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Enrique Verdi, el santo de Chiapas que también “protege a los narcos"

Enrique Verni se ganó la confianza de miles de seguidores católicos, y su cripta, casi siempre está llena de flores, latas o botellas de cerveza, cigarros, velas y veladoras de parafina que arden las 24 horas del día

Escrito en ESTADOS el

Enrique Verdi, el coronel que fue ahorcado en una ceiba —conocida como pochota— hace más de un siglo en la Mágica Ciudad de Chiapa de Corzo tras acusaciones por violar y matar mujeres, no solo posee entre sus filas a militares como fieles adeptos, sino que ahora también es buscado por los “narcos”, quienes se encomiendan a él para que los libre de sus enemigos, ésos que están al acecho.

La veneración hacia este santo no reconocido por la Iglesia Católica, pero que sin duda se ganó la confianza de miles de seguidores de esa religión, comenzó casi de inmediato a su muerte en 1914; tan es así que en la actualidad su cripta, ubicada en el camposanto chiapacorceño, casi siempre está llena de flores, latas o botellas de cerveza, cigarros, velas negras y rojas y veladoras de parafina que “arden” las 24 horas del día.

Envuelto en una “estela de sincretismo” y, de acuerdo con algunos investigadores, arrebatado por el Diablo cuando pendía de la soga que le ataron a su cuello hasta asfixiarlo, no hay ni un solo curandero, al menos de la tierra de los chuntá y los parachicos que, en sus rituales de sanación, se abstenga de invocarlo.

Andric Orantes, su tataranieto, manifiesta la alegría de que por sus venas corra la sangre de Verdi y, aunque no le rinde culto, lo respeta y acepta que la devoción se robusteció tanto que, reafirma, los narcotraficantes —sobre todo del Sureste— lo han volteado a ver, a tal grado de que “se olvidaron” o dejaron en segundo plano a la Santa Muerte y al mismo Jesús Malverde.

Andric Orantes, tataranieto de Verdi.

Si ha ganado terreno en ese sector, advierte, es porque el coronel no solo era tachado de violador, sino de asesino, ladrón y drogadicto, “de hecho se dice que Satanás vino a reclamar su alma, por eso un remolino lo envolvió cuando fue ahorcado”.

Curanderos lo tiene en sus mesas

En una de las calles del barrio Santa Elena de esta también Heroica Ciudad, Jordán Hernández Penagos aprovechó el don que heredó de su madre Herminda Penagos (fallecida), adecuó un recinto hace 22 años y, en la actualidad, su catálogo de espíritus milagrosos también incluye a Verdi.

Jordán Hernández, curandero de Chiapa de Corzo

A diario, en donde está montada la mesa que sostiene fotos y bultos de otros santos e incluso de algunos personajes que fueron curanderos como Juan de la Cruz, del municipio indígena de San Juan Chamula, llegan entre 10 y 15 personas que buscan “acabar” con una enfermedad o, incluso, hasta hacer un “amarre”.

También es admirado por funcionarios

“No sé decirte si dentro de los que vienen hay narcos, pero sí puedo decir que han venido funcionarios de gobierno, al menos de administraciones pasadas, quienes le piden hablar con alguno de los santos, y que les digan si todo marcha bien, o que los libren de las envidias”, externa el entrevistado. 

Cuando un cliente le solicita hablar con Verdi, advierte que él le presta su cuerpo al coronel para que “haga su parte”, es decir que le solucione los problemas a sus devotos.

“Insisto, yo solo presto mi cuerpo, o la caja como le dicen, y ya ellos (los santos a los que se encomienda) hablan por medio de mí… de hecho, San Enrique Verdi me pide cigarros y cerveza; es lo que le gusta”, confiesa en entrevista con La Silla Rota.

"Qué lo veneren, pero que no lo señalen de curandero o de asesinato porque ¿a quién le consta?

Aunque la popularidad de Verdi, de origen italiano y quien sí estuvo enrolado en la milicia según información conseguida hace algunos años por Andric —es incierto en qué rango— se ha expandido a otras partes del país e inclusive ya le inventaron un “corrido” musical, hay quienes lo respetan y hasta admiran, pero no lo veneran.

Este es el caso de Enrique Verdi Guillén, nieto del coronel, quien ve en éste solo a su abuelo, “la verdad no entendemos quién lo empezó a agarrar como curandero, o que ya lo veneran porque según hace milagros, pero la gente que haga lo que desee… si le tienen fe, que la busquen”.

Enrique Verdi, nieto del coronel

A pesar de que no lo conoció, a sus 80 años de edad refiere que Verdi no era mujeriego y que, con su pareja, solo procreó tres hijos: Rogelio, Eduardo y Florindo, este último su padre, “insisto: no me molesta que la gente le lleve flores, que le pida favores, pues cada quien sabe qué es lo que hace”.

Durante la plática en su casa, don Enrique se levanta y se dirige a una de sus recámaras para buscar un almanaque el cual, asevera, le genera mucho coraje porque solo tratan de denostar a su pariente, quien aparece ahorcado en la pochota.

Es decir, no solo él, sino su esposa e hijos están dolidos y a la vez les entristece que a Verdi lo consideren como un santo que antes hizo el mal, “porque no es cierto”, tan es así que hubo una contraorden para que no lo colgaran, pero fue demasiado tarde porque ya varias mujeres también se asieron de sus piernas para que se muriera.

A las afueras del panteón municipal chiapacorceño está doña Guadalupe, quien afirma que no le rinde pleitesía a Verdi, pero sí reconoce que fue quien salvó a su papá tras quedar mal de la cabeza, “no supimos qué sucedió, creemos que lo ‘curaron’ porque no reaccionaba bien”.

El posible milagro ocurrió, rememora, una vez que su madre acude a la imagen del coronel para solicitarle algunos favores, entre éstos que salvara a su padre, quien prácticamente quedaría solo.

Mientras tanto, y lejos de San Simón, de La Niña Blanca y de Malverde, Enrique Verdi es, cada día que transcurre, el santo ortodoxo más popular no solo en Chiapa de Corzo, sino en otros municipios y también en el Estado de México, donde ya hay gente, como la del “narco”, que “levanta” altares en su memoria y le pide favores.


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