaron a cruzar a ellos.

Entonces llegaron a la Terminal de Autobuses de Chihuahua y marcaron al número. Ahí fueron recogidos por un hombre mayor, quien los llevó a la casa en Vistas de Cerro Grande, donde les dijo que tendrían que estar “un tiempo”.

Al momento de entrar a la casa no pudieron reconocer nada en el paisaje. Sólo vieron algunas tiendas y casas. Algunos llegaron a ver a algún vecino, pero eso fue todo. Una vez dentro, no volvieron a ver el exterior durante su cautiverio. Estaban encerrados, bajo candado.

Sólo entra gente, sólo entraban y entraban, pero no salían, sólo nos decían que la otra semana, dentro de tres días van a salir, treinta personas van a salir la otra semana, pero son mentiras”, dijo uno de ellos

Muchos de los migrantes conservaron sus teléfonos celulares durante ese tiempo y los usaban para marcar a sus familiares. Por meses se resistieron a pedir ayuda a las autoridades por miedo a sus captores.

“Todo lo que decían era que, si uno salía, los mexicanos eran malas personas, que no nos querían aquí a los guatemaltecos, que nos iban a deportar. Tanto así más que todo es el miedo, por eso no salíamos, por el miedo a la policía que nos deportaran a Guatemala”, explicó Benjamín, un guatemalteco de 26 años de edad. 

A algunos de ellos les llegaron a pedir dinero a cambio de su libertad: 30 mil quetzales, equivalentes a alrededor de 78 mil pesos mexicanos, una cantidad que no tenían.

“Cuando hacíamos bulla [ruido] nos apagaban el aire. Nosotros ya estábamos desesperados por los días, entonces empezamos a hablar que cuándo íbamos a salir, traíamos celulares, pero si estabas llamando y llamando te quitan el teléfono”, describió Alberto, uno de los guatemaltecos.

Durante todo ese tiempo sólo comieron huevo y algunas verduras que les arrojaban por una rendija. Ellos mismos tenían forma de cocinarlas dentro. El uso del baño estaba limitado y en ocasiones los cerraban por días como forma de castigo.

Aunque hubo algunos enfermos, con fiebre, dolores de cabeza, desmayos e incluso parálisis en piernas, el grupo de migrantes no podía salir. Con agua, un poco de alcohol y suero que cargaban algunos, intentaban remediar los malestares que llegaron a generarse. 

Arrepentida y asustada, una de las personas en el cuarto se armó de valor para marcar a la policía de Chihuahua y reportar su estado de hacinamiento y secuestro. Cuando los elementos de seguridad llegaron al lugar, creyeron que se trataba de delincuentes. 

Nosotros pensábamos que era la mafia, en ese momento uno empieza a imaginarse cosas: ya nos van a deportar, el dinero que…, ¿la migración qué hace? Te deporta. Uno a veces se desespera por el dinero que ya pagó, por eso si regresamos al país ya no tenemos con qué pagarlo, la meta es llegar y ayudar a nuestras familias”, expresaron
 

Las autoridades que los rescataron les explicaron que no los iban a deportar, ya que estaban en condición de secuestro. En unas horas ya estaban repartidos en los albergues.

LOS SUEÑOS

Con el cubrebocas bien sujeto sobre el rostro y una mirada fija hacia el futuro, Ramsés, un joven guatemalteco de tan solo 16 años de edad, sueña con ser médico, pero el trato que ha recibido por parte del personal jurídico en Chihuahua lo ha motivado para considerar el derecho como otra opción profesional. 

“Quisiera estudiar medicina, pero me llama la atención ser abogado para ayudar a las personas, así como a nosotros, los abogados y todo los que estuvieron peleando por nosotros me gustó bastante la forma de cómo nos ayudaron y cómo nos trataron”, describió Ramsés, cuya madre padece cáncer de estómago desde el año pasado. 

“No puede levantar cosas pesadas”, aseguró. En la comunidad de Ramsés, el servicio médico carece de las capacidades necesarias para atender a su madre. Para que la vean los especialistas, tienen que trasladarse hasta la capital, un costoso viaje que se suma al precio de los tratamientos. 

El joven atravesó la frontera del sur de México a base de “rides”; compartió que es el mayor de sus hermanos, a los cuales tuvo que explicar que el motivo de su partida era para apoyarlos a ellos y a su madre. 

La mayoría de ellos se dedicaban a la agricultura antes de salir del país. Con sus familias cultivaban maíz y frijol, sobre todo. Pero los precios han caído y así no pueden sostener a sus familias. Eso, aunado a la situación política y la crisis que viven en el país por el COVID-19, los forzó a salir.

Algunos interrumpieron sus estudios. A uno le faltaban un par de años para titularse como ingeniero. Otros hicieron el equivalente de primaria o secundaria. Otros son electricistas o mecánicos. Todos ellos jóvenes, de menos de 30 años de edad.

 

Este trabajo fue publicado originalmente en Raíchali. Aquí puedes consultar la publicación original.

 

 

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