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El mensaje de un obispo estadounidense a migrantes en la frontera

El obispo atravesó la frontera en sentido contrario al que miles de migrantes lo hacen para mandar un mensaje al pueblo estadounidense como a migrantes

Escrito en ESTADOS el

Ciudad Juárez, Chihuahua.- Serafín está parado en el punto donde empieza o termina todo. Migrar es prolongar ese punto miles de kilómetros, atravesar el mar con él en la mente, caminar, andar país tras país, llevar la angustia cómo se lleva la mochila con un par de cambios de ropa adentro.

Serafín se toca la mancha morada que rodea su ojo, grande, como de una cuarta parte de la cara. A Serafín lo golpearon tres hombres hace una semana. Sintió un empujón por la espalda y después una cadencia de patadas fuertes que le impactaron el rostro, las costillas. A Serafín no le robaron nada, lo usaron como costal de box y lo dejaron tirado.

Serafín es cubano. Parece cubano. Y habla como cubano. Y eso, en Ciudad Juárez, puede hacer que la gente se enoje tanto como para llegar a los golpes. El presidente municipal, Armando Cabada, las cámaras empresariales, los medios de comunicación, los políticos, han dicho una y otra vez que los migrantes no son bienvenidos.

Serafín está parado en una ciudad dividida en la ambivalencia de lo incongruente ¿cómo hace una ciudad conformada de migrantes para odiar a los migrantes? Un presidente municipal cuya familia llegó de una parte hacia el sur de esta ciudad dice públicamente: “Nadie invitó a los migrantes a que crucen por aquí”, dice como diría alguien seguro de la propiedad privada, alguien al que algo le pertenece, sólo a él o a los que ahí nacieron.

¿Qué hace una ciudad cuyo cerca del 50 por ciento de la población no nació aquí, de acuerdo con el investigador José Manuel Valenzuela del Colegio de la Frontera Norte, para odiar a los migrantes? Tira patadas por la espalda en la oscuridad sin dar más explicaciones. Golpea a Serafín, reproduce discursos de odio en todos sus noticieros, difunde miedo. Hay una amenaza y tiene la forma de Serafín, de su acento, de sus costumbres.

(Cuartoscuro)

De Ciudad Juárez migraron alrededor de 200 mil personas entre 2008 y 2010, de acuerdo con el INEGI. Los juarenses también migraron en la época en que esta ciudad fue la más violenta del mundo. Pero entonces migrar no se veía tan mal. ¿Qué hacemos de manera racional con el odio, si nosotros también migramos?

Serafín toca su ojo, “no me quitaron nada”, repite, parado en el punto donde inicia o termina todo, a 50 metros del río Bravo, cuyas aguas a veces permiten pasar, y otras veces, quitan la vida. Pide una cosa al hombre que está parado frente a él: “rece por nosotros”. Nada más.

El hombre que está parado frente a Serafín y lo escucha, es un caso atípico. Para llegar aquí atravesó la frontera en sentido contrario a lo que miles esperan, bajo el sol intenso como atraído con la fuerza de este desierto, llevó su cuerpo delgado bajo el manto negro de obispo de El Paso, Texas, a Ciudad Juárez, México.

Monseñor Mark Joseph Seitz, escucha a Serafín antes de leer en español un mensaje para el pueblo estadounidense y para los migrantes. Un mensaje como esperanza que cae con el ritmo de letanía o como el sonido de un chorro de agua que cae de la jarra al vaso. Lo dice además dando la espalda al edificio donde el alcalde puede ver desde la ventana el río, los migrantes, los agentes fronterizos, El Paso, Texas. Los ve desde la Presidencia Municipal.

El obispo lee con todas las fallas del idioma ajeno: “Para este gobierno y la sociedad que padecen enfermedades del corazón estas personas deberían quedarse en casa abandonadas y la desesperanza y deberían observar con impotencia mientras sus hijos sufren. Preferiríamos que murieran en las orillas del río Bravo que preocuparnos por su presencia”.

“Pero no hemos sufrido el maltrato que les impusieron quienes representan a nuestro país, realmente no hemos sentido el hambre y el frío que han pasado y no es a nuestros hijos a quienes se les negará comida, agua y ternura esta noche. Nosotros los estadounidenses necesitamos revisar nuestros corazones, se han vuelto demasiado fríos, demasiado duros y eso es un mal presagio para el futuro de nuestra Nación. Hemos olvidado el mandamiento de amar, hemos olvidado a Dios”. Y entonces no existe imagen más potente para describir el fenómeno migrante que un obispo diciendo que Dios ha sido olvidado.

El obispo toma la mano de una niña y acompaña a su familia a subir el puente internacional Paso del Norte y entregarse a las autoridades migratorias de Estados Unidos para pedir asilo.

(Cuartoscuro)

“Eso es más un éxodo que una caravana migrante. Para esas personas no hay nada en sus países. Es la única alternativa para un futuro posible. Aunque las posibilidades de que reciban asilo son mínimas, es la única esperanza”, dice Jesús Peña, investigador del Colegio de la Frontera Norte.

Llega Guardia Nacional a Ciudad Juárez

Hace diez días que se desplegó a lo largo de la franja fronteriza de Ciudad Juárez a cientos de elementos de la Guardia Nacional.

En un principio se dijo que no estaban para detener migrantes sino para protegerlos. En un contexto en el que una semana antes el canciller Marcelo Ebrard sostuvo una reunión con autoridades estadounidenses y se logró un acuerdo para que no subieran los aranceles por exportación de México a Estados Unidos.

Pero la realidad fue muy distinta y la Guardia Nacional no pudo disimular que su trabajo en la frontera es la de evitar que los migrantes crucen hacia Estados Unidos.

Ahí junto al río un militar sonríe para la cámara de una reportera, se acerca, platica. Cuenta de su jornada en la franja y de pronto suelta una pregunta: ¿ustedes qué opinan de que nosotros estemos aquí?”, dice.

(Cuartoscuro)

La mujer de la cámara le contesta que no entiende bien por qué tienen que estar ahí, haciendo labores de autoridades de Migración.

El militar contesta que él tampoco entiende y que no le parece que tengan que hacer un trabajo que le corresponde a Estados Unidos. Estamos descuidando otras zonas de su estado por estar aquí, deteniendo migrantes, dice y sonríe para otra foto con su insignia en el brazo GN.