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El trabajo y sacrificio que esconden las nochebuenas y pinos en Chiapas

Más allá de una venta navideña, detrás de esta colorida presentación en las nochebuenas, como en los pinos, se esconde el sacrificio de quienes, durante años, han cultivado ambas variedades

Escrito en ESTADOS el

Berriozábal, ubicado a 15 minutos de la capital de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez, es una “máquina” para producir una amplia gama de plantas y flores; prueba de ello es una larga fila de viveros que guía a los visitantes a la entrada de este municipio conocido como la “tierra de la hamaca”.

La época decembrina no podía pasar desapercibida: decenas de árboles de pino y un arsenal de nochebuenas colorean la visión de quienes van en busca de algunas especies de ornato, sobre todo de temporada.

Al menos tres de esos espacios de comercialización alistan, cada uno, cerca de 30 mil o 35 mil nochebuenas, cuyo rojo intenso “le dará vida” a los hogares en esta temporada.

Sin embargo, más allá de una venta, detrás de esta colorida presentación a los clientes, se esconde el sacrificio de quienes, durante años, han cultivado ambas variedades.

Adriana Díaz Espinosa camina por un largo sendero que atraviesa el vivero que, ella y su esposo, levantaron hace como dos décadas en esta localidad. Se detiene y, con el dedo índice, enseña el espacio en donde producen una parte de las nochebuenas.

Adriana Díaz Espinosa

Plagas, el reto de cada año

Sin embargo, para ella cada temporada invernal es un reto: le preocupa que aparezca una nueva plaga, como ha sucedido de forma constante, y para lo cual su marido y ella tienen que “dársela y tronarse los dedos” para que no haya margen de error, pérdidas. 

Aunque resalta que la mayoría de veces “la libran” gracias a la experiencia de su cónyuge, quien desde pequeño, allá en su tierra natal Xochimilco (como también llamaron a su negocio), aprendió no sólo a cultivar cientos de especies, sino también a cuidarlas, conservarlas.

Estas fechas son especiales, dice, porque el producir la nochebuena es sinónimo de invertir tiempo: el proceso comienza desde abril, y una vez que ya están listas, tienen alrededor de dos meses (noviembre y diciembre) para ofrecerlas al público. De hecho, la mayor parte de la producción la generan en el Pueblo Mágico de San Cristóbal de Las Casas, cuyo clima rasga incluso los cero grados centígrados o menos, ideal para ese objetivo.

Además del tiempo, la especialista en la materia está consciente de que el costo de producción también es mucho, pues tienen que invertir en agroquímicos y otros insumos, “pues, sabemos que de pronto nos vienen plagas y no sabes ni cómo combatirlas…la última vez nos pasó hace tres años; hay quienes no saben qué hacer”.

Otra de las vicisitudes, agrega, es que a veces la flor no alcanza a pigmentarse en la época que tiene que ocurrir eso, tan es así que hay productores que “ven los resultados” hasta enero, lo que ya es poco redituable. Si superan la prueba, es una venta garantizada. Quien desee adquirir una nochebuena, tendría que erogar desde 30, 70 o hasta casi 200 pesos. 

Siembra de nochebuena, una herencia familiar

Rodeado de miles de nochebuenas en su vivero denominado “Rosa de Sarón”, Nepomuseno Maldonado dejó su tierra poblana para “aterrizar”, hace como 30 años, en Berriozábal e iniciar con la venta de árboles de pino.

Aunque una de sus metas es la comercialización de ambas especies, lo que también le interesa es la conservación, lo que le enseñó su padre, quien desde hace 30 años se dedica a producir flores y árboles. Incluso han organizado campañas ecológicas en el Parador Turístico “El Tizoc”, en la Presa de Tenango de las Flores, Puebla.

Con “sangre de floricultor” (pues toda su familia está metida en este negocio), sabe que la comercialización de este tipo de especies se ha “satanizado” porque se cree que una vez “arrancadas” y vendidas, se abona pero a la destrucción de los ecosistemas, lo que para él no es así.

“Tenemos huertas para ese fin, y así como sacamos árboles, pues sembramos más, y así nos la pasamos; cada año sembramos como 5 mil como parte de una reforestación, no solo es vender por vender”, explica.

Pero también tiene que ver cómo el cliente trate, en este caso, un pino. “Nosotros no solo queremos vender el producto, sino que les explicamos cómo conservarlo, pero creo que es peor comprar un árbol de plástico… ¿cuántos años tarda en degradarse? En cambio, uno natural hasta sirve de abono”. 

De hecho, para que un árbol de pino alcance la “altura ideal” para ser decorado, tienen que pasar cerca de cuatro años, desde que es sembrado hasta que “florece”.

La producción anual, revela, oscila entre los 12 mil o 15 mil pinos, en variedades como chima y sidrel, o el árbol canadiense, el cual es más caro e incluso no tiene esperanzas de que siga vivo, pues es talado. 

No obstante que el precio al público de un pino alcanza los 500 pesos, Nepomuseno saca cuentas y advierte que producirlo “cuesta un ojo de la cara”, pues tienen que ponerle abono, fertilizante o “gallinaza” y hasta podarlos, más el pago a trabajadores para que la acarreen cuando es momento de arrancarlos, y el flete.

Según sus cálculos, en esta época logran vender entre 2 mil y 3 mil árboles, pero también entregan para “reventa” en otras ciudades como San Cristóbal de Las Casas, Tuxtla, Comitán, entre otros. 

Cedro de Limón, otra opción navideña

Para Adriana Díaz no es tan conveniente ofrecer los pinos, pues advierte que, a pesar de que en Berriozábal el clima es fresco, esa variedad está destinada a “morir”, pues es casi imposible resembrarla para que se mantenga; “por eso este año decidimos no venderlos”, ataja.

Para ella, hay otras opciones que los clientes pueden elegir para, por ejemplo, decorar su casa, pues para ello está el cedro limón que son más resistentes al ambiente.

Ante el “famoso” cambio climático, refiere que han optado por eliminar las bolsas de plástico que hacen las veces de la base de las plantas que comercializan, y para ello comenzaron a utilizar cocos que funcionan como maceteros, lo que le da un plus a su negocio.

De lo que están seguros ambos productores es que este año, a pesar de la belleza de la nochebuena y del olor a pino, no “pinta” tan positivo como otras épocas, y esto se lo achacan al poco circulante que se genera por la zona, por lo que de la alegría por estas fechas, pasaron a la incertidumbre.