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El rostro amable de la temida “Indepe” de Monterrey

Con 118 años de existencia, es semillero de beisbolistas, futbolistas, toreros, escritores, abogados, doctores y líderes sindicales

Escrito en ESTADOS el

“También hay gente buena en la ‘Indepe’, todavía en los ochenta lo más que veíamos eran pleitos, borrachitos, esto se descompuso cuando llegaron los malos, afortunadamente ya está calmado; de aquí han surgido profesionistas, deportistas, músicos, mano de obra calificada”, dice Humberto Moreno, economista y originario de la colonia Independencia.

“Aquí son los orígenes de las grandes firmas zapateras como Justicia y otras que figuraron en la región, hay mucho zapatero, aquí hay aún grandes comercios, aquí se iniciaron lo que hoy se conoce como mercados o pulgas. Siempre ha habido otro rostro, que bueno que se fijen en ello”, explica Jorge Ibarra, quien creció en la ‘Indepe’ y ahora, tiene negocios de imprenta, de arte.

La colonia Independencia cumple sus primeros 118 años de vida y en sus barrios se han forjado hombres y mujeres de bien, herederos de aquellos migrantes potosinos y zacatecanos que la fundaron, que mantienen incólumes su cultura y tradiciones religiosas.

“Una forma de enfrentar las adversidades, el abandono y las limitaciones, con el trabajo, el estudio y el deporte”, resume el escultor internacional Cuauhtémoc Zamudio quien nació en una casona de las calles de Libertad entre Jalisco y San Luis Potosí, a unos metros de la Basílica de Guadalupe.

También, pese a las adversidades socioeconómicas que le han acompañado a lo largo de esta centuria, la “Indepe” -como es conocida popularmente-, ha formado a decenas de profesionistas, deportistas y trabajadores de mano de obra calificada, que sienten el orgullo de su origen y honda raigambre al terruño. De acuerdo a los cronistas, fue bautizada como Independencia, en el centenario del movimiento insurgente.

En diez décadas, desde su incipiente nacimiento, se agigantó y superó los 350 mil habitantes y, aquel puñado de hombres, que el General Bernardo Reyes mandó traer de San Luis Potosí y Zacatecas, a finales del siglo XIX, para construir con cantera rosa y gris de aquella región, el Palacio de Gobierno de Nuevo León,  se asentó en la margen sur del Río Santa Catarina, y así dieron nombre y fundo propio, al famoso “Barrio San Luisito”,  llamado así porque en su mayoría, los artesanos y sus familias eran de aquel estado.

Se extiende desde el margen sur del Río Santa Catarina hasta lo alto de la Loma Larga, al sur de Monterrey, donde un conglomerado de miles de viviendas, ubicadas en una encrucijada de empinados callejones y veredas – algunas con escalinatas -  ofrece su mejor rostro a los edificios del centro de la ciudad, ubicados al norte, al otro lado del lecho seco del afluente.

Y el nombre de sus calles de oriente a poniente, desde siempre, ha sido el de Estados de la República, y de norte a sur la nomenclatura refiere fechas históricas o cívicas.

En sus planteles de educación básica cursaron sus primeras letras hombres y mujeres bien nacidos que han alcanzado cargos relevantes en la vida cotidiana de esta capital regiomontana y tienen ahora título universitario. De sus campos deportivos, en el lecho del río Santa Catarina, surgieron deportistas que hicieron historia en el fútbol y el béisbol profesional; boxeadores, toreros y artistas son también hijos de la centenaria colonia Independencia, dice el economista Moreno.

A la plática se suma Antonio Salazar, del famoso expendio de lotería “El Mago de la Suerte”, también originario de esa colonia. Ambos recuerdan a los beisbolistas profesionales Regino “Chimuelo” Garza, Nemesio Jaime Torres; a los boxeadores Chuy y Víctor Rocha; el torero Roberto Ortiz; los futbolistas Marcelino “Pine” Gutiérrez, Juan Rodríguez Jara, Fernando Henra Ramírez y tantos otros como los hermanos Belmonte que jugaron en la Liga Mexicana de Béisbol y el charro Guadalupe “Lupe” Partida, se apresura a comentar “El Mago”.

También han surgido del lugar y aún viven ahí o tienen familiares, abogados, doctores, maestros universitarios, escritores y dirigentes sindicales.

Humberto Moreno, economista, recuerda que realizaba el viaje a la ciudad de Houston, Texas, junto con otros entusiastas amateurs en el viejo autobús que iba repleto de jugadores y, al regreso, se quedaban algunos lugares vacíos, pues los futbolistas aprovechaban la invitación para permanecer y trabajar allá, en el otro lado, a cambio de jugar.

Un hombre muy querido, Eusebio Alonso Trujillo, profesor de la escuela Club de Leones Número 6, pasaba las tardes en la cancha del Club Independencia, ubicada en lo que hoy es el mercado la Pulga, en los bajos del Puente del Papa, desde donde adiestraba a los pequeños estudiantes sobre las jugadas y técnicas más elementales del fútbol.

En los años sesentas, dentro de la llamada Liga Oficial, hoy Nuevo León, destacó la labor de un entusiasta promotor del fútbol amateur. Su nombre: Raymundo Ramos Hurtado, "El Aguilita". Fue uno de los pilares en la formación del equipo Maya, que destacó en los pedregosos campos amateurs. “Era mi padre, formó una generación de deportistas y aportó innumerables jugadores a la selección estatal de aquella época, la cual participaba con mucho éxito en campeonatos nacionales de la especialidad, los cuales recibían mucho mayor atención que en la actualidad”, recuerda el periodista Raúl Ramos.

Residente desde su nacimiento en la colonia Independencia, el también periodista Pedro García Treviño, que pasó años de práctica del balompié, recuerda una anécdota de su amigo de la infancia Mario Correa, quien veía los juegos desde el bordo sur del río Santa Catarina, porque carecía de un par de zapatos. Un aficionado cuyo nombre escapa a la memoria regaló al pequeño los zapatos para que jugara, momento que mereció una nota en la prensa local y que tituló: “El Pelé sin zapatos”.

De fresca memoria, el experimentado periodista tiene todavía en el recuerdo, como viva fotografía, la tarde en que los integrantes del campeonísimo equipo de las Chivas Rayadas del Guadalajara, quienes tras jugar en la ciudad a finales de los años sesenta, llegaron hasta el bordo del Río Santa Catarina y lanzaron balones a los jugadores que estaban en las duras y ásperas canchas.

En sus barrios, el ritmo del vallenato y las cumbias son el sello musical característico de chicos y grandes, que igual se regocijan con el corrido de Monterrey, el que, por cierto, cita en su letra al afamado barrio de “San Luisito”. “Ahí nacieron los sonideros, aquellos que con un tocadiscos y un altavoz que colocaban en lo alto de la casa o de los árboles tocaban música, había baile y mandaban saludos”, menciona Rubén Altamira, vecino de más de cincuenta años en el sector.

Los habitantes de la “Indepe” han sorteado, desde aquel 12 de septiembre de 1910, fecha en que se fundó la colonia, las vicisitudes económicas recurrentes y han establecido como un centro de atracción para las actividades comerciales, formales e informales, que permiten  amortiguar el fenómeno del  desempleo y que, además, ofrecen su escaparate de productos y servicios en  sus varios mercados a vecinos y visitantes de otros sectores de Monterrey que habitaban en el área, mucho antes de emigrar para formar nuevos núcleos familiares.

La historia nos dice que durante los últimos cinco años del siglo XIX llegaron los primeros artesanos de la cantera, quienes iniciaron la construcción del palacio gubernamental del Estado, obra que concluyeron en 1908.

Pero hay una versión más, la del historiador Héctor Jaime Treviño, quien afirma que los primeros potosinos pudieron haber llegado a esta zona para formar parte del ejército que el presidente Antonio López de Santa Anna organizó para luchar contra los colonos de las provincias del norte, que proclamaban su independencia en Texas y quien fue derrotado en 1836. Muchos de ellos, entonces, decidieron quedarse a vivir en Monterrey a su regreso de la fallida batalla.

Añade otra hipótesis que se traslada todavía con más anterioridad, hasta el año de 1811, cuando llegó el ejército de Don Miguel Hidalgo y Costilla que estaba integrado por una gran cantidad de gente de diversos estados, entre ellos el de San Luis Potosí.

El historiador Daniel Sifuentes Espinoza, cronista de la colonia, habla de otra hipótesis en la que, por los recorridos en carretas hacia Matamoros desde San Luis Potosí, pudieron también haber propiciado la migración de estos grupos potosinos hacia la Sultana del Norte.

Esto y mucho más es la colonia Independencia, sus recuerdos, los primeros tejabanes y sus personajes pintorescos -como el loco León-, sus cantinas, a las que asistieron a tomar artistas de talla internacional, como el cantante Daniel Santos, de la Sonora Matancera; los bailes, las cumbias, los sonideros; sus cines, -de permanencia voluntaria-; sus boxeadores, luchadores, futbolistas, beisbolistas y toreros, menciona Jorge Ibarra.

Pero también, la forman sus profesionistas, la mano de obra calificada de yeseros, albañiles, mosaiqueros, paileros, mecánicos, choferes, fierreros, pajareros, comerciantes, músicos y muchos más, quienes han dado lustre a ese sector citadino del sur, un escaparate de la ciudad, invisible para quienes no lo quieren ver, pero perfectamente ubicuo para la gran mayoría del Monterrey metropolitano, agrega.

En los años sesentas, dentro de la llamada Liga Oficial, hoy Nuevo León, destacó la labor de un entusiasta promotor del fútbol amateur. Su nombre: Raymundo Ramos Hurtado, "El Aguilita". Fue uno de los pilares en la formación del equipo Maya, que destacó en los pedregosos campos amateurs. “Era mi padre, formó una generación de deportistas y aportó innumerables jugadores a la selección estatal de aquella época, la cual participaba con mucho éxito en campeonatos nacionales de la especialidad, los cuales recibían mucho mayor atención que en la actualidad”, recuerda el periodista Raúl Ramos.

Residente desde su nacimiento en la colonia Independencia, el también periodista Pedro García Treviño, que pasó años de práctica del balompié, recuerda una anécdota de su amigo de la infancia Mario Correa, quien veía los juegos desde el bordo sur del río Santa Catarina, porque carecía de un par de zapatos. Un aficionado cuyo nombre escapa a la memoria regaló al pequeño los zapatos para que jugara, momento que mereció una nota en la prensa local y que tituló: “El Pelé sin zapatos”.

De fresca memoria, el experimentado periodista tiene todavía en el recuerdo, como viva fotografía, la tarde en que los integrantes del campeonísimo equipo de las Chivas Rayadas del Guadalajara, quienes tras jugar en la ciudad a finales de los años sesenta, llegaron hasta el bordo del Río Santa Catarina y lanzaron balones a los jugadores que estaban en las duras y ásperas canchas.

 

LA BASILICA DE GUADALUPE Y EL NIÑO DIOS DE LA LOMA LARGA

Desde mediados de octubre y hasta el doce de diciembre, por las calles de la zona metropolitana se observa a peregrinaciones con grupos de danzantes al frente que acuden hasta la Basílica de Guadalupe ubicada en la colonia Independencia. Es una romería, hay fiesta en los alrededores de la casa de la Virgen Morena, construida por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez a un lado del viejo santuario.

Sus vecinos sienten el orgullo – que traspasa las fronteras- de ser y tener a la Basílica de Guadalupe, la edificación más grande dedicada al culto mariano en el noreste del país, donde se honra a la Patrona de México y se ensancha la devoción por el Niño Dios que, al igual que la Virgen Morena, cumple milagros en su parroquia vecinal de la Loma larga.

Pedro Rodríguez, anualmente acude a la basílica guadalupana con un grupo de matachines a honrar y bailar para la guadalupana; lo mismo hace Benito Ibarra, quien ha organizado a un grupo de adolescentes que también danzan a la virgen morena.

Un día de diciembre de 1971, Aurelia Martínez Viuda de Sifuentes (q.e.p.d.), descubrió que, de la faz pequeña figura del Niño Dios, que adoraba en su vivienda en lo alto de la Loma Larga, le corrían lágrimas.

Informados familiares y vecinos del descubrimiento, la noticia corrió a la velocidad de la luz y pronto cientos, miles de personas, no sólo de la colonia Independencia y sectores aledaños, sino del resto de la ciudad, acudieron hasta el hogar de Doña Aurelia para rendir tributo a la imagen que, a juicio de ellos, era todo un milagro enviado por Dios, que se manifestaba de esa manera en su preferencia por los desamparados.

Así, por 47 años, aún antes de la primera crisis contemporánea, cientos de miles de personas regiomontanos le han profesado su fe. Para ellos el fenómeno del Niño Dios de la Loma Larga sigue más vivo que nunca porque, aseguran los vecinos, se trata de una manifestación providencial que se ha extendido a otros sectores de Monterrey, del Estado, del país y aún, en el extranjero.

No son pocos los que han caído a sus pies, le adoran y rezan ante esta presencia “divina” porque les curó un enfermo. Una mujer mostró su agradecimiento porque le ayudó a no perder su hijo y muchas familias salieron de otros problemas mayores.

EL SECTOR ECONÓMICO

A la calificada mano de obra de los habitantes de la centenaria – plomeros, yeseros, contratistas, albañiles, electricistas, mosaiqueros y demás oficios – se suma la actividad comercial de todo tipo de negocios como zapaterías, mueblerías, tiendas de ropa, restaurantes, cantinas, abarrotes, carnicerías y muchos otros de diverso rubro que florecieron con la naciente colonia y que aportaron un desarrollo económico a esa amplia zona.

Bastó la larga calle de Querétaro desde la orilla sur del municipio Santa Catarina hasta casi terminar en las faldas de la loma larga y en arterias aledañas como 2 de Abril, 5 de Febrero, 16 de Septiembre, Castelar, Libertad y otras, para asentar un núcleo comercial que dio y da todavía vida económica a los lugareños y visitantes.

Un grupo importante de comerciantes lo constituyen los llamados fierreros que iniciaron la venta de su mercancía, en su mayoría apostados a la intemperie, aunque algunos otros ocupan pequeños locales de madera desde hace mucho tiempo en las calles de Querétaro y Moctezuma –primero Independencia y hoy Morones Prieto-.

La oferta corresponde a artículos de fierro como tubería, clavos, partes usadas de aparatos eléctricos, cuchillos, desarmadores, martillos y demás.

De acuerdo con el historiador Sifuentes, los fierreros son el antecedente en la ciudad de lo que actualmente son las llamadas “pulgas” y en general de las actividades informales hay que extendían su mercancía a lo largo del camino que unía a la colonia Independencia con el centro de Monterrey.

Hoy recuperada en buen porcentaje la tranquilidad queda aún en la memoria la primera década del dos mil cuando los carteles de la droga se apoderaron de la colonia. “Fue difícil, la gente no salía de su casa al anochecer, los jovencitos eran reclutados por los malos, las muchachas se las llevaban, muertos, heridos, droga y mucha droga. Hoy hay algo de ello, pero no a los niveles que nos dejaron un trauma”, recuerda Moreno.